jueves, 2 de diciembre de 2021

Salud y enfermedad en el Benidorm de principios del siglo XX: lepra, paludismo, cólera e higiene pública, de acuerdo con las actas de la Junta de Sanidad.

 


Podemos conocer algunos aspectos curiosos de la salud y las enfermedades de Benidorm a fines del siglo XIX y principios del XX gracias a las actas de su Junta de Sanidad, una institución municipal hoy día desaparecida. Es de suponer que existió al menos desde el año 1833 pero el punto de partida de este artículo es el año 1879. La causa es el gran inconveniente con el que tropieza la investigación histórica en esta localidad: la pérdida de documentación municipal de siglos pasados. No por incendios, conflictos o disturbios sino por considerarlos “papeles sin interés”. Sólo se conservan actas de la junta de sanidad a partir del citado año 1879.

Gracias a ellas analizo en este artículo cómo la junta municipal de sanidad resolvió algunos de los retos para la salud que tenía esta villa en los años a caballo entre el siglo XIX y el XX. Su obligación era hacer frente a las grandes pandemias, epidemias y endemias, pero también a todos los aspectos de la vida cotidiana que podían afectar a la salud de la población: agua potable, limpieza viaria, basura y saneamiento, matadero municipal, balsas de riego, lavaderos, etc. Cumplían así el mandato que había impuesto la Constitución de 1812 a los ayuntamientos: encargarse de «la policía de comodidad y salubridad encargada de remover todo lo que en los pueblos o en los términos, pudiera alterar la salud pública».

 Francisco Amillo Alegre

 

Fotografía de Benidorm fechada el 2 de agosto de 1895. A finales del siglo XIX y principios del XX Benidorm era un pueblo de unos 3.000 habitantes que no había recuperado los 4.502 habitantes del año 1842, el máximo de población de ese siglo. L a baja demografía se tradujo en un Ayuntamiento con escasez crónica de recursos y para muchas personas grandes dificultades para mantener un adecuado sistema higiénico y sanitario por lo que las enfermedades infecciosas eran la principal causa de mortalidad. Fuente: Archivo de Pedro Zaragoza en la Universidad de Alicante,

 

 

Las juntas de Sanidad.

En España las juntas de Sanidad tuvieron una larga historia, iniciada en 1722, para hacer frente a enfermedades catastróficas como la viruela y la peste en el siglo XVIII o la fiebre amarilla y el cólera en el XIX. Duraron dos siglos y medio, hasta la promulgación de la Ley General de Sanidad de 1986. Es un período de tiempo muy dilatado y es normal que a lo largo de él estas instituciones experimentaran numerosas modificaciones. Iniciadas por la monarquía borbónica como órgano centralizado desde Madrid, las reformas del liberalismo iniciadas con las Cortes de Cádiz pusieron el énfasis en su descentralización a través de las juntas provinciales y municipales presididas por gobernadores civiles y alcaldes respectivamente.

La salud animal, en una época en la que los animales domésticos de trabajo o alimentación eran imprescindibles, constituía también una misión importante de las juntas. Por ello incluían un veterinario para controlar las epizootias. [1] Las sucesivas reformas (1833, 1847, 1855, 1904, 1934) ampliaron las atribuciones de las juntas de sanidad siempre bajo la dirección del poder político. Variaron sus miembros y hoy día nos resulta curiosa la presencia del cura a principios del siglo XIX, sustituido más adelante por el médico titular y un cirujano. También era habitual la presencia de un farmacéutico. A partir de 1855 encontramos la participación de vecinos designados por el alcalde; varió su número pero siempre estuvieron presentes en ellas hasta que, tras la Guerra Civil, la reforma de 1944 supuso su desaparición y la incorporación de un médico de FET y JONS, de un maestro nacional y del secretario del ayuntamiento. Su efectividad fue escasa y languidecieron hasta que en 1886 la Ley de Sanidad implicó su desaparición. Al final del artículo se indica la composición de las diversas Juntas de Sanidad del período.

  

 

Agua potable y sanidad municipal.

Un tema fundamental en la salud  de cualquier pueblo o ciudad es suministrar agua para consumo humano libre de gérmenes de enfermedades infecciosas ya que son muchas las potencialmente transmisibles por este medio.

En Benidorm desde el año 1844 se intentó suministrar agua de calidad traída desde el manantial de Carreres, en el barranco de Lliriet, pero este abastecimiento fracasó a los pocos años y hasta 1939 no pudo hacerse realidad. Por eso en el período que aquí se analiza el aporte de agua se realizaba utilizando el agua subterránea de pozos privados y públicos, como el de las calles Metge Cosme Bayona y Alameda. También recogiendo en aljibes el agua de lluvia o llenándolos con el agua de Polop conducida durante el mes de enero a Benidorm por el cauce de la Séquia Mare. Según Orts Berdín eso ya había ocurrido a fines del siglo XIX “han mejorado las aguas potables con los depósitos construidos” [2].

Desde el punto de vista de la contaminación biológica, los pozos se consideraban seguros. Los dos citados se cerraron a fines del siglo XIX no por transmitir enfermedades infecciosas sino porque tenían un contenido de sales minerales tan alto que causaban problemas renales. La salinidad de las aguas subterráneas afectaba a la mayoría de los pozos que tenía Benidorm pero en muy pocos era tan intensa como para recomendar su cierre. Así lo indicaba Cavanilles en el siglo XVIII: “Un solo defecto noté en este pueblo, y fue el gusto salobre del agua cristalina; pero ni fastidia, ni daña á la salud” [3]. “Salmaia” era el nombre que recibía en Benidorm ese tipo de agua.

Los aljibes domésticos llenados con agua de lluvia o con la de Polop eran útiles sólo en años con lluvias de intensidad suficiente. Como en el clima mediterráneo las sequías son un fenómeno recurrente había años en los que los aljibes domésticos no se podían llenar. En Polop el nivel de los manantiales disminuía y la Séquia Mare no podía transportar agua suficiente. Eso es lo que ocurrió en 1879 [4]. El verano había sido muy seco y el 12 de noviembre, en el acta de la junta de sanidad, se exponía el "deplorable estado en que se encuentra este vecindario por la completa carencia de aguas potables". El médico José Pérez Vives, con 50 años de ejercicio en Benidorm, indicó los nocivos efectos de esa sequía con el rebrote de las “fiebres intermitentes” (paludismo) por la reapertura de las norias a causa de la sequía. Normalmente esa agua se utilizaba para regar los cultivos pero ese año algunos vecinos las habían consumido y habían contraído enfermedades: "siendo de suyo insalubres [...] se ha desarrollado endémicamente un sinnúmero de diarreas disentéricas, cólicos biliares, gastralgias gastorreas [= vómitos con dolor de estómago, náuseas y debilidad general] hijas todas á no dudar del uso de estas aguas".

 

Fotografía del 2 de junio de 1929 por el norteamericano Ralph Cornell. Noria junto a la calle del Puente, cuyo nombre alude al puente de la carretera Alicante Valencia que vemos a la derecha; hoy día es la vía Emilio Ortuño pero entonces estaba alejado del pueblo. El agua subterránea extraída mediante norias se acumulaba en balsas de riego.

 Sin embargo las infecciones producidas por el agua sólo las padecían los más pobres: "aquellos pocos vecinos que por su posición social pueden proporcionarse aguas de buena calidad no sufren como el resto del vecindario". La escasez de agua suponía también problemas para mantener una higiene correcta lo que acarreaba mayores posibilidades de contagios de todo tipo. Estos hechos nos muestran la vertiente sociosanitaria de las enfermedades.

 Para resolver la escasez de agua la junta acordó dirigirse al gobernador civil para que "sea conducida el agua potable que le pertenece [a Benidorm] por quien tiene la obligación de hacerlo". Se refería a María del Carmen Bernuy y Osorio de Moscoso de Valda y Ponce de León, heredera de los abolidos señoríos territoriales de Polop y Benidorm. Era la propietaria de la Séquia Mare pero vivía en Madrid y delegaba su control en administradores que descuidaban su mantenimiento.

El 7 mayo de 1886 en el acta de la junta de sanidad se decide cumplir la Real Orden y la circular del gobernador civil para que "se hiciere saber al vecindario por medio de bandos públicos que cuidaran de la limpieza de [,,,] balsas, acequias y demas que exija la conservacion de la higiene pública, como igualmente [...] aguas destinadas a la poblacion”. Con "aguas destinadas a la población" se refería a las que se vendían por las calles desde un barril transportado con un carro. La venta ambulante de agua fue muy usual en Benidorm hasta principios de la década de 1960. 

 

Fotografía de Quico del año 1957 que nos muestra un elemento del Benidorm tradicional. Sobre una calle sin asfaltar un carro con un tonel de agua que se vendía por las calles. La unidad  de venta era el cántaro de dos asas de entre 11 y 12 litros. El precio del “cànter d’aigua” varió con el tiempo pero se encarecía en años de sequía en los que este sistema fue imprescindible. En verano, con la afluencia de veraneantes, registraba el máximo de demanda. Fuente: Diccionari de Benidorm.

 

En el acta del 4 de octubre de 1893 la junta volvía a aludir a la sequía y a sus consecuencias para la salud: "la salud en estado normal es inmejorable en esta localidad como también las condiciones higiénicas por que se rige; pero que se presenta un peligro en época no lejana debido a la absoluta carencia de aguas potables por lo que los vecinos para cumplir la imperiosa necesidad de la sed se ven obligados a hacer uso de las pocas aguas que se encuentran en las charcas y profundidades de los barrancos en sitios apartados de esta población.” La solución era volver a exigir a la propietaria de la Séquia Mare que reparase el cauce ya que los 80 litros por segundo que tenía en Polop se reducían a 18 l/sg en el Saltet, a la entrada de Benidorm, a causa de las numerosas filtraciones de su cauce. “Por lo que opinan la urgente necesidad de conducir las aguas del riego mayor de Alfaz por su cauce natural interrumpidas hoy por el mal estado de la acequia y destrucción de la presa en el barranco de Polop y como sea que tanto en esta población como la vecina de Alfaz del Pi no han tenido nunca otras aguas potables que las del referido riego con las que llenaban varios depositos que hoy se han consumido casi por completo hasta el estremo de costar diez céntimos un cantaro de agua poniendo en grave apuro a las clases menesterosas de la poblacion."

 

 

La Séquia Mare en la Nucia con un ensanchamiento para que bebiesen las caballerías. El cauce se hizo de cemento a principios de la década de 1940 pero hasta entonces había sido de mampostería o de tierra y en ambos casos perdía agua por filtración. Fotografía de Esteve Soler en el Diccionari de Benidorm..

 

Como el administrador de la Séquia Mare solía hacer oídos sordos a las quejas de l’Alfàs del Pi y Benidorm, la junta decidió pedir al gobernador civil que "ordene al Sr. Administrador del riego mayor de Alfaz rehaga la presa del barranco de Polop y deje espedita la acequia para que por ella discurran las aguas  y al Alcalde de Nucia conduzca a dicha acequia las aguas sobrantes de aquel pueblo que hoy como las de Polop se pierden por el barranco, a fin de que despues de discurrir dichas aguas por todo el trayecto de la acequia durante dos dias consecutivos quede aquella limpia y puedan con buenas condiciones llenarse los depositos de este distrito municipal y los del pueblo de Alfaz del Pi”. Además pedía que el gobernador civil enviara a la Guardia Civil para vigilar la acequia y así evitar que se lavara la ropa y se regaran las huertas “durante todo el tiempo que se emplee en llenarse los consabidos depositos”. La propietaria del riego nunca reparó la presa del barranco de Polop ni el cauce.

 

 

Limpieza de las calles.

La limpieza de las calles a fines del siglo XIX fue otro logro sanitario de Benidorm. En aquella época no existía el saneamiento y las aguas negras se recogían en pozos ciegos pero había bastantes casas que no disponían de ellos. El resultado era lo que el periódico El Canfali criticaba en 1883: había calles que parecían cloacas porque algunos hacían allí sus necesidades fisiológicas. Destacaba la calle del Calvari, actualmente Tomás Ortuño: “algunas calles […] asquerosas é inmundas letrinas donde cada quisque se permite actos punibles por la decencia y la higiene” [5].

Pero en 1892 Orts Berdín constataba que se habían corregido: “se han saneado las calles desapareciendo algunos focos de infección” [6]. También fue un logro hacer un nuevo matadero en la playa porque evitaba “la asquerosidad de algunas calles convertidas antes en lagunas de agua, sangre, desperdicios de animales domésticos” [7].

 La limpieza de las calles se encomendó a los vecinos que debían barrer la parte contigua a la fachada de cada casa. Así lo recordaba el acta del 10 de mayo de 1909: “Se hace saber: [...] la obligación que tienen los vecinos de limpiar diariamente la parte de calle que confronta con sus casas bajo la penalidad de la multa que corresponda […] prohibición terminante de arrojar a la vía pública aguas sucias, escrementos, orines ni ninguna clase de inmundicias o basura”. También se disponía que “al objeto de conservar la higiene todos sus vecinos barrerán las fronteras de sus casas todos los días por la mañana y a la caída de la tarde”.

En el acta del 8 de julio 1911, ante la amenaza del cólera morbo se mandaba a los dueños de solares dentro del casco urbano que los limpiaran y vallarán con un muro o con alambre. También que la basura procedente del barrido de las calles no se depositara en los corrales de las casas por ser peligrosa para la salud. Se debería amontonar para que un empleado municipal las recogiera.

 

 

 Malos olores

Aunque en la época que analizamos los científicos ya habían descubierto los patógenos causantes de un buen número de enfermedades infecciosas, en la mentalidad de muchas personas seguía estando arraigada la teoría de su transmisión mediante el aire corrompido por sustancias orgánicas en putrefacción. Según El Canfali ya citado “no es corto el contingente de enfermedades que como corolario inevitable acompaña á esta clase de repugnantes olores”. También recalcaba que en las calles de Benidorm “alguno que otro cadáver de la raza canina ó gatuna, va descomponiéndose á su sabor y llenando de perjudiciales miasmas la atmósfera”. Añadía que los solares eran otro foco de malos olores: “Es costumbre ya inveterada en Benidorm […] desde tiempo remoto, el destinar los solares ó casas derruidas á depósitos de materia que no mencionamos, en obsequio al buen lenguaje y en los que por las continuadas visitas de vecindario, se forman de tiempo en tiempo estensos valladares de sustancias pútridas que infixionando con sus emanaciones el ambiente, ofende sensible y desagradablemente la pituitaria de los que tienen la desgracia de residir en la proximidad á una de estas cloacas al aire libre.” [8].

 La creencia en los malos olores como causa de enfermedad era muy antigua, ya existía en la Edad Media, y se aplicaba a un buen número de enfermedades, predominando en el período que analizamos el cólera y la malaria. Antiguamente se había aplicado también a la peste. Por eso, como medida preventiva general, se intentaba controlar los puntos con materia orgánica en descomposición: establos, estercoleros, letrinas, etc.

La costumbre de ensuciar algunas calles llegó hasta la época de Pedro Zaragoza, que comentó: "Yo recuerdo ese Carreró Brut (callejón sucio) que ahora tiene el nombre de Carrero del Gats (Callejón de los gatos). Este callejón era donde la gente echaba la basura en Benidorm."

Ante una alerta sanitaria por parte del gobernador civil la Junta de Sanidad tomaba disposiciones como:

- Limpieza de estercoleros y establos sacándolos de la población. Debían depositar su contenido fuera del casco urbano, a suficiente distancia. El 17 de mayo de 1909 la junta se hacía eco de quejas vecinales sobre estercoleros dentro del pueblo que podrían dar lugar “á inficcionar el aire y dañar la salud pública” sobre todo cuando empezase el calor “favorable al desarrollo de enfermedades infecciosas”. El 24 de agosto de 1910 se indicaba que los vecinos que tenían cerdos y otros animales en casa los deberían transportar a más de 1 km de la población “teniéndolos allí en buenas condiciones”. El 8 de julio de 1911 se añadía que no se podrá depositar estiércol en las afueras del pueblo ni junto a las vías públicas. Debería hacerse en “propiedades particulares y serán cubiertos convenientemente con tierra ó arena

- Vigilar la venta de alimentos en el mercadillo de la plaza de la Constitución y en las tiendas para asegurar que estuviesen en condiciones higiénicas.

 


La vigilancia de la venta de alimentos en mercadillos y tiendas era práctica habitual cuando e temía la aparición de una epidemia.

 - Los pozos ciegos eran otro foco de malos olores y la junta dispuso que se desinfectaran con cal viva o bromuro de cal: “Mandar que actuen en las letrinas para evitar el desarrollo de gases mefíticos, la cal disuelta en agua ó el bromuro de cal por ser estos antisépticos más usuales”. Antes de limpiarlos había que vaciarlos y por eso se dispuso que la “extracción de materias fecales se verificará unicamente desde las doce de la noche hasta la una de la mañana, debiendo verterlas en la orilla del mar sobre las aguas”. Más adelante, en el acta del 24 de agosto de 1910 se amplió esta precaución: “Se prohibe en absoluto el arrojar á la vía pública, comprendido su Castillo y Torreón, ni alrededor de la población, materia alguna ni aguas sucias vertiendose estas dentro de la orilla del mar”. La orden de verter la suciedad dentro del mar buscaba mantener la limpieza de las playas por razones sanitarias y turísticas.

-Se ordenaba limpiar las balsas del término que no deberían tener agua más de 24 horas porque en el verano las algas y plantas acuáticas en descomposición causaban malos olores.

  

 

 El paludismo.

 El acta del 7 mayo de 1886  recogía la opinión del médico municipal Eduardo Llorca Castells, aparentemente bastante optimista: “afortunadamente hoy la salud pública de esta población es excelente sin que haya otras enfermedades que las palúdicas leves propias de la estación”. Se refería a que el año anterior el municipio había sufrido una pandemia de cólera de alta mortalidad pero también deja claro que el paludismo era una enfermedad que reaparecía cada verano. A pesar de eso no suscitaba el temor de otras enfermedades.

 En el acta del pleno municipal del 30 de julio de 1898 se volvía a tratar el tema del paludismo, una enfermedad endémica en la zona mediterránea. El alcalde José Pérez Llorca indicaba que había recibido muchas quejas verbales por “la existencia de algunos focos de infección que podrían dar lugar al desarrollo del paludismo”. A la corporación le parecieron quejas razonables y acordaron varias medidas que no se entienden si no recordamos que en esa época pensaban que se transmitía a través de la materia orgánica en descomposición:

- Que “los dueños de las balsas y depósitos de agua, no permitan el lavado de la ropa” y que cuando se vacíen limpien bien el fondo y las paredes.

- “prohibido remover y extraer estiercol mientras dure la epoca de la canícula”.

Estas medidas no eran efectivas, ni siquiera la primera, ya que las balsas de las norias eran el lugar donde se reproducían las larvas de los mosquitos anopheles que transmitían la enfermedad. Orts Berdín señaló que en su época se cerraron muchas de ellas: “se han inutilizado muchas norias que causaban en el verano intermitentes [paludismo]” [9]. Pero en los años de sequía se reabrían y se utilizaban como reserva de agua.

 


El mecanismo de la noria para extraer el agua subterránea. Aunque en la imagen vemos hombres lo habitual era utilizar dos caballerías. Fuente: Diccionari de Benidorm.

 La prohibición de los “ameradors” o balsas para macerar el esparto fue otro elemento de la lucha contra el paludismo. En el acta de la junta de sanidad del 3 de marzo de 1910 el Ayudante Militar de Marina del puerto informaba que Juan Ferrando Martí había solicitado permiso para establecer en la playa de la Cala de Benidorm “un amerador para esparto cocido”. Lo comunicaba para saber si su autorización suponía perjuicio a la salud pública de la población. La Junta consideró que era muy perjudicial porque “la amaceración del esparto produce al fermentar y descomponerse emanaciones pútridas e infecciosas que dan lugar á afecciones palúdicas alcanzado su acción a grandes distancias; hallándose el punto en que se trata de cocer ó macerar el esparto á corta distancia de la carretera de Silla a Alicante, lugar de mucho tránsito, situado aún  á más corta distancia de dicho punto el cuartel o casilla donde habitan los carabineros con sus familias, además de otras casas de vecinos que existen en aquellas proximidades”. Por tanto dictaminó que no procedía autorizar el “amerador”. Esta precaución resultaba inútil porque los “ameradors” de la playa utilizaban agua de mar cuya alta concentración de sal impedía el desarrollo de las larvas de los mosquitos.

 

 

La lepra.

Aunque en la época que estamos analizando había algunos casos de lepra en la Marina Alta y Baja, no era una enfermedad exclusiva de estas comarcas. Estaba extendida por Europa y Asia desde hacía milenios y seguía causando el mismo pánico y el mismo rechazo que antaño. Durante siglos se había considerado que era un castigo divino por los pecados y lo seguía siendo a fines del siglo XIX a pesar de que el noruego Gerhard Armauer Hansen había descubierto en 1874 que era una enfermedad infecciosa provocada por la bacteria Mycobacterium leprae.

Hoy día es una enfermedad de fácil curación pero la padecen entre dos y tres millones de personas en todo el mundo según la OMS. En nuestro país dejó de ser endémica a partir de la década de 1950 porque se utilizaban fármacos que impedían su transmisión y desde 1987 ya se dispone de una medicación que la cura. También se sabe que una parte importante de la población está inmunizada de forma natural contra la lepra. Para los no inmunizados el contagio se produce tras una convivencia muy larga, a veces de años, con un enfermo. Su período de incubación es muy largo y los síntomas se manifiestan muy lentamente. En fases avanzadas las lesiones cutáneas provocan desfiguración y discapacidad lo que contribuye a su estigma social.

 A fines del siglo XIX la lepra no tenía cura. Se recurría a evitar la propagación de la enfermedad mediante la reclusión de los leprosos en lazaretos para aislarlos del resto de la población. La prensa  informaba sobre la existencia de casos de lepra en las dos Marinas. Un ejemplo lo tenemos en “El Bien Público”, un diario de Mahón, que informaba: “Es lamentable lo que sucede en varios pueblos de la Marina: la terrible lepra está haciendo estragos, propagándose de pueblo en pueblo sin que se vean realizados los diferentes proyectos que la Diputación provincial tiene en estudio para reducir los estragos que produce aquella temible plaga.

En el pueblo de Benidorm se cuentan ocho familias leprosas; en la villa de Gata su vecindario se propone levantar en él un hospital para aislar en él á los atacados por aquella enfermedad que son muchos […] la lepra se extiende á muchos otros pueblos, como Parcent y Pedreguer.” [10]. No sabemos si todos los miembros de las ocho familias de Benidorm contrajeron la enfermedad pero aunque hubiese sido así equivaldría a unas 32 personas sobre una población total de 3.032 habitantes. Es decir que habría afectado poco más del 1 % pero el terror que suscitaba era enorme.

 Siete años más tarde, en el acta de la junta de sanidad del 22 de abril d 1899, se indica el fallecimiento por lepra de una persona de Benidorm. Era una enfermedad que se intentaba ocultar por el rechazo social que generaba y costaba llamarla por su nombre. En este caso utilizan la expresión “enfermedad de San Lázaro”. El alcalde informaba que había “fallecido en el día de ayer de la enfermedad de San Lázaro la vecina Rosario Mayor Llorca que habitaba en la calle de la Palma de este poblado”. Por tanto debían tomar medidas “para evitar la propagación de tan terrible enfermedad”. La junta ordenó quemar la cama y ropas de la enferma “á la mayor brevedad posible”.

El día 6 mayo  de dicho año el gobernador civil comunicaba al alcalde de Benidorm que había ordenado “el ingreso en el Lazareto de leprosería establecida en el Manicomio provincial de Elda de los enfermos de lepra vecinos de esa villa José Llinares Climent, Carmen Mayor Llorca y Agustín Navarro”. Por la coincidencia de los apellidos de Rosario y Carmen es probable que fueran hermanas, algo lógico porque, a diferencia de otras enfermedades, la lepra sólo se contrae en casos de contacto muy directo y muy largo con el enfermo.

La junta autorizó al alcalde para que hiciese efectivo ese traslado con las precauciones necesarias para evitar contagios y que acto seguido se desinfectasen los domicilios de los afectados, se quemasen sus enseres y ropas procediendo finalmente a tapiar puertas y ventanas de las casas donde habitaban.

Así pues la forma de evitar la lepra fue recluir a los enfermos en edificios aislados lejos de sus pueblos y sus familias. Algunas personas criticaron la dureza de este método: “Ignoro en la actualidad el número de leprosos que podrá haber en los pueblos de Benidorm, Gata y Parcent, pero me atrevo a afirmar, sin temor a ser desmentido, que no serán muchos los atacados de esta dolencia […] los desgraciado que la padecen se hallan en el más completo aislamiento, no habitando ninguno de ellos en el casco de la población, y sí en casas de campo distantes la que menos a media hora”. [11]. Sin embargo siguieron habiendo enfermos y al año siguiente se informaba que en el vecino pueblo de Finestrat había doce “lazarinos”, o personas con la enfermedad de San Lázaro.

Por eso se acabó por imponer la conveniencia de un gran sanatorio tuberculoso en la Vall de Laguar, el Sanatorio San Francisco de Borja popularmente conocido como Fontilles. La idea surgió en 1902 y se iniciaron las obras pero se paralizaron porque surgió fuerte oposición en algunos sectores. También encontró apoyo en otros, entre ellos el Ayuntamiento de Benidorm que en 1905 dirigió un escrito al presidente de la leprosería San Francisco de Borja pidiéndole que las obras continuaran:  

“D. Miguel Pérez Vives [alcalde], D. Antonio Lorca Iborra, D. Bautista Picó Bernabéu, D. Vicente Fuster Iborra, D. Pedro Devesa Ballester y D. Vicente Zaragozá Soria, mayores de edad, Presidente y vocales del Ayuntamiento de Benidorm, á V.S. Atentamente

EXPONEN: Habiendo llegado a muestro conocimiento que se encuentran todavía paralizadas las obras del Sanatorio para leprosos en Fontilles, y comprendiendo es de interés para esta comarca se lleve á cabo la obra tan humanitaria como higiénica de albergar á dichos enfermos en punto apropiado, atendiendo el dictamen de Comisión Científica, el paraje de Fontilles reune excelentes condiciones para la instalación de una Leprosería, y no existiendo peligro alguno para los habitantes de «La Marina» en cuanto á la salud é intereses materiales,

SUPLICA este Ayuntamiento, en representación del pueblo de Benidorm, que se sirva proseguir las mencionadas obras de esa respetable y digna sociedad;

GRACIA que solicitamos de la bondad del Patronazgo de tan benéfica institución.

Benidorm 4 de febrero de 1905” [12].

Finalmente se reanudaron las obras y el sanatorio se abrió en 1909. Desde entonces los leprosos de la provincia se llevaron a ese centro que recibió ayudas económicas de algunos benidormenses para su mantenimiento.

 

 

El cólera.

En otra entrada de este blog ya he descrito la pandemia de cólera del año 1885 por lo que aquí me limitaré a reseñar las medidas que se tomaron en fechas posteriores. Ya no hubo más episodios graves de cólera morbo por lo que la junta actuó sobre ella cuando recibía aviso de que comarcas o países vecinos se habían infectado. Así pasó el 22 de septiembre de 1908 cuando el gobernador civil ordenó a la junta de sanidad que tomara precauciones ante la epidemia de “Cólera Morbo Asiático, en Rusia”, sobre todo con las “procedencias exteriores” es decir controlando personas y mercancías que llegaban en barcos provenientes de otros países.

Un elemento nuevo pero muy necesario fue la difusión entre adultos y niños de las normas de higiene y prevención de las enfermedades. Leemos en el acta del 26 de septiembre de 1908 que el alcalde de Villajoyosa indicaba  al de Benidorm  la conveniencia de que los maestros enseñaran a niños y adultos las normas de higiene: “para prevenir una invasión colérica […] cooperacion Maestros Instrucción que podrán facilmente convencer a muchos de que las reglas de higiene deben cumplirse y sirven de defensa para toda clase de enfermedades”.

El Ayuntamiento recibió varios telegramas del gobierno civil mandándole que adquiriera material sanitario y que leyeran diariamente la Gaceta de Madrid y el Boletín Oficial de la provincia para conocer las disposiciones al respecto. Las medidas preventivas de la junta se incluyeron en un bando que se fijó en los sitios de costumbre recordando entre otras cosas la prohibición de lavar ropas y objetos en la Séquia Mare y también la necesidad de que las balsas “estén limpias sin retener las aguas […] más de veinticuatro horas”.

 El acta del 24 de agosto de 1910 indica que las autoridades habían alertado de la existencia de cólera morbo en el reino de Italia. El alcalde publicó un bando ordenando las habituales medidas de limpieza de letrinas, cuadras, corrales, norias y acequias. Además se aprobaron otras normas, entre ellas la adquisición de un carro para recoger “las basuras y aguas sucias” y arrendar dos casas en las afueras del pueblo para lazareto de coléricos si fuera menester. También constituir dos brigadas sanitarias de seis personas para curar a los enfermos y pagar a cuatro monjas de la caridad para que los atendiesen. Como medidas preventivas se decidió impedir la entrada de indigentes, control de los viajeros que acudiesen a Benidorm y comprar cal viva para que los pobres pudieran desinfectar sus pozos ciegos, cuadras, etc.

El Rincón de Loix a principios del siglo XX estaba casi despoblado. La casa de la imagen, Villa Lucía, fue mandada construir por Luis de Cáceres Pereira, abuelo materno de Edelmiro Trillo. Era capitán de Carabineros y residía en Alicante pero antes había estado destinado al cuartel de Caletes. Tras su jubilación se construyó esta casa en primera línea de playa y residía en ella una parte del año. No había un camino desde Benidorm al Rincón y por supuesto tampoco tenía electricidad ni estaba conectado a la red de abastecimiento de agua potable ni a la de saneamiento porque no existían. En su lugar aljibe y pozo ciego, lo usual en esa época. Fuente: Archivo Municipal de Benidorm, fondo de Edelmiro Trillo.

El acta del 5 de septiembre de 1910 recoge un caso de incautación de una embarcación para prevenir que hubiese enfermos de cólera. El teniente de carabineros había comunicado que en la tarde anterior aprehendieron en la inmediación de la “Isleta Mitjana” el falucho San José con contrabando de tabaco “y cuatro hombres de tripulación, cuya embarcación con sus tripulantes y pareja de carabineros aprehensora había conducido frente á la caseta del puesto “Caletes”, permaneciendo allí todos incomunicados en cumplimiento de medidas Sanitarias hasta que marinos del mismo cuerpo avisados previamente vengan desde Alicante á conducirlo todo al puerto de dicha ciudad”. El alcalde Vicente Zaragoza Soria, el Médico inspector de sanidad Jaime Fuster Barceló, el vocal de la junta Francisco Saval Ortuño y el alguacil Bautista Orquín Pérez se trasladaron “al punto denominado “Caletas”, distante dos kilómetros de la población en la Playa de Levante observando desde la orilla del mar un falucho de pequeñas dimensiones anclado en sitio conveniente y completamente aislado”. En el cuartel de Caletes encontraron al teniente que les confirmó lo expresado en el oficio: el falucho San José fue apresado sobre las 14 horas del día 4 pero como a las 19 horas (las 21 horas horario actual), se levantó fuerte viento y mala mar decidió hacer desembarcar a la tripulación y a los dos carabineros. Los instaló en una caseta aislada hasta que a primeras horas de la madrugada, calmada la mar, reembarcaran en espera de ser conducidos a Alicante.

El miedo al contagio de cólera provocó roces con el municipio de l’Alfàs del Pi. Según el acta del 5 de septiembre el alcalde indicó: “Sabido es de todos que en general el lavado de ropas de esta población se efectúa por lavanderas del inmediato pueblo de Alfaz del Pi en aquel término, cuyo servicio constituye una industria para aquellas mujeres; pero es el caso que ahora el Ayuntamiento, Junta de Sanidad, ó Alcaldía de aquel pueblo (y ya van de esto muchas quejas presentadas), con motivo de disposiciones de higiene y salubridad han prohibido la introducción de ropas sucias para el lavado, sin fundamento alguno por lo visto, puesto que en esta villa y su término la salud es completa y no existe ninguna enfermedad infecciosa ni contagiosa”.

Para tratar de volver á la normalidad el alcalde “había convenido con Jaime Lloret Ferrandis dueño del lavadero único que existe en esta población aumentara los depósitos que tiene para el lavado de ropas […] habilitando además una noria en puesto conveniente”.  Jaime Lloret residía en Benidorm, en la partida de Fluixà y ese año era concejal. También habló con otros propietarios de norias para permitir el lavado de ropa a la vaciada de las balsas.

 

Lavadero de l’Alfàs del Pi que utilizaba agua d la Séquia Mare.

 

También en esa acta leemos que el alcalde había inspeccionado las escuelas, matadero, Juzgado y depósito municipal encontrándolos limpios y ordenando cambiar pequeños detalles “para el completo saneamiento”. También visitó la iglesia de Sant Jaume “con los debidos respetos a tan sagrado lugar se muestra la misma completamente limpia y con el aseo debido, motivada esta visita por ser el templo punto de gran concurrencia de fieles”.

 En el verano de 1911 se advirtió al Ayuntamiento que el cólera morbo asiático había vuelto a aparecer en algunas ciudades italianas “próximas a nuestras costas y con las que nos unen relaciones intensas diarias y comerciales”. Reunida la junta de sanidad el  8 julio 1911 el secretario leyó la Circular del ministerio de la Gobernación  respecto a medidas de higiene y prevención de infecciones [13]. La junta aprobó emitir un bando al día siguiente con las normas generales de limpieza ya indicadas anteriormente.

 El año siguiente no hubo ninguna alerta de epidemia de cólera en países próximos pero aún así se tomaron precauciones. El acta del 30 de marzo de 1912 nos indica que  por orden de la Inspección provincial de Sanidad, dado que se aproximaba la época del calor, deberían evitar los focos de infección en la localidad ya que el año anterior el cólera azotó “naciones vecinas” y a Cataluña. Volvieron a publicar un bando idéntico al del año anterior. Como novedad se indica que en el presupuesto municipal había fondos para caso de epidemia y un depósito de farmacia con todos los medicamentos necesarios.

Afortunadamente, como en años anteriores, las medidas de aislamiento e higiene habían sido eficaces y no se declaró el cólera en Benidorm y la Marina. Sin embargo, el temor a esa enfermedad tan sumamente contagiosa siguió vivo durante muchos años.

 


Conclusión.

Como conclusión sobre el estado sanitario de Benidorm en los años analizados, creo conveniente señalar que aunque se conocían ya las causas de muchas enfermedades infecciosas no se disponía de los fármacos eficaces que tenemos hoy día. Además, la pervivencia de antiguas creencias médicas produjo algunas actuaciones totalmente inútiles.

Sin embargo en su conjunto fueron eficaces porque con los conocimientos médicos de la época poco más se podía hacer. También es importante señalar que las grandes desigualdades sociales afectaron de forma intensa a la propagación de las enfermedades porque se cebaron sobre todo en los desfavorecidos. Su alimentación insuficiente los volvía débiles frente a las enfermedades infecciosas y su escasez de recursos debilitaba la capacidad de mantener una higiene correcta además de cerrarles el acceso a los medicamentos. Unos medicamentos, por cierto, que se anunciaban en la prensa como remedio simultáneo para gran número de enfermedades pero de casi nula efectividad. Por eso en aquellos años las enfermedades infecciosas provocaban en 36 % de las defunciones mientras que en la actualidad suponen un 1,6 %. Está claro que los progresos de la higiene pública y privada, de la Medicina y los fármacos, junto al acceso fácil al Sistema de Salud para toda la población, supusieron una mejora radical en el estado sanitario de nuestro país. Por desgracia no ha ocurrido lo mismo en todos los países del mundo...    

 

 

 

ANEXO

 

Composición de las Juntas de Sanidad de Benidorm de 1879 a 1925 (AMB 5185/5)

 

Junta 1879-1881

Alcalde: Gregorio Barceló Lloret

Médico: José Pérez Vives

Farmacéutico:

Veterinario: José Mauri Galiana

Vecinos: Jaime Lloret Orts; Miguel Pérez Orts; Miguel Lloret Pérez

Suplentes:

Médico Vicente Lanuza Llorca

Cirujano: Pedro Vives Vilar

Vecinos: Pedro Bayona Nogueroles; José Cortés Pérez; Ricardo Fuster Marco

 

Junta 1885-1887

Alcalde: José Fuster Ivorra

Médico: Eduardo Llorca Castells

Cirujano: Pedro Galindo Such

Veterinario: José Mauri Galiana

Vecinos: Miguel Climent Bayona, José Pérez López, Miguel Ortuño Sanchiz (sic)

Suplentes:

Médico: Vicente Lanuza Llorca

Cirujano Pedro Vives Vilar

Vecinos: Juan Bautista Catalá; Jaime Martí Segarra; Francisco Orozco Ballester.

 

Junta 1887-89

Alcalde: Francisco Zaragoza Fuster

Médico: Vicente Lanuza Llorca

Cirujano: Pedro Vives Vela

Farmacéutico: Juan Bautista Solbes Meliá

Veterinario: José Mauri Galiana

Vecinos: Francisco Grau Llorca; Jaime Pérez Llorca; Antonio Rodríguez López; con lápiz: Francisco Saval

Suplentes:

Médico: Eduardo Llorca Caselles

Cirujano: Pedro Galindo Such

Vecinos: Miguel Soler Barceló; Bartolomé Berenguer Fuster; Ramón Martínez Oriola; con lápiz Vicente Devesa Vives 

 

 

Junta 1889-91

Alcalde: Francisco Zaragoza Fuster

Médico: Vicente Lanuza Llorca

Cirujano: Pedro Vives Vila

Farmacéutico: Juan Bautista Solbes Meliá

Veterinario: José Mauri Galiana

Vecinos: Francisco Grau Llorca; Vicente Devesa Vives; Ramón Rodríguez López

Suplentes:

Médico: Eduardo Llorca Castells

Cirujano: Pedro Galindo Such

Vecinos: Francisco Saval Zaragoza; Bartolomé Berenguer Fuster; Miguel Mas Mallol

 

 

Junta 1893-1895

Alcalde: Francisco Zaragoza Fuster

Médico: Eduardo Llorca Castells

Veterinario: José Mauri Galiana

Cirujano: Pedro Vives Vila

Vecinos: Miguel Mas Lloret; Francisco Saval Zaragoza; Francisco Grau Llorca.

Suplentes:

Vecinos: José Ortuño Llorca; Diego Soria Zaragoza; Francisco Piera Soler

 

Junta 1895-1897

Alcalde: Juan Zaragoza Fuster

Médico: Eduardo Llorca Castells

Cirujano: Pedro Vives Vila

Veterinario: José Mauri Galiana

Vecinos: Vicente Zaragoza Pérez; Francisco Giner Bañuls; Francisco Orozco Ivorra

Sin Suplentes.

 

Junta 1895-1897

Alcalde: Juan Zaragoza Fuster

Médico: Eduardo Llorca Castells

Cirujano: Pedro Vives Vila

Veterinario: José Mauri Galiana

Vecinos: Vicente Zaragoza Pérez; Francisco Giner Bañuls; Francisco Orozco Ivorra

Sin Suplentes.

 

Junta 1899-1901.

Alcalde: José Pérez Llorca

Médico: José Orts Orts

Veterinario José Mauri Galiana

Vecinos: Jaime Barceló Vives; Francisco Orozco Ivorra; Francisco Giner Bañuls;

Vecinos suplentes: Ramón Martínez Oriol; Ramón Pérez Congost; Jerónimo Llorca Ivorra

 

Junta 1908-1909.

Alcalde: Manuel Orts Cano; sus ausencias las preside Miguel Pérez Vives, 1r teniente de alcalde.

Médico. Vicente Lanuza

Farmacéutico: José Vives Orts

Secretario municipal: Bernardo Galindo Ripoll

Vecinos: Eduardo Llorca Castells, médico; Vicente Devesa Baldó; José Francés Bañuls

Junta 1910

Alcalde: Vicente Zaragoza Soria

Médico: Jaime Fuster Barceló

Farmacéutico: José Vives Orts

Secretario municipal: Francisco Saval Ortuño

Vecinos: Eduardo Llorca Castells, médico; Vicente Devesa Baldó; José Francés Bañuls

 

Junta 1911-1913

Alcalde: Vicente Zaragoza Soria

Médico: Jaime Fuster Barceló

Farmacéutico: José Vives Orts

Secretario municipal: Francisco Saval Ortuño

Vecinos: Eduardo Llorca Castells, médico; Vicente Devesa Baldó; José Francés Bañuls

 

Junta 1925.

De acuerdo con  Real Decreto de 9 febrero 1925, artículo 55 y 56  de la sección IX del nuevo Reglamento de Sanidad Municipal se introducen cambios en la composición.

 

Alcalde: Nicolás Morales Orts

Médico: José Pérez Llaudes;

Secretario e Inspector Municipal de Sanidad: Cosme Bayona Fuster.

Secretario municipal: Vicente LLorca Ureta

Farmacéutico: Manuel Lanuza Pérez

Veterinario: José Mas Timoner.

“Técnico de competencia en el ramo de edificaciones urbanas”: Francisco Thous Almiñana

Párroco: Juan N. Segarra Segarra

Maestro: Antonio Blanes Payá

Vocales electivos: Gregorio Llorca Barceló, vecino propietario; Fernando Espasa Pla, vecino obrero.

 

NOTAS:

 [1] MANGAS ROLDÁN, Juana Mª: “Anotaciones sobre las Juntas Municipales de Sanidad”, año 2001. Disponible en https://www.historiaveterinaria.org/update/juntas-municipales-de-sanidad-1457457662.pdf ).

[2] ORTS BERDÍN, PEDRO MARÍA: “Apuntes históricos de Benidorm”, 1892, pág. 247.

[3] LACARRA, J. & SÁNCHES, X.: “Les Obserbacions de Cavanilles dos-cents anys despres”, 1997. Bancaixa Obra Social vol. IV, pág. 280.

[4] AMB: Actas de la Junta de Sanidad, 5185/5

[5] El Canfali 20/03/1883

[6] ORTS BERDÍN, PEDRO MARÍA: “Apuntes históricos…”, 1892, pág. 247.

[7] ORTS BERDÍN, PEDRO MARÍA: “Apuntes históricos”, 1892, pag. 264.

[8] El Canfali 20/03/1883

[9] ORTS BERDÍN, PEDRO MARÍA: “Apuntes históricos”, 1892, pág 247.

[10] “El Bien Público”, diario de Mahón, 07/01/1892.

[11] Diario El Alicantino 12/01/1892.

[12] Revista Fontilles, 0/04/1905

[13] Gaceta de Madrid 5-3-1911