jueves, 2 de diciembre de 2021

Salud y enfermedad en el Benidorm de principios del siglo XX: lepra, paludismo, cólera e higiene pública, de acuerdo con las actas de la Junta de Sanidad.

 


Podemos conocer algunos aspectos curiosos de la salud y las enfermedades de Benidorm a fines del siglo XIX y principios del XX gracias a las actas de su Junta de Sanidad, una institución municipal hoy día desaparecida. Es de suponer que existió al menos desde el año 1833 pero el punto de partida de este artículo es el año 1879. La causa es el gran inconveniente con el que tropieza la investigación histórica en esta localidad: la pérdida de documentación municipal de siglos pasados. No por incendios, conflictos o disturbios sino por considerarlos “papeles sin interés”. Sólo se conservan actas de la junta de sanidad a partir del citado año 1879.

Gracias a ellas analizo en este artículo cómo la junta municipal de sanidad resolvió algunos de los retos para la salud que tenía esta villa en los años a caballo entre el siglo XIX y el XX. Su obligación era hacer frente a las grandes pandemias, epidemias y endemias, pero también a todos los aspectos de la vida cotidiana que podían afectar a la salud de la población: agua potable, limpieza viaria, basura y saneamiento, matadero municipal, balsas de riego, lavaderos, etc. Cumplían así el mandato que había impuesto la Constitución de 1812 a los ayuntamientos: encargarse de «la policía de comodidad y salubridad encargada de remover todo lo que en los pueblos o en los términos, pudiera alterar la salud pública».

 Francisco Amillo Alegre

 

Fotografía de Benidorm fechada el 2 de agosto de 1895. A finales del siglo XIX y principios del XX Benidorm era un pueblo de unos 3.000 habitantes que no había recuperado los 4.502 habitantes del año 1842, el máximo de población de ese siglo. L a baja demografía se tradujo en un Ayuntamiento con escasez crónica de recursos y para muchas personas grandes dificultades para mantener un adecuado sistema higiénico y sanitario por lo que las enfermedades infecciosas eran la principal causa de mortalidad. Fuente: Archivo de Pedro Zaragoza en la Universidad de Alicante,

 

 

Las juntas de Sanidad.

En España las juntas de Sanidad tuvieron una larga historia, iniciada en 1722, para hacer frente a enfermedades catastróficas como la viruela y la peste en el siglo XVIII o la fiebre amarilla y el cólera en el XIX. Duraron dos siglos y medio, hasta la promulgación de la Ley General de Sanidad de 1986. Es un período de tiempo muy dilatado y es normal que a lo largo de él estas instituciones experimentaran numerosas modificaciones. Iniciadas por la monarquía borbónica como órgano centralizado desde Madrid, las reformas del liberalismo iniciadas con las Cortes de Cádiz pusieron el énfasis en su descentralización a través de las juntas provinciales y municipales presididas por gobernadores civiles y alcaldes respectivamente.

La salud animal, en una época en la que los animales domésticos de trabajo o alimentación eran imprescindibles, constituía también una misión importante de las juntas. Por ello incluían un veterinario para controlar las epizootias. [1] Las sucesivas reformas (1833, 1847, 1855, 1904, 1934) ampliaron las atribuciones de las juntas de sanidad siempre bajo la dirección del poder político. Variaron sus miembros y hoy día nos resulta curiosa la presencia del cura a principios del siglo XIX, sustituido más adelante por el médico titular y un cirujano. También era habitual la presencia de un farmacéutico. A partir de 1855 encontramos la participación de vecinos designados por el alcalde; varió su número pero siempre estuvieron presentes en ellas hasta que, tras la Guerra Civil, la reforma de 1944 supuso su desaparición y la incorporación de un médico de FET y JONS, de un maestro nacional y del secretario del ayuntamiento. Su efectividad fue escasa y languidecieron hasta que en 1886 la Ley de Sanidad implicó su desaparición. Al final del artículo se indica la composición de las diversas Juntas de Sanidad del período.

  

 

Agua potable y sanidad municipal.

Un tema fundamental en la salud  de cualquier pueblo o ciudad es suministrar agua para consumo humano libre de gérmenes de enfermedades infecciosas ya que son muchas las potencialmente transmisibles por este medio.

En Benidorm desde el año 1844 se intentó suministrar agua de calidad traída desde el manantial de Carreres, en el barranco de Lliriet, pero este abastecimiento fracasó a los pocos años y hasta 1939 no pudo hacerse realidad. Por eso en el período que aquí se analiza el aporte de agua se realizaba utilizando el agua subterránea de pozos privados y públicos, como el de las calles Metge Cosme Bayona y Alameda. También recogiendo en aljibes el agua de lluvia o llenándolos con el agua de Polop conducida durante el mes de enero a Benidorm por el cauce de la Séquia Mare. Según Orts Berdín eso ya había ocurrido a fines del siglo XIX “han mejorado las aguas potables con los depósitos construidos” [2].

Desde el punto de vista de la contaminación biológica, los pozos se consideraban seguros. Los dos citados se cerraron a fines del siglo XIX no por transmitir enfermedades infecciosas sino porque tenían un contenido de sales minerales tan alto que causaban problemas renales. La salinidad de las aguas subterráneas afectaba a la mayoría de los pozos que tenía Benidorm pero en muy pocos era tan intensa como para recomendar su cierre. Así lo indicaba Cavanilles en el siglo XVIII: “Un solo defecto noté en este pueblo, y fue el gusto salobre del agua cristalina; pero ni fastidia, ni daña á la salud” [3]. “Salmaia” era el nombre que recibía en Benidorm ese tipo de agua.

Los aljibes domésticos llenados con agua de lluvia o con la de Polop eran útiles sólo en años con lluvias de intensidad suficiente. Como en el clima mediterráneo las sequías son un fenómeno recurrente había años en los que los aljibes domésticos no se podían llenar. En Polop el nivel de los manantiales disminuía y la Séquia Mare no podía transportar agua suficiente. Eso es lo que ocurrió en 1879 [4]. El verano había sido muy seco y el 12 de noviembre, en el acta de la junta de sanidad, se exponía el "deplorable estado en que se encuentra este vecindario por la completa carencia de aguas potables". El médico José Pérez Vives, con 50 años de ejercicio en Benidorm, indicó los nocivos efectos de esa sequía con el rebrote de las “fiebres intermitentes” (paludismo) por la reapertura de las norias a causa de la sequía. Normalmente esa agua se utilizaba para regar los cultivos pero ese año algunos vecinos las habían consumido y habían contraído enfermedades: "siendo de suyo insalubres [...] se ha desarrollado endémicamente un sinnúmero de diarreas disentéricas, cólicos biliares, gastralgias gastorreas [= vómitos con dolor de estómago, náuseas y debilidad general] hijas todas á no dudar del uso de estas aguas".

 

Fotografía del 2 de junio de 1929 por el norteamericano Ralph Cornell. Noria junto a la calle del Puente, cuyo nombre alude al puente de la carretera Alicante Valencia que vemos a la derecha; hoy día es la vía Emilio Ortuño pero entonces estaba alejado del pueblo. El agua subterránea extraída mediante norias se acumulaba en balsas de riego.

 Sin embargo las infecciones producidas por el agua sólo las padecían los más pobres: "aquellos pocos vecinos que por su posición social pueden proporcionarse aguas de buena calidad no sufren como el resto del vecindario". La escasez de agua suponía también problemas para mantener una higiene correcta lo que acarreaba mayores posibilidades de contagios de todo tipo. Estos hechos nos muestran la vertiente sociosanitaria de las enfermedades.

 Para resolver la escasez de agua la junta acordó dirigirse al gobernador civil para que "sea conducida el agua potable que le pertenece [a Benidorm] por quien tiene la obligación de hacerlo". Se refería a María del Carmen Bernuy y Osorio de Moscoso de Valda y Ponce de León, heredera de los abolidos señoríos territoriales de Polop y Benidorm. Era la propietaria de la Séquia Mare pero vivía en Madrid y delegaba su control en administradores que descuidaban su mantenimiento.

El 7 mayo de 1886 en el acta de la junta de sanidad se decide cumplir la Real Orden y la circular del gobernador civil para que "se hiciere saber al vecindario por medio de bandos públicos que cuidaran de la limpieza de [,,,] balsas, acequias y demas que exija la conservacion de la higiene pública, como igualmente [...] aguas destinadas a la poblacion”. Con "aguas destinadas a la población" se refería a las que se vendían por las calles desde un barril transportado con un carro. La venta ambulante de agua fue muy usual en Benidorm hasta principios de la década de 1960. 

 

Fotografía de Quico del año 1957 que nos muestra un elemento del Benidorm tradicional. Sobre una calle sin asfaltar un carro con un tonel de agua que se vendía por las calles. La unidad  de venta era el cántaro de dos asas de entre 11 y 12 litros. El precio del “cànter d’aigua” varió con el tiempo pero se encarecía en años de sequía en los que este sistema fue imprescindible. En verano, con la afluencia de veraneantes, registraba el máximo de demanda. Fuente: Diccionari de Benidorm.

 

En el acta del 4 de octubre de 1893 la junta volvía a aludir a la sequía y a sus consecuencias para la salud: "la salud en estado normal es inmejorable en esta localidad como también las condiciones higiénicas por que se rige; pero que se presenta un peligro en época no lejana debido a la absoluta carencia de aguas potables por lo que los vecinos para cumplir la imperiosa necesidad de la sed se ven obligados a hacer uso de las pocas aguas que se encuentran en las charcas y profundidades de los barrancos en sitios apartados de esta población.” La solución era volver a exigir a la propietaria de la Séquia Mare que reparase el cauce ya que los 80 litros por segundo que tenía en Polop se reducían a 18 l/sg en el Saltet, a la entrada de Benidorm, a causa de las numerosas filtraciones de su cauce. “Por lo que opinan la urgente necesidad de conducir las aguas del riego mayor de Alfaz por su cauce natural interrumpidas hoy por el mal estado de la acequia y destrucción de la presa en el barranco de Polop y como sea que tanto en esta población como la vecina de Alfaz del Pi no han tenido nunca otras aguas potables que las del referido riego con las que llenaban varios depositos que hoy se han consumido casi por completo hasta el estremo de costar diez céntimos un cantaro de agua poniendo en grave apuro a las clases menesterosas de la poblacion."

 

 

La Séquia Mare en la Nucia con un ensanchamiento para que bebiesen las caballerías. El cauce se hizo de cemento a principios de la década de 1940 pero hasta entonces había sido de mampostería o de tierra y en ambos casos perdía agua por filtración. Fotografía de Esteve Soler en el Diccionari de Benidorm..

 

Como el administrador de la Séquia Mare solía hacer oídos sordos a las quejas de l’Alfàs del Pi y Benidorm, la junta decidió pedir al gobernador civil que "ordene al Sr. Administrador del riego mayor de Alfaz rehaga la presa del barranco de Polop y deje espedita la acequia para que por ella discurran las aguas  y al Alcalde de Nucia conduzca a dicha acequia las aguas sobrantes de aquel pueblo que hoy como las de Polop se pierden por el barranco, a fin de que despues de discurrir dichas aguas por todo el trayecto de la acequia durante dos dias consecutivos quede aquella limpia y puedan con buenas condiciones llenarse los depositos de este distrito municipal y los del pueblo de Alfaz del Pi”. Además pedía que el gobernador civil enviara a la Guardia Civil para vigilar la acequia y así evitar que se lavara la ropa y se regaran las huertas “durante todo el tiempo que se emplee en llenarse los consabidos depositos”. La propietaria del riego nunca reparó la presa del barranco de Polop ni el cauce.

 

 

Limpieza de las calles.

La limpieza de las calles a fines del siglo XIX fue otro logro sanitario de Benidorm. En aquella época no existía el saneamiento y las aguas negras se recogían en pozos ciegos pero había bastantes casas que no disponían de ellos. El resultado era lo que el periódico El Canfali criticaba en 1883: había calles que parecían cloacas porque algunos hacían allí sus necesidades fisiológicas. Destacaba la calle del Calvari, actualmente Tomás Ortuño: “algunas calles […] asquerosas é inmundas letrinas donde cada quisque se permite actos punibles por la decencia y la higiene” [5].

Pero en 1892 Orts Berdín constataba que se habían corregido: “se han saneado las calles desapareciendo algunos focos de infección” [6]. También fue un logro hacer un nuevo matadero en la playa porque evitaba “la asquerosidad de algunas calles convertidas antes en lagunas de agua, sangre, desperdicios de animales domésticos” [7].

 La limpieza de las calles se encomendó a los vecinos que debían barrer la parte contigua a la fachada de cada casa. Así lo recordaba el acta del 10 de mayo de 1909: “Se hace saber: [...] la obligación que tienen los vecinos de limpiar diariamente la parte de calle que confronta con sus casas bajo la penalidad de la multa que corresponda […] prohibición terminante de arrojar a la vía pública aguas sucias, escrementos, orines ni ninguna clase de inmundicias o basura”. También se disponía que “al objeto de conservar la higiene todos sus vecinos barrerán las fronteras de sus casas todos los días por la mañana y a la caída de la tarde”.

En el acta del 8 de julio 1911, ante la amenaza del cólera morbo se mandaba a los dueños de solares dentro del casco urbano que los limpiaran y vallarán con un muro o con alambre. También que la basura procedente del barrido de las calles no se depositara en los corrales de las casas por ser peligrosa para la salud. Se debería amontonar para que un empleado municipal las recogiera.

 

 

 Malos olores

Aunque en la época que analizamos los científicos ya habían descubierto los patógenos causantes de un buen número de enfermedades infecciosas, en la mentalidad de muchas personas seguía estando arraigada la teoría de su transmisión mediante el aire corrompido por sustancias orgánicas en putrefacción. Según El Canfali ya citado “no es corto el contingente de enfermedades que como corolario inevitable acompaña á esta clase de repugnantes olores”. También recalcaba que en las calles de Benidorm “alguno que otro cadáver de la raza canina ó gatuna, va descomponiéndose á su sabor y llenando de perjudiciales miasmas la atmósfera”. Añadía que los solares eran otro foco de malos olores: “Es costumbre ya inveterada en Benidorm […] desde tiempo remoto, el destinar los solares ó casas derruidas á depósitos de materia que no mencionamos, en obsequio al buen lenguaje y en los que por las continuadas visitas de vecindario, se forman de tiempo en tiempo estensos valladares de sustancias pútridas que infixionando con sus emanaciones el ambiente, ofende sensible y desagradablemente la pituitaria de los que tienen la desgracia de residir en la proximidad á una de estas cloacas al aire libre.” [8].

 La creencia en los malos olores como causa de enfermedad era muy antigua, ya existía en la Edad Media, y se aplicaba a un buen número de enfermedades, predominando en el período que analizamos el cólera y la malaria. Antiguamente se había aplicado también a la peste. Por eso, como medida preventiva general, se intentaba controlar los puntos con materia orgánica en descomposición: establos, estercoleros, letrinas, etc.

La costumbre de ensuciar algunas calles llegó hasta la época de Pedro Zaragoza, que comentó: "Yo recuerdo ese Carreró Brut (callejón sucio) que ahora tiene el nombre de Carrero del Gats (Callejón de los gatos). Este callejón era donde la gente echaba la basura en Benidorm."

Ante una alerta sanitaria por parte del gobernador civil la Junta de Sanidad tomaba disposiciones como:

- Limpieza de estercoleros y establos sacándolos de la población. Debían depositar su contenido fuera del casco urbano, a suficiente distancia. El 17 de mayo de 1909 la junta se hacía eco de quejas vecinales sobre estercoleros dentro del pueblo que podrían dar lugar “á inficcionar el aire y dañar la salud pública” sobre todo cuando empezase el calor “favorable al desarrollo de enfermedades infecciosas”. El 24 de agosto de 1910 se indicaba que los vecinos que tenían cerdos y otros animales en casa los deberían transportar a más de 1 km de la población “teniéndolos allí en buenas condiciones”. El 8 de julio de 1911 se añadía que no se podrá depositar estiércol en las afueras del pueblo ni junto a las vías públicas. Debería hacerse en “propiedades particulares y serán cubiertos convenientemente con tierra ó arena

- Vigilar la venta de alimentos en el mercadillo de la plaza de la Constitución y en las tiendas para asegurar que estuviesen en condiciones higiénicas.

 


La vigilancia de la venta de alimentos en mercadillos y tiendas era práctica habitual cuando e temía la aparición de una epidemia.

 - Los pozos ciegos eran otro foco de malos olores y la junta dispuso que se desinfectaran con cal viva o bromuro de cal: “Mandar que actuen en las letrinas para evitar el desarrollo de gases mefíticos, la cal disuelta en agua ó el bromuro de cal por ser estos antisépticos más usuales”. Antes de limpiarlos había que vaciarlos y por eso se dispuso que la “extracción de materias fecales se verificará unicamente desde las doce de la noche hasta la una de la mañana, debiendo verterlas en la orilla del mar sobre las aguas”. Más adelante, en el acta del 24 de agosto de 1910 se amplió esta precaución: “Se prohibe en absoluto el arrojar á la vía pública, comprendido su Castillo y Torreón, ni alrededor de la población, materia alguna ni aguas sucias vertiendose estas dentro de la orilla del mar”. La orden de verter la suciedad dentro del mar buscaba mantener la limpieza de las playas por razones sanitarias y turísticas.

-Se ordenaba limpiar las balsas del término que no deberían tener agua más de 24 horas porque en el verano las algas y plantas acuáticas en descomposición causaban malos olores.

  

 

 El paludismo.

 El acta del 7 mayo de 1886  recogía la opinión del médico municipal Eduardo Llorca Castells, aparentemente bastante optimista: “afortunadamente hoy la salud pública de esta población es excelente sin que haya otras enfermedades que las palúdicas leves propias de la estación”. Se refería a que el año anterior el municipio había sufrido una pandemia de cólera de alta mortalidad pero también deja claro que el paludismo era una enfermedad que reaparecía cada verano. A pesar de eso no suscitaba el temor de otras enfermedades.

 En el acta del pleno municipal del 30 de julio de 1898 se volvía a tratar el tema del paludismo, una enfermedad endémica en la zona mediterránea. El alcalde José Pérez Llorca indicaba que había recibido muchas quejas verbales por “la existencia de algunos focos de infección que podrían dar lugar al desarrollo del paludismo”. A la corporación le parecieron quejas razonables y acordaron varias medidas que no se entienden si no recordamos que en esa época pensaban que se transmitía a través de la materia orgánica en descomposición:

- Que “los dueños de las balsas y depósitos de agua, no permitan el lavado de la ropa” y que cuando se vacíen limpien bien el fondo y las paredes.

- “prohibido remover y extraer estiercol mientras dure la epoca de la canícula”.

Estas medidas no eran efectivas, ni siquiera la primera, ya que las balsas de las norias eran el lugar donde se reproducían las larvas de los mosquitos anopheles que transmitían la enfermedad. Orts Berdín señaló que en su época se cerraron muchas de ellas: “se han inutilizado muchas norias que causaban en el verano intermitentes [paludismo]” [9]. Pero en los años de sequía se reabrían y se utilizaban como reserva de agua.

 


El mecanismo de la noria para extraer el agua subterránea. Aunque en la imagen vemos hombres lo habitual era utilizar dos caballerías. Fuente: Diccionari de Benidorm.

 La prohibición de los “ameradors” o balsas para macerar el esparto fue otro elemento de la lucha contra el paludismo. En el acta de la junta de sanidad del 3 de marzo de 1910 el Ayudante Militar de Marina del puerto informaba que Juan Ferrando Martí había solicitado permiso para establecer en la playa de la Cala de Benidorm “un amerador para esparto cocido”. Lo comunicaba para saber si su autorización suponía perjuicio a la salud pública de la población. La Junta consideró que era muy perjudicial porque “la amaceración del esparto produce al fermentar y descomponerse emanaciones pútridas e infecciosas que dan lugar á afecciones palúdicas alcanzado su acción a grandes distancias; hallándose el punto en que se trata de cocer ó macerar el esparto á corta distancia de la carretera de Silla a Alicante, lugar de mucho tránsito, situado aún  á más corta distancia de dicho punto el cuartel o casilla donde habitan los carabineros con sus familias, además de otras casas de vecinos que existen en aquellas proximidades”. Por tanto dictaminó que no procedía autorizar el “amerador”. Esta precaución resultaba inútil porque los “ameradors” de la playa utilizaban agua de mar cuya alta concentración de sal impedía el desarrollo de las larvas de los mosquitos.

 

 

La lepra.

Aunque en la época que estamos analizando había algunos casos de lepra en la Marina Alta y Baja, no era una enfermedad exclusiva de estas comarcas. Estaba extendida por Europa y Asia desde hacía milenios y seguía causando el mismo pánico y el mismo rechazo que antaño. Durante siglos se había considerado que era un castigo divino por los pecados y lo seguía siendo a fines del siglo XIX a pesar de que el noruego Gerhard Armauer Hansen había descubierto en 1874 que era una enfermedad infecciosa provocada por la bacteria Mycobacterium leprae.

Hoy día es una enfermedad de fácil curación pero la padecen entre dos y tres millones de personas en todo el mundo según la OMS. En nuestro país dejó de ser endémica a partir de la década de 1950 porque se utilizaban fármacos que impedían su transmisión y desde 1987 ya se dispone de una medicación que la cura. También se sabe que una parte importante de la población está inmunizada de forma natural contra la lepra. Para los no inmunizados el contagio se produce tras una convivencia muy larga, a veces de años, con un enfermo. Su período de incubación es muy largo y los síntomas se manifiestan muy lentamente. En fases avanzadas las lesiones cutáneas provocan desfiguración y discapacidad lo que contribuye a su estigma social.

 A fines del siglo XIX la lepra no tenía cura. Se recurría a evitar la propagación de la enfermedad mediante la reclusión de los leprosos en lazaretos para aislarlos del resto de la población. La prensa  informaba sobre la existencia de casos de lepra en las dos Marinas. Un ejemplo lo tenemos en “El Bien Público”, un diario de Mahón, que informaba: “Es lamentable lo que sucede en varios pueblos de la Marina: la terrible lepra está haciendo estragos, propagándose de pueblo en pueblo sin que se vean realizados los diferentes proyectos que la Diputación provincial tiene en estudio para reducir los estragos que produce aquella temible plaga.

En el pueblo de Benidorm se cuentan ocho familias leprosas; en la villa de Gata su vecindario se propone levantar en él un hospital para aislar en él á los atacados por aquella enfermedad que son muchos […] la lepra se extiende á muchos otros pueblos, como Parcent y Pedreguer.” [10]. No sabemos si todos los miembros de las ocho familias de Benidorm contrajeron la enfermedad pero aunque hubiese sido así equivaldría a unas 32 personas sobre una población total de 3.032 habitantes. Es decir que habría afectado poco más del 1 % pero el terror que suscitaba era enorme.

 Siete años más tarde, en el acta de la junta de sanidad del 22 de abril d 1899, se indica el fallecimiento por lepra de una persona de Benidorm. Era una enfermedad que se intentaba ocultar por el rechazo social que generaba y costaba llamarla por su nombre. En este caso utilizan la expresión “enfermedad de San Lázaro”. El alcalde informaba que había “fallecido en el día de ayer de la enfermedad de San Lázaro la vecina Rosario Mayor Llorca que habitaba en la calle de la Palma de este poblado”. Por tanto debían tomar medidas “para evitar la propagación de tan terrible enfermedad”. La junta ordenó quemar la cama y ropas de la enferma “á la mayor brevedad posible”.

El día 6 mayo  de dicho año el gobernador civil comunicaba al alcalde de Benidorm que había ordenado “el ingreso en el Lazareto de leprosería establecida en el Manicomio provincial de Elda de los enfermos de lepra vecinos de esa villa José Llinares Climent, Carmen Mayor Llorca y Agustín Navarro”. Por la coincidencia de los apellidos de Rosario y Carmen es probable que fueran hermanas, algo lógico porque, a diferencia de otras enfermedades, la lepra sólo se contrae en casos de contacto muy directo y muy largo con el enfermo.

La junta autorizó al alcalde para que hiciese efectivo ese traslado con las precauciones necesarias para evitar contagios y que acto seguido se desinfectasen los domicilios de los afectados, se quemasen sus enseres y ropas procediendo finalmente a tapiar puertas y ventanas de las casas donde habitaban.

Así pues la forma de evitar la lepra fue recluir a los enfermos en edificios aislados lejos de sus pueblos y sus familias. Algunas personas criticaron la dureza de este método: “Ignoro en la actualidad el número de leprosos que podrá haber en los pueblos de Benidorm, Gata y Parcent, pero me atrevo a afirmar, sin temor a ser desmentido, que no serán muchos los atacados de esta dolencia […] los desgraciado que la padecen se hallan en el más completo aislamiento, no habitando ninguno de ellos en el casco de la población, y sí en casas de campo distantes la que menos a media hora”. [11]. Sin embargo siguieron habiendo enfermos y al año siguiente se informaba que en el vecino pueblo de Finestrat había doce “lazarinos”, o personas con la enfermedad de San Lázaro.

Por eso se acabó por imponer la conveniencia de un gran sanatorio tuberculoso en la Vall de Laguar, el Sanatorio San Francisco de Borja popularmente conocido como Fontilles. La idea surgió en 1902 y se iniciaron las obras pero se paralizaron porque surgió fuerte oposición en algunos sectores. También encontró apoyo en otros, entre ellos el Ayuntamiento de Benidorm que en 1905 dirigió un escrito al presidente de la leprosería San Francisco de Borja pidiéndole que las obras continuaran:  

“D. Miguel Pérez Vives [alcalde], D. Antonio Lorca Iborra, D. Bautista Picó Bernabéu, D. Vicente Fuster Iborra, D. Pedro Devesa Ballester y D. Vicente Zaragozá Soria, mayores de edad, Presidente y vocales del Ayuntamiento de Benidorm, á V.S. Atentamente

EXPONEN: Habiendo llegado a muestro conocimiento que se encuentran todavía paralizadas las obras del Sanatorio para leprosos en Fontilles, y comprendiendo es de interés para esta comarca se lleve á cabo la obra tan humanitaria como higiénica de albergar á dichos enfermos en punto apropiado, atendiendo el dictamen de Comisión Científica, el paraje de Fontilles reune excelentes condiciones para la instalación de una Leprosería, y no existiendo peligro alguno para los habitantes de «La Marina» en cuanto á la salud é intereses materiales,

SUPLICA este Ayuntamiento, en representación del pueblo de Benidorm, que se sirva proseguir las mencionadas obras de esa respetable y digna sociedad;

GRACIA que solicitamos de la bondad del Patronazgo de tan benéfica institución.

Benidorm 4 de febrero de 1905” [12].

Finalmente se reanudaron las obras y el sanatorio se abrió en 1909. Desde entonces los leprosos de la provincia se llevaron a ese centro que recibió ayudas económicas de algunos benidormenses para su mantenimiento.

 

 

El cólera.

En otra entrada de este blog ya he descrito la pandemia de cólera del año 1885 por lo que aquí me limitaré a reseñar las medidas que se tomaron en fechas posteriores. Ya no hubo más episodios graves de cólera morbo por lo que la junta actuó sobre ella cuando recibía aviso de que comarcas o países vecinos se habían infectado. Así pasó el 22 de septiembre de 1908 cuando el gobernador civil ordenó a la junta de sanidad que tomara precauciones ante la epidemia de “Cólera Morbo Asiático, en Rusia”, sobre todo con las “procedencias exteriores” es decir controlando personas y mercancías que llegaban en barcos provenientes de otros países.

Un elemento nuevo pero muy necesario fue la difusión entre adultos y niños de las normas de higiene y prevención de las enfermedades. Leemos en el acta del 26 de septiembre de 1908 que el alcalde de Villajoyosa indicaba  al de Benidorm  la conveniencia de que los maestros enseñaran a niños y adultos las normas de higiene: “para prevenir una invasión colérica […] cooperacion Maestros Instrucción que podrán facilmente convencer a muchos de que las reglas de higiene deben cumplirse y sirven de defensa para toda clase de enfermedades”.

El Ayuntamiento recibió varios telegramas del gobierno civil mandándole que adquiriera material sanitario y que leyeran diariamente la Gaceta de Madrid y el Boletín Oficial de la provincia para conocer las disposiciones al respecto. Las medidas preventivas de la junta se incluyeron en un bando que se fijó en los sitios de costumbre recordando entre otras cosas la prohibición de lavar ropas y objetos en la Séquia Mare y también la necesidad de que las balsas “estén limpias sin retener las aguas […] más de veinticuatro horas”.

 El acta del 24 de agosto de 1910 indica que las autoridades habían alertado de la existencia de cólera morbo en el reino de Italia. El alcalde publicó un bando ordenando las habituales medidas de limpieza de letrinas, cuadras, corrales, norias y acequias. Además se aprobaron otras normas, entre ellas la adquisición de un carro para recoger “las basuras y aguas sucias” y arrendar dos casas en las afueras del pueblo para lazareto de coléricos si fuera menester. También constituir dos brigadas sanitarias de seis personas para curar a los enfermos y pagar a cuatro monjas de la caridad para que los atendiesen. Como medidas preventivas se decidió impedir la entrada de indigentes, control de los viajeros que acudiesen a Benidorm y comprar cal viva para que los pobres pudieran desinfectar sus pozos ciegos, cuadras, etc.

El Rincón de Loix a principios del siglo XX estaba casi despoblado. La casa de la imagen, Villa Lucía, fue mandada construir por Luis de Cáceres Pereira, abuelo materno de Edelmiro Trillo. Era capitán de Carabineros y residía en Alicante pero antes había estado destinado al cuartel de Caletes. Tras su jubilación se construyó esta casa en primera línea de playa y residía en ella una parte del año. No había un camino desde Benidorm al Rincón y por supuesto tampoco tenía electricidad ni estaba conectado a la red de abastecimiento de agua potable ni a la de saneamiento porque no existían. En su lugar aljibe y pozo ciego, lo usual en esa época. Fuente: Archivo Municipal de Benidorm, fondo de Edelmiro Trillo.

El acta del 5 de septiembre de 1910 recoge un caso de incautación de una embarcación para prevenir que hubiese enfermos de cólera. El teniente de carabineros había comunicado que en la tarde anterior aprehendieron en la inmediación de la “Isleta Mitjana” el falucho San José con contrabando de tabaco “y cuatro hombres de tripulación, cuya embarcación con sus tripulantes y pareja de carabineros aprehensora había conducido frente á la caseta del puesto “Caletes”, permaneciendo allí todos incomunicados en cumplimiento de medidas Sanitarias hasta que marinos del mismo cuerpo avisados previamente vengan desde Alicante á conducirlo todo al puerto de dicha ciudad”. El alcalde Vicente Zaragoza Soria, el Médico inspector de sanidad Jaime Fuster Barceló, el vocal de la junta Francisco Saval Ortuño y el alguacil Bautista Orquín Pérez se trasladaron “al punto denominado “Caletas”, distante dos kilómetros de la población en la Playa de Levante observando desde la orilla del mar un falucho de pequeñas dimensiones anclado en sitio conveniente y completamente aislado”. En el cuartel de Caletes encontraron al teniente que les confirmó lo expresado en el oficio: el falucho San José fue apresado sobre las 14 horas del día 4 pero como a las 19 horas (las 21 horas horario actual), se levantó fuerte viento y mala mar decidió hacer desembarcar a la tripulación y a los dos carabineros. Los instaló en una caseta aislada hasta que a primeras horas de la madrugada, calmada la mar, reembarcaran en espera de ser conducidos a Alicante.

El miedo al contagio de cólera provocó roces con el municipio de l’Alfàs del Pi. Según el acta del 5 de septiembre el alcalde indicó: “Sabido es de todos que en general el lavado de ropas de esta población se efectúa por lavanderas del inmediato pueblo de Alfaz del Pi en aquel término, cuyo servicio constituye una industria para aquellas mujeres; pero es el caso que ahora el Ayuntamiento, Junta de Sanidad, ó Alcaldía de aquel pueblo (y ya van de esto muchas quejas presentadas), con motivo de disposiciones de higiene y salubridad han prohibido la introducción de ropas sucias para el lavado, sin fundamento alguno por lo visto, puesto que en esta villa y su término la salud es completa y no existe ninguna enfermedad infecciosa ni contagiosa”.

Para tratar de volver á la normalidad el alcalde “había convenido con Jaime Lloret Ferrandis dueño del lavadero único que existe en esta población aumentara los depósitos que tiene para el lavado de ropas […] habilitando además una noria en puesto conveniente”.  Jaime Lloret residía en Benidorm, en la partida de Fluixà y ese año era concejal. También habló con otros propietarios de norias para permitir el lavado de ropa a la vaciada de las balsas.

 

Lavadero de l’Alfàs del Pi que utilizaba agua d la Séquia Mare.

 

También en esa acta leemos que el alcalde había inspeccionado las escuelas, matadero, Juzgado y depósito municipal encontrándolos limpios y ordenando cambiar pequeños detalles “para el completo saneamiento”. También visitó la iglesia de Sant Jaume “con los debidos respetos a tan sagrado lugar se muestra la misma completamente limpia y con el aseo debido, motivada esta visita por ser el templo punto de gran concurrencia de fieles”.

 En el verano de 1911 se advirtió al Ayuntamiento que el cólera morbo asiático había vuelto a aparecer en algunas ciudades italianas “próximas a nuestras costas y con las que nos unen relaciones intensas diarias y comerciales”. Reunida la junta de sanidad el  8 julio 1911 el secretario leyó la Circular del ministerio de la Gobernación  respecto a medidas de higiene y prevención de infecciones [13]. La junta aprobó emitir un bando al día siguiente con las normas generales de limpieza ya indicadas anteriormente.

 El año siguiente no hubo ninguna alerta de epidemia de cólera en países próximos pero aún así se tomaron precauciones. El acta del 30 de marzo de 1912 nos indica que  por orden de la Inspección provincial de Sanidad, dado que se aproximaba la época del calor, deberían evitar los focos de infección en la localidad ya que el año anterior el cólera azotó “naciones vecinas” y a Cataluña. Volvieron a publicar un bando idéntico al del año anterior. Como novedad se indica que en el presupuesto municipal había fondos para caso de epidemia y un depósito de farmacia con todos los medicamentos necesarios.

Afortunadamente, como en años anteriores, las medidas de aislamiento e higiene habían sido eficaces y no se declaró el cólera en Benidorm y la Marina. Sin embargo, el temor a esa enfermedad tan sumamente contagiosa siguió vivo durante muchos años.

 


Conclusión.

Como conclusión sobre el estado sanitario de Benidorm en los años analizados, creo conveniente señalar que aunque se conocían ya las causas de muchas enfermedades infecciosas no se disponía de los fármacos eficaces que tenemos hoy día. Además, la pervivencia de antiguas creencias médicas produjo algunas actuaciones totalmente inútiles.

Sin embargo en su conjunto fueron eficaces porque con los conocimientos médicos de la época poco más se podía hacer. También es importante señalar que las grandes desigualdades sociales afectaron de forma intensa a la propagación de las enfermedades porque se cebaron sobre todo en los desfavorecidos. Su alimentación insuficiente los volvía débiles frente a las enfermedades infecciosas y su escasez de recursos debilitaba la capacidad de mantener una higiene correcta además de cerrarles el acceso a los medicamentos. Unos medicamentos, por cierto, que se anunciaban en la prensa como remedio simultáneo para gran número de enfermedades pero de casi nula efectividad. Por eso en aquellos años las enfermedades infecciosas provocaban en 36 % de las defunciones mientras que en la actualidad suponen un 1,6 %. Está claro que los progresos de la higiene pública y privada, de la Medicina y los fármacos, junto al acceso fácil al Sistema de Salud para toda la población, supusieron una mejora radical en el estado sanitario de nuestro país. Por desgracia no ha ocurrido lo mismo en todos los países del mundo...    

 

 

 

ANEXO

 

Composición de las Juntas de Sanidad de Benidorm de 1879 a 1925 (AMB 5185/5)

 

Junta 1879-1881

Alcalde: Gregorio Barceló Lloret

Médico: José Pérez Vives

Farmacéutico:

Veterinario: José Mauri Galiana

Vecinos: Jaime Lloret Orts; Miguel Pérez Orts; Miguel Lloret Pérez

Suplentes:

Médico Vicente Lanuza Llorca

Cirujano: Pedro Vives Vilar

Vecinos: Pedro Bayona Nogueroles; José Cortés Pérez; Ricardo Fuster Marco

 

Junta 1885-1887

Alcalde: José Fuster Ivorra

Médico: Eduardo Llorca Castells

Cirujano: Pedro Galindo Such

Veterinario: José Mauri Galiana

Vecinos: Miguel Climent Bayona, José Pérez López, Miguel Ortuño Sanchiz (sic)

Suplentes:

Médico: Vicente Lanuza Llorca

Cirujano Pedro Vives Vilar

Vecinos: Juan Bautista Catalá; Jaime Martí Segarra; Francisco Orozco Ballester.

 

Junta 1887-89

Alcalde: Francisco Zaragoza Fuster

Médico: Vicente Lanuza Llorca

Cirujano: Pedro Vives Vela

Farmacéutico: Juan Bautista Solbes Meliá

Veterinario: José Mauri Galiana

Vecinos: Francisco Grau Llorca; Jaime Pérez Llorca; Antonio Rodríguez López; con lápiz: Francisco Saval

Suplentes:

Médico: Eduardo Llorca Caselles

Cirujano: Pedro Galindo Such

Vecinos: Miguel Soler Barceló; Bartolomé Berenguer Fuster; Ramón Martínez Oriola; con lápiz Vicente Devesa Vives 

 

 

Junta 1889-91

Alcalde: Francisco Zaragoza Fuster

Médico: Vicente Lanuza Llorca

Cirujano: Pedro Vives Vila

Farmacéutico: Juan Bautista Solbes Meliá

Veterinario: José Mauri Galiana

Vecinos: Francisco Grau Llorca; Vicente Devesa Vives; Ramón Rodríguez López

Suplentes:

Médico: Eduardo Llorca Castells

Cirujano: Pedro Galindo Such

Vecinos: Francisco Saval Zaragoza; Bartolomé Berenguer Fuster; Miguel Mas Mallol

 

 

Junta 1893-1895

Alcalde: Francisco Zaragoza Fuster

Médico: Eduardo Llorca Castells

Veterinario: José Mauri Galiana

Cirujano: Pedro Vives Vila

Vecinos: Miguel Mas Lloret; Francisco Saval Zaragoza; Francisco Grau Llorca.

Suplentes:

Vecinos: José Ortuño Llorca; Diego Soria Zaragoza; Francisco Piera Soler

 

Junta 1895-1897

Alcalde: Juan Zaragoza Fuster

Médico: Eduardo Llorca Castells

Cirujano: Pedro Vives Vila

Veterinario: José Mauri Galiana

Vecinos: Vicente Zaragoza Pérez; Francisco Giner Bañuls; Francisco Orozco Ivorra

Sin Suplentes.

 

Junta 1895-1897

Alcalde: Juan Zaragoza Fuster

Médico: Eduardo Llorca Castells

Cirujano: Pedro Vives Vila

Veterinario: José Mauri Galiana

Vecinos: Vicente Zaragoza Pérez; Francisco Giner Bañuls; Francisco Orozco Ivorra

Sin Suplentes.

 

Junta 1899-1901.

Alcalde: José Pérez Llorca

Médico: José Orts Orts

Veterinario José Mauri Galiana

Vecinos: Jaime Barceló Vives; Francisco Orozco Ivorra; Francisco Giner Bañuls;

Vecinos suplentes: Ramón Martínez Oriol; Ramón Pérez Congost; Jerónimo Llorca Ivorra

 

Junta 1908-1909.

Alcalde: Manuel Orts Cano; sus ausencias las preside Miguel Pérez Vives, 1r teniente de alcalde.

Médico. Vicente Lanuza

Farmacéutico: José Vives Orts

Secretario municipal: Bernardo Galindo Ripoll

Vecinos: Eduardo Llorca Castells, médico; Vicente Devesa Baldó; José Francés Bañuls

Junta 1910

Alcalde: Vicente Zaragoza Soria

Médico: Jaime Fuster Barceló

Farmacéutico: José Vives Orts

Secretario municipal: Francisco Saval Ortuño

Vecinos: Eduardo Llorca Castells, médico; Vicente Devesa Baldó; José Francés Bañuls

 

Junta 1911-1913

Alcalde: Vicente Zaragoza Soria

Médico: Jaime Fuster Barceló

Farmacéutico: José Vives Orts

Secretario municipal: Francisco Saval Ortuño

Vecinos: Eduardo Llorca Castells, médico; Vicente Devesa Baldó; José Francés Bañuls

 

Junta 1925.

De acuerdo con  Real Decreto de 9 febrero 1925, artículo 55 y 56  de la sección IX del nuevo Reglamento de Sanidad Municipal se introducen cambios en la composición.

 

Alcalde: Nicolás Morales Orts

Médico: José Pérez Llaudes;

Secretario e Inspector Municipal de Sanidad: Cosme Bayona Fuster.

Secretario municipal: Vicente LLorca Ureta

Farmacéutico: Manuel Lanuza Pérez

Veterinario: José Mas Timoner.

“Técnico de competencia en el ramo de edificaciones urbanas”: Francisco Thous Almiñana

Párroco: Juan N. Segarra Segarra

Maestro: Antonio Blanes Payá

Vocales electivos: Gregorio Llorca Barceló, vecino propietario; Fernando Espasa Pla, vecino obrero.

 

NOTAS:

 [1] MANGAS ROLDÁN, Juana Mª: “Anotaciones sobre las Juntas Municipales de Sanidad”, año 2001. Disponible en https://www.historiaveterinaria.org/update/juntas-municipales-de-sanidad-1457457662.pdf ).

[2] ORTS BERDÍN, PEDRO MARÍA: “Apuntes históricos de Benidorm”, 1892, pág. 247.

[3] LACARRA, J. & SÁNCHES, X.: “Les Obserbacions de Cavanilles dos-cents anys despres”, 1997. Bancaixa Obra Social vol. IV, pág. 280.

[4] AMB: Actas de la Junta de Sanidad, 5185/5

[5] El Canfali 20/03/1883

[6] ORTS BERDÍN, PEDRO MARÍA: “Apuntes históricos…”, 1892, pág. 247.

[7] ORTS BERDÍN, PEDRO MARÍA: “Apuntes históricos”, 1892, pag. 264.

[8] El Canfali 20/03/1883

[9] ORTS BERDÍN, PEDRO MARÍA: “Apuntes históricos”, 1892, pág 247.

[10] “El Bien Público”, diario de Mahón, 07/01/1892.

[11] Diario El Alicantino 12/01/1892.

[12] Revista Fontilles, 0/04/1905

[13] Gaceta de Madrid 5-3-1911

martes, 26 de octubre de 2021

 La pandemia de cólera morbo del año 1885 en Benidorm.

 

La del año 1885 fue la última gran pandemia de cólera de nuestra comarca. El terror que provocó continuó vivo mucho después de haberla superado: 25 años más tarde el alcalde de Benidorm Vicente Zaragoza Soria se refería a ella destacando los “dolorosos estragos de tan terrible epidemia”. Se decía que la muerte se cebaba sobre todo en mujeres y niños infectados.

También llama la atención que en dicha pandemia hubiera negacionistas, antivacunas y rechazo a los confinamientos, algo que hoy día nos resulta familiar con la pandemia de COVID-19. Está claro que no es exclusivo de nuestra época.

 Se han escrito muchos artículos explicando la evolución e incidencia de la pandemia de 1885 en diversos municipios o comarcas pero muy pocos sobre su impacto en Benidorm a pesar de lo intensamente que afectó a nuestros antepasados. La presente entrada de HISTOBENIDORM  pretende aportar algunos datos para remediar esta carencia de información.

 Francisco Amillo

 

 

 

En el siglo XIX, procedentes de la India, se produjeron varias pandemias de cólera (1834, 1854, 1859,1865 y 1885) que en nuestro país hicieron enfermar a muchas personas muriendo un buen número de ellas. La Medicina de la época no tenía remedios eficaces, sólo medidas preventivas como los confinamientos. Para evitarlos, las personas que podían abandonaban las localidades contagiadas porque la enfermedad se difundía rápidamente y quedarse era arriesgado. Además sus síntomas eran muy desagradables: los enfermos sufrían vómitos y continuas diarreas que provocaban su deshidratación y en muchos casos la muerte al cabo de una semana.

 El cólera se transmitía principalmente por el contacto con los vómitos y la materia fecal en las manos y ropas de los cuidadores. También por el agua y alimentos contaminados con la bacteria, algo difícil de evitar en aquella época ya que desconocían sus mecanismos de transmisión. A ello se sumaban las pocas facilidades para tener la mínima higiene y la ausencia de medicamentos efectivos.

 


1. Fotografía fechada hacia el año 1900 mostrando la calle Tomás Ortuño con un aspecto similar al de 1885. El edificio de la izquierda es actualmente la Casa Museo de l’Hort de Colón. La higiene pública en Benidorm tenía el inconveniente de sus calles de tierra transitadas por caballerías que la ensuciaban. Por eso se ordenaba que los vecinos mantuviesen limpia la parte de calle que daba a su fachada. La escasez de agua en muchos domicilios era otra dificultad para la higiene. Fuente: “Benidorm” Comissió de Festes Patronals 1985.

 


 2. La calle Pescadores engalanada para las fiestas patronales. La fotografía es de mediados del siglo XX pero su aspecto no sería muy diferente del de 1885.

 


 3. El diario El Canfali del 10/03/1883 criticaba otro de los elementos que en aquellos años contribuían a la falta de higiene de las calles: su contaminación fecal que podía ser un vehículo de transmisión del cólera.

  

Benidorm, como la mayoría de las poblaciones de la Marina Baixa, sufrió las pandemias de cólera del siglo XIX. El abastecimiento de agua se hacía mediante la Séquia Mare que circulaba al aire libre en su mayor parte, permitiendo su contaminación fecal. Además se utilizaba para a lavar las ropas de los enfermos de cólera y aunque se obligaba a hacerlo en sitios apartados, no siempre cumplían esa norma y contaminaban el agua con la que regaban verduras y hortalizas.

 En el casco urbano el saneamiento público era muy deficiente. Las calles constituían otro foco de infección según el periódico El Canfali, ya que eran “asquerosas e inmundas letrinas, donde cada quisque se permite actos punibles por la decencia y la higiene […] alguno que otro cadáver de la raza canina ó gatuna va descomponiéndose á su sabor y llenando de perjudiciales miasmas la atmósfera” [1]. Los pozos ciegos también podían difundir el cólera ya que los de las casas situadas en cotas más altas filtraban sus aguas negras hacia los aljibes de agua potable de las más bajas. Y no todos tenían pozos ciegos, sobre todo las casas de Canfali, que arrojaban las aguas negras a la playa del Mal Pas desde el “tirador”.

 

 

 Negacionistas, antivacunas y protestas por los confinamientos.

  En 1884 Robert Koch había descubierto el origen de la enfermedad, la bacteria que hoy denominamos Vibrio cholerae pero que en el siglo XIX denominaban bacillus virgula. Lo encontró en el intestino de los enfermos del “cólera morbo asiático” y supo que se transmitía por el agua y los alimentos contaminados. Así lo explicaba un médico de Alcoi: “Que el veneno colejiriano se transmite del hombre enfermo al sano [...] principalmente por todo aquello que tiene relación con los materiales diarréicos y los espulsados por el vómito” [2].

 En ese mismo año 1884 el Instituto Médico Valenciano identificó el agente patógeno descubierto por Koch como causante de la enfermedad. Uno de sus miembros, el doctor Amalio Gimeno “habló de las ideas de Koch al admitir como causa específica el Bacillus Virgula, que se encontraba en todos los casos de cólera y que se contagiaba por vía digestiva”. En el Boletín de dicha asociación escribió: “podemos dar una interesante noticia a nuestros lectores. Examinadas microscópicamente las deposiciones de los enfermos en Beniopa, se ha logrado encontrar el bacilo vírgula de Koch: hemos tratado de obtener cultivos y lo hemos conseguido en la patata y en la gelatina con todos los caracteres distintivos. El Instituto Médico Valenciano ha sido la primera corporación de España que ha podido observar preparaciones microscópicas del célebre microbio colérico” [3].

 Está claro que en Valencia había un grupo de médicos que estaban al tanto de los últimos avances de la Medicina pero sus ideas no llegaron a la mayoría de la población. Muchas personas se resistía a aceptar la teoría microbiana de la enfermedad y se aferraban a la antigua teoría de los miasmas. Según ellos las partículas procedentes de la descomposición de la materia orgánica se transmitían por el aire y al respirarlas causaban varias enfermedades, entre ellas el cólera. Así explicaban que Altea fue la primera villa de la Marina Baixa que tuvo cólera porque las muchas acequias de su término estaban “llenas de líquenes y materias orgánicas en descomposición” que  emanaban vapores infectados. La mayoría de las precauciones contra el cólera que se tomaron en la comarca estaban dirigidas a evitar elementos en putrefacción y sus gases supuestamente infecciosos.

 En la prensa de la época fue frecuente la actitud de negar la existencia de la enfermedad. El aumento de enfermos con vómitos y diarreas lo atribuían a otras enfermedades productoras de dichos síntomas, no al contagio del cólera, y criticaban duramente a los médicos que lo habían diagnosticado.

  Tampoco faltaban los que seguían otra teoría, aún más antigua, que veía la enfermedad como el castigo de Dios por los pecados de los hombres: “Tras el cólera, inundaciones; tras las inundaciones terremotos. ¡Ah! el mundo se ha apartado de los caminos del Señor; la blasfemia y la profanación de los días festivos y el desprecio de las leyes divinas y de la iglesia […] han provocado las iras de Dios que un día y otro castiga á los pueblos prevaricadores con toda clase de plagas” [4].

 


 4. Si el origen de la enfermedad era la voluntad de Dios los remedios debían ser religiosos. Publicidad del agua del Carmen, con las imágenes de San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús, para curar el cólera y otras enfermedades. Imagen del diario “El Constitucional”, 08/01/1885.

 En 1885 España disponía de una vacuna contra el cólera antes de que se propagara la enfermedad. La había creado el médico catalán Jaume Ferrán i Clúa (1851-1929) que tras ir a Marsella en 1884 para estudiar la epidemia de cólera que azotaba a la ciudad, preparó unos cultivos atenuados de la bacteria descubierta por Koch. Tuvo partidarios y detractores, ganando estos últimos a pesar de la evidencia de su efectividad.

 En 1884 el Dr. Ferrán realizó vacunaciones contra el cólera en Alicante, la Vila Joiosa, Santa Pola y Elx [5]. Al año siguiente vacunó a miles de personas en la provincia de Valencia, que estaba sufriendo la epidemia, en las poblaciones de “Alzira, en abril de 1885, dirigida por el mismo Jaime Ferrán […]  población a la que sucedieron, a los pocos días, Chiva, Cheste o la misma Valencia. No obstante, la vacuna de Ferrán choca en aquellos momentos con importantes detractores como […] Santiago Ramón y Cajal” [6].

 


 5. El Dr. Ferrán vacunando contra el cólera en Alzira en plena epidemia. La vacuna era efectiva a partir del quinto día y hubo bastantes vacunados que ya habían contraído la enfermedad lo que, en opinión de los detractores de Ferrán, indicaba que su método era un fracaso. Fuente: revista La Ilustración Nacional, 1885.

 La oposición a la vacuna que manifestaron bastantes médicos se extendió a la clase política y el debate llegó al Parlamento. Ante una interpelación de Emilio Castelar el ministro de la Gobernación Francisco Romero Robledo indicó que se negaba a subvencionar las investigaciones del Dr. Ferrán porque “la ciencia ha planteado el siguiente problema: «¿Es el microbio causa de la enfermedad, o efecto de la enfermedad?». Mientras este problema no se resuelva, no hay medios de conocer la verdad del descubrimiento del doctor Ferrán.” [7].

  También surgieron protestas por los confinamientos en las localidades “invadidas”, que así denominaban en esa época las infecciones. Los confinamientos se hicieron mediante “cordones sanitarios”. Consistía en rodear el pueblo infectado con tropas y fuerzas del orden público que debían impedir las entradas y salidas de personas y mercancías “sucias”, es decir de las zonas afectadas por el cólera. Los cordones sanitarios suponían un perjuicio económico grande para comerciantes y trabajadores en otras localidades. Para todos implicaba desabastecimiento de productos de primera necesidad que se volvían escasos y caros. Para los más pobres significó hambre.

 

 

 El preludio: la pandemia del año1884.

 A primeros de junio de 1884 se supo en la provincia de Alicante que el cólera, el “horroroso huesped del Ganjes”, había aparecido en Tolón y Marsella, lo que había motivado la creación de un cordón sanitario en la frontera con Francia.

 A principios del verano la prensa quería dar sensación de tranquilidad: había peligro pero si se tomaban medidas evitarían el contagio.  Las autoridades locales tomaron precauciones para prevenir la difusión de la enfermedad y así el alcalde de la Vila Joiosa Antonio Esquerdo suspendió las fiestas de Santa Marta que debían celebrarse del 24 de julio hasta el 1 de agosto [8].

 La prensa informaba con asiduidad de la situación epidemiológica en Francia e Italia y también se escribieron artículos difundiendo las medida higiénicas preventivas que debía tomar la población. Animó a los ciudadanos para que colaborasen con las juntas de socorro locales donando dinero para ayudar a los más desfavorecidos en caso de epidemia en la provincia.

 Durante los meses de julio y agosto publicaron insistentemente que el cólera no afectaba en absoluto a España, calificando de absurdas algunas informaciones contrarias. Sin embargo la realidad no iba por ese camino. Las medidas adoptadas no habían sido efectivas y a finales de agosto el cólera morbo llegó al sur de la provincia de Alicante: el día 31, al mismo tiempo que el diario El Constitucional publicaba “De cólera morbo no hay caso alguno en España” se declaraba oficialmente su presencia en Elche. A primeros de septiembre el diario El Graduador criticaba que las autoridades hubiesen declarado la enfermedad en Monforte y en Novelda donde las tropas establecieron cordones sanitarios [9].

 El 4 de septiembre el Gobierno declaraba la existencia de cólera en Alicante capital y tomaba medidas drásticas que fueron duramente criticadas por El Graduador: “Los trenes que salieron hace tres días de Alicante se hallan detenidos en Venta la Encina esperando que se construya un lazareto […] y á los viajeros se les tiene encerrados en los coches […] los pueblos que se creen infestados, han sido cerrados por un cordón militar […] se ha prohibido que por las carreteras circulen mercancías, y equipajes, y á los pueblos infestados no llegan, por consiguiente víveres de ninguna clase” [10].

  El miedo se extendió por la provincia y en Orxeta alcanzó gran intensidad. El diario El Graduador criticaba con dureza que en los pueblos de la comarca sin enfermos de cólera los alcaldes expedían “patentes de sanidad” que, según la normativa oficial, permitían desplazarse a otras poblaciones. Los vecinos de la Vila Joiosa, Relleu y Sella aceptaban esos pases pero no Orxeta, cuya junta de Sanidad dispuso que ningún forastero podía transitar por el pueblo. Eso cortaba la ruta de la Vila Joiosa a Alcoi por la que las poblaciones de la Marina exportaban sus productos agrícolas y pesqueros a la industrial Alcoi perjudicando a muchas personas por la pérdida de jornales y ventas [11].

 En Alicante capital el brote de cólera morbo cesó pronto, continuando en Novelda, Elche y Monforte hasta los primeros días de octubre. En estas localidades la infección había durado alrededor de un mes con un número elevado de defunciones.

Al remitir el cólera volvía la tranquilidad a la provincia y a la Marina Baixa. En Benidorm no disponemos de las actas de los plenos municipales ni las de la Junta de Sanidad de ese año 1884, por lo que ignoramos qué medidas se tomaron pero, por datos indirectos, da la impresión que o no padeció cólera o lo hizo de forma muy leve.

  Pero la paz duró poco. Los primeros días de noviembre la Marina Baixa  sufrió un temporal de lluvias tan intensas que provocaron graves daños en la agricultura: “Nos escriben de Altea dándonos cuenta de los estragos causados en los campos por las últimas lluvias; las primeras echaron á perder la elaboracion de la pasa que constituye la principal riqueza de aquel pais, y las últimas se ha llevado a la mar todos los sembrados en términos que los pobres labradores se hallan arruinados totalmente. Iguales desdichas han sufrido muchos de los pueblos de la Marina, entre ellos Callosa de Ensarriá, Benidorm, Nucia, Polop y otros pues la tormenta ha sido general y lo ha devastado todo.” [12].

 No poder elaborar las pasas hizo perder los ingresos que se obtenían con su exportación por el puerto de Denia. Otros daños importantes los sufrieron los olivos lo que supuso perder los beneficios obtenidos con la venta del aceite. Para los agricultores eran dos importantes fuentes de ingresos en efectivo, algo que tendría consecuencias muy negativas en el año siguiente durante el confinamiento que sufrieron Benidorm y los pueblos circundantes.

  Por suerte no todo fue negativo. Los carabineros, al vigilar el contrabando, evitaban también la arribada de naves que podían introducir el cólera en la comarca al impedir el desembarco de mercancías y personas de “procedencias sucias”. En Benidorm era tradicional la existencia del contrabando y por dicha causa se reforzó la presencia de estas fuerzas del orden creando un nuevo cuartel en la Cala, un lugar muy poco poblado en aquellos años: “La Dirección de Carabineros, ha aprobado el expediente para la construcción de una caseta de nueva planta en el punto denominado «El Pino» distrito de Benidorm” [13]. Este cuartel, situado a los pies del Tossal, se sumaba a los de Canfali, el Racó de l’Oix y Pla del Cuartel en Serra Gelada.

 


 6. Fotografía de la Cala de Benidorm a principios de la década de 1950 que nos muestra un paisaje muy poco poblado y similar al de 1884. Al fondo, a los pies del Tossal, el cuartel de carabineros construido en 1885; tras la Guerra Civil fue entregado a la Guardia Civil y más tarde se abandonó y demolió. Actualmente subsiste, en la plaza Encarnació Lloret Devesa, el pozo que le surtía de agua potable. Fuente: Archivo Municipal de Benidorm, fotógrafo Simeón.

  

 

La pandemia del verano de 1885.

  Pasado el brote de cólera de 1884 los habitantes de la Marina encararon el nuevo año intentando recuperar la normalidad aunque conservando el miedo extremo por el peligro de cólera de los meses anteriores. En la Vila Joiosa a principios de año “se celebraron en ésta las anunciadas funciones á Santa Marta en accion de gracias por habernos visto libres del cólera morbo durante el otoño anterior. Fueron como es de presumir casi exclusivamente religiosas”. Añadía que el pueblo en masa abarrotó la iglesia de forma que no había espacio libre en ella para la misa y el Te Deum de acción de gracias.  Finalizados los oficios religiosos “se distribuyeron por el Ayuntamiento raciones de pan á cuantos pobres se presentaron, repartiéndose también á domicilio y á los vergonzantes bastantes raciones”. Por la tarde “la música de la población dirigida por D. José Serrano, interpretó las mejores piezas de su repertorio, y por la noche se disparó un bonito castillo de fuegos artificiales” [14]. Estas celebraciones tan multitudinarias eran consecuencia del gran pavor que el cólera morbo causaba en todas las poblaciones.

  Sin embargo en el verano el cólera volvía a hacer acto de presencia en toda la provincia de Alicante, incluyendo las dos comarcas de la Marina. Aunque la prensa intentaba minimizar su alcance para no sembrar la alarma, la realidad de los hechos desmentía sus afirmaciones.

  Los inicios de la epidemia en Benidorm los podemos conocer a través de las actas de la Junta Municipal de Sanidad de 1885. Esa junta era la encargada de recomendar al Ayuntamiento las medidas a tomar para preservar la salud del municipio.

 La junta renovó sus componentes y se constituyó el 6 junio de 1885 por un período de dos años tal como era preceptivo. Fue ella la que se debería haber enfrentado a la epidemia que llegó poco después [15].

 Las primeras noticias sobre el cólera morbo se recogen en el acta del 8 julio de 1885 cuando el médico municipal Eduardo Llorca Castells informaba de la presencia "del cólera en poblaciones limítrofes á esta y el caracter esencialmente contagioso en que se presenta a mas de la gravedad que en todos los casos se observa". Recomendaba, y así lo aprobó la Junta, que en caso de “invasión” (infección) de Benidorm los familiares tuvieran el menor contacto posible con los enfermos de cólera, aislando sus ropas y pertenencias. También ordenaba desinfectar encalando las paredes de las casas y fumigar su interior con azufre. Además debían impedir la entrada de extraños en la casa y de los conocidos sólo admitirían a los indispensables.

  El médico municipal informaba algo tarde. A primeros de enero la epidemia había empezado a extenderse por la provincia de Valencia llegando a la Ribera del Júcar. Había muchos jornaleros de la Marina Alta y Baixa que todos los años acudían a dicha comarca para trabajar como temporeros en sus arrozales: “más de 1000 jornaleros de la Marina, regresan de los pueblos ribereños del Júcar”. Algunos de esos temporeros se contagiaron y al volver a sus hogares difundieron la epidemia en Pego y Altea porque allí no se les obligó a guardar los 7 u 8 días de cuarentena que exigía la normativa.

 En Altea la epidemia empezó el 15 de junio en dos masías y en poco tiempo se difundió por todo el pueblo de tal forma que a partir del día 24  se infectaba un promedio de 25 personas por día. Y no era el único: el día 7 de julio el Boletín Oficial de la Provincia declaraba “procedencias sucias” las personas y mercancías procedentes de l’Alfàs del Pi, la Nucia y Polop por estar infectadas de cólera. El día 8 en l’Alfàs había 2 infectados, en la Nucia 18 infectados y 8 fallecidos y en Polop 2 infectados y una defunción [16]. En Callosa d’En Sarrià se indica el día 11 que ya habían registrado casos de cólera.

  Así pues en casi todos los pueblos en torno a Benidorm se había declarado la epidemia con lo que las medidas de su junta de Sanidad llegaban tarde y resultaron inútiles. En el acta del 16 julio el médico Eduardo Llorca informaba que había atendido a un paciente, cabo de carabineros de Benidorm, con "todos los caracteres de la enfermedad conocida con el nombre de colera morbo asiatico" con lo que reconocía que la epidemia había hecho acto de presencia en el Benidorm. La junta aprobó, como era preceptivo, informar al gobernador civil y que la Alcaldía tomara “todas las medidas que le aconsejan los facultativos en beneficio de la salud publica".

  En el acta del 23 de julio el alcalde informaba que "por los partes diarios de los facultativos que se reciben en esta Alcaldia se veia que el colera hiba tomando incremento en esta población y se estaba en el caso de redoblar las medidas higiénicas que aconsejan las circunstancias oido lo cual por la junta asi se acordo".

 Sin embargo desconocemos en qué consistieron esas medidas pero podemos suponer que serían las mismas o muy similares a las que la junta de Sanidad recomendó al año siguiente: cumplir la Real Orden y la circular del gobernador civil para que "se hiciere saber al vecindario por medio de bandos públicos que cuidaran de la limpieza de calles, cuadras, balsas, acequias y demas que exija la conservacion de la higiene pública, como igualmente vigilar los comestibles, carnes y aguas destinadas a la poblacion" (acta del 7 mayo 1886). 

 Si desconocemos el contenido exacto de las decisiones de la junta de Sanidad en la epidemia de 1885 es  porque no hay más actas de ese año. Es decir, que nos faltan las de los momentos más duros de la epidemia. La explicación a este insólito hecho la daba el diario El Serpis que ese mismo día 23 de julio, cuando el alcalde anunciaba el incremento de la epidemia, publicó: “Parece ser que del pueblo de Benidorm han huido la mayor parte de las autoridades, yendo á parar á Puigcampana. El notario no se le vé por parte alguna, y eso que se le busca con ánsia, asi es que la gente pregunta ¿Dónde está? Y el eco responde esto mismo cuando se habla del Secretario del Juzgado Municipal. El señor Cura D. Bernardo Galiana y el Secretario del Ayuntamiento, son los que han arrimado el hombro á la carga” [17]. Desde Benidorm el sacerdote Juan Bautista Catalá escribía una carta confirmando la deserción de la mayoría de los responsables políticos: “En los días más tristes y aflictivos para este pueblo, cuando era mayor el número de víctimas las pocas personas que habíamos quedado aquí para hacer frente á la calamidad nos mirábamos apenadas y silenciosas” [18].

 En ambos casos no se dice nada de los médicos pero el hecho de que durante la epidemia se siguieron diagnosticando casos de cólera y certificando defunciones nos indica que sí estuvieron prestando su ayuda profesional. En el Registro Civil aparece el nombre del "médico-cirujano" Vicente Lanuza Llorca y del cirujano Pedro Vives Vila que acudieron para notificar el fallecimiento de un familiar. 

  Benidorm no fue el único pueblo que sufrió el abandono de sus autoridades, hay otros casos, como por ejemplo Relleu y Altea donde el alcalde, recién nombrado, no quiso tomar posesión de su cargo y huyó al igual que la mayoría de concejales. Estos políticos hacían como muchas otras personas: salían en los primeros momentos, antes de que las tropas acordonaran la localidad, y abandonaban sus responsabilidades en el control de la epidemia.

 Normalmente huían de la población las personas que tenían medios económicos y posibilidades para residir fuera de casa. Eso significaba que no colaboraron económicamente con las juntas de socorro que ayudaban a las personas más pobres, las cuales no tuvieron más remedio que quedarse en el pueblo a merced de la enfermedad en una situación muy penosa. No tenemos datos numéricos de Benidorm pero serían similares a los de otras localidades vecinas: la población de Altea, por el abandono de sus habitantes, había quedado reducida a 400. En Sella, infectada el 17 de julio, sus algo más de 2.000 habitantes se redujeron a 240 durante la epidemia.

  En el Archivo Municipal no constan los datos de infectados y fallecidos en esta epidemia de cólera del verano de 1885. El secretario municipal enviaba partes diarios al Gobierno Civil y la prensa, especialmente el diario El Constitucional, daba cuenta casi diaria de dichos informes. De acuerdo con esa información tenemos el siguiente listado de “invasiones” y defunciones en Benidorm:

  • 16/07/1885      1           0
  • 17/07/1885      2           0
  • 18/07/1885      6           4
  • 19/07/1885      6           4
  • 22/07/1885      8           9
  • 23/07/1885      7           3
  • 24/07/1885      11         3
  • 25/07/1885      8           9
  • 28/07/1885      10         5
  • 29/07/1885      3           5
  • 31/07/1885      4           4
  • 01/08/1885      4           4
  • 04/08/1885     13          7

En total tenemos 57 fallecidos por cólera entre mediados de julio y mediados de agosto. Pero estos datos son fragmentarios porque faltan los de algunos días, sobre todo de la primera quincena de agosto. No nos indican el verdadero alcance de la enfermedad que tuvo que arrojar cifras más altas de defunciones. La mortalidad de ese año y los dos siguientes fue mucho más elevada de lo normal según datos aportados por Juan Antonio González, párroco de la iglesia de Sant Jaume y Santa Anna, basándose en el libro parroquial de defunciones: “en 1885 se produjeron 133 defunciones y en 1886 fallecieron 130 personas; en 1887 la mortandad en Benidorm baja a 65 fallecidos y los tres años siguientes 1888, 1889 y 1890 se cierran con 43, 46 y 48 defunciones”.

Los datos del Registro Civil nos permiten completar estas informaciones. En esta dependencia el juez municipal y el secretario desempeñaron sus funciones sin interrupción. En julio, cuando ya se declaró la pandemia continuó en su cargo el juez Gaspar Orts que desde 1883 desempeñaba la función de juez suplente por indisposición del titular. También estuvo presente durante toda la pandemia el secretario José Saval. El 1de agosto de 1885, es decir cuando la pandemia aún no se había extinguido, se reincorporó el juez titular Miguel Pérez. En esos momentos el juzgado estaba abierto hasta las 22 y las 23 horas para registrar las numerosas defunciones que se producían. 

En total se registraron los fallecimientos  82 personas, 56  en julio y 26 en agosto, indicando como causa el cólera morbo asiático. El primer caso  se inscribió el 16 de julio y se trató del carabinero Jaime Berenguer Pérez, de 41 años, natural de Polop y destinado y domiciliado en Benidorm. El último fallecimiento por cólera fue el de un niño de 4 años que se registró el 17 de septiembre.

Pero resulta probable que antes de la fecha del 16 de julio ya se hubiesen producido fallecimientos aunque los médicos no diagnosticaron cólera sino como "gastro-enteritis coleriforme" (5 casos), "gastro-enteritis" (3 casos), o "enteritis" (2 casos) que antes del verano tenían escasa representación. Estos 10 casos se acumulan entre el 16 de junio y el 16 de agosto junto a 6 defunciones por otras causas. Habría que sumar también un caso cuya causa de muerte se deja en blanco el 11 de julio. En total 17 defunciones en un mes cuando lo normal en años anteriores era un promedio de entre 5 y 6 defunciones por mes. Así que suponer que esta sobremortalidad fue provocada por casos de cólera mal diagnosticados no parece descabellado y elevaría el número de fallecidos por cólera morbo a una cifra muy próxima a la de 94 personas.   

Está claro que el incremento de la mortalidad en 1885 fue por causa del cólera pero los fallecimientos de 1886, muy altos, y los de 1887 bastante altos, no fueron por dicha enfermedad. La hipótesis más verosímil es que el cólera acentuó las dificultades de una población que desde 1884 arrastraba problemas económicos por causas climáticas. La prensa alude a la mala situación económica de Benidorm en 1886. Su pobreza supuso malas condiciones de alimentación e higiene además de peor asistencia sanitaria.

 A principios del mes de agosto la situación en los pueblos de la Marina Baixa empezó a suavizarse. El día 4 de dicho mes Altea era declarada libre de infección. Según el diario El Constitucional del resto de "los pueblos de la Marina tenemos las noticias más consoladoras. […] Sella se encuentra relativamente bien; es el pueblo que más ha sufrido, así como el que con mayor resignación ha sobrellevado el azote. Altea hace ya tiempo que no registra en su triste crónica ninguna defunción e invasión. Villajoyosa, aunque ha aparecido invadido de pocos días á esta parte, á la fecha no acusa la epidemia ningún recrudecimiento, y todo hace esperar que no ha de tomar proporciones alarmantes en vista de la apacibilidad del tiempo y de la benignidad de la temperatura. En el mismo estado se encuentran Benidorm y Teulada, de donde se reciben en el gobierno civil partes del decrecimiento rápido de la enfermedad" [19].  

 A primeros de septiembre se publicaba que Benidorm, Polop y la Nucia llevaban ya 15 días sin registrar infecciones ni defunciones de cólera morbo por lo que “han sido declaradas limpias las procedencias de dichos pueblos a contar del 1º del corriente” [20]. En el caso de Benidorm hemos visto que esta información de la prensa está en contradicción con los datos del Registro Civil.

 A principios de agosto la pandemia hizo su aparición en la Vila Joiosa y a mediados de ese mes en Orxeta y Relleu que hasta entonces no se habían infectado. La infección duró hasta mediados de septiembre. Las fiestas de Orxeta el 28, 29 y 30 de octubre tuvieron como elemento importantísimo la acción de gracias por haber superado la enfermedad [21].

 

 

La intervención de Juan Bautista Thous en la pandemia de 1885.

  En aquella época las autoridades se preocupaban de impedir la propagación del cólera pero no de los problemas que los cordones sanitarios causaban a la población. Las ayudas económicas eran muy escasas o nulas. Ante esta inacción del poder político los ciudadanos se organizaban creando “juntas de socorros” que recibían dinero de los particulares para aliviar la penosa situación de los vecinos más pobres. Se habían constituido en 1884 y se volvieron a constituir en 1885.

En Benidorm sabemos que se constituyó a mediados de julio una junta de socorro presidida por el sacerdote Juan Bautista Catalá. Como en los demás pueblos, la marcha de las personas acomodadas hacía que sus recursos fueran insuficientes. Afortunadamente Benidorm y otros pueblos vecinos pudieron contar con la ayuda sumamente generosa de Juan Bautista Thous y Carrera (1815-1889).

 En su juventud Juan Thous había sido un elemento muy importante en la política comarcal de la que se apartó tras los acontecimientos revolucionarios de 1868 dedicándose a sus tierras y a negocios como  la construcción del tramo de carretera de Altea a Calpe con el difícil paso del barranco del Mascarat. Al estallar la epidemia llevaba casi 17 años en la masía que había ordenado construir en Lliriet, por lo que algunos le apodaron “el solitario de Lliriet”. En ese aislamiento había influido también el fallecimiento de su esposa y de una de sus hijas. Este gran terrateniente tenía entonces 70 años de edad y su salud se resentía por la malaria que padecía pero recorrió a caballo las poblaciones en las que tenía tierras para ayudar económicamente a los más necesitados.

 

7. El Mas de Thous, en Lliriet, se mantuvo en pie hasta la década de 1950 en que se abandonó y desmoronó. Fue construido por Juan Thous y allí vivió hasta su muerte.

 Para Benidorm tenemos el testimonio de la carta a la prensa de Juan Bautista Catalá. En ella indica que Juan Thous al principio de la epidemia entregó a la junta de socorros 15.000 reales y puso a su disposición su casa en el pueblo para utilizarla como hospital de coléricos. Esa casa estaba en la plaza de Castelar y fue en ella donde residió Emilio Castelar algunos veranos. 

Además contrató como jornaleros a todos los braceros que se lo solicitaron y “facilitó harina, aceite, leña y cuanto producen sus haciendas, á los enfermos y desvalidos”. También creó “una cocina económica bien servida y donde se reparten diariamente 400 raciones de pan y de arroz cocido con carne, garbanzos y patatas, alimentándose más de 130 familias pobres”. Además puso a disposición de la junta de socorro el importe de las aguas de la fuente y balsa de Lliriet “que pueden calcularse en 25 ó 30 duros diarios” para así poder distribuir limosna de entre 20 y 200 reales “á los pobres vergonzantes que se encuentren en la situación más apurada, á consecuencia de la emigración en masa de la gente acomodada y la paralización de todo trabajo” [22].

 


8. La balsa de Thous en una fotografía del 22 de agosto de 1894. Las primeras cuatro fuentes públicas de Benidorm se abastecieron durante unos pocos años de las aguas de esta balsa. Después se dedicó al riego de las tierras de Juan Thous y también vendió agua a los agricultores con un beneficio de 125 a 130 pesetas diarias, cantidad importante para la época. Fuente: Archivo Municipal de Benidorm.

  El importe total de lo aportado por Juan Thous varía según los diarios desde 140.000 a 240.000 reales. El diario La Correspondencia indicaba las siguientes ayudas:

  • l’Alfàs del Pi   4.000 reales.
  • Altea            15.000 rs.
  • Benidorm     30.000 rs.
  • Sella            40.000 rs
  • Leña, aceite, harina, etc., y agua balsa de Lliriet 20.000 rs.
  • Jornales a desvalidos y socorros a convalecientes 60.000 rs [23].

 Esto supone un total de 169.000 reales pero como en la fecha de publicación de ese diario aún continuaba la epidemia en varios pueblos de la comarca es probable que la cantidad final fuese mayor.

 

 

Después de la pandemia de 1885.

  La pandemia de cólera de 1885 duró poco más de un mes en cada una las poblaciones de la comarca, aunque con diferentes inicios y finales. No fue por tanto muy larga pero sí muy intensa y sus consecuencias económicas duraron hasta 1887. Su recuerdo perduró durante muchos años y ante la posibilidad de que hiciera de nuevo su aparición por cualquier circunstancia, las autoridades tomaron medidas que resultaron eficaces. Así en el año de 1908, tras recibir circulares y telegramas del gobernador civil para prevenir contagios del “Cólera Morbo Asiático, en Rusia”, el Ayuntamiento decide publicar un bando y fijarlo en los sitios de costumbre:

  1. Prohibición de lavar ropas y objetos en la Séquia Mare y que las balsas “estén limpias sin retener las aguas […] más de veinticuatro horas”.
  2. Los vecinos limpiarán sus calles y plazas y sacarán del casco urbano los estercoleros y establos.
  3. El Ayuntamiento vigilará la venta de alimentos en mercadillo y tiendas para que estén en condiciones higiénicas.
  4. Mandar que actuen en las letrinas para evitar el desarrollo de gases mefíticos, la cal disuelta en agua ó el bromuro de cal por ser estos antisépticos más usuales”. Los gases de los pozos ciegos no provocaban el cólera ni enfermedades infecciosas pero su desinfección eliminaba los gérmenes patógenos de las aguas negras que se infiltraban en la tierra y los aljibes [24].

 A pesar de los avances de la Medicina, que en 1885 ya conocía la verdadera causa de la enfermedad y su transmisión, la mayoría de la población los ignoraba y por eso no se tomaron las medidas adecuadas. Fallaron los mecanismos para difundirlos. Por eso se siguieron utilizando los remedios tradicionales a pesar de su comprobada falta de efectividad. Por otro lado la prevención contra los nuevos conocimientos explica el triunfo de los antivacunas y los negacionistas ya que muchas personas se guiaron más por lo emotivo que por lo racional.

  En julio de 1885 la revista El Criterio Médico escribió que la epidemia “está dando lugar a rasgos de sublime valor en unos pueblos, de ridículo miedo en otros, de estoicismo admirable en algunos individuos, y de ignominioso egoísmo por parte de algunos más”. En esta guerra contra el bacilo del cólera hubo casos de abnegación, ayudando a los enfermos y necesitados. Algunos, como Juan Bautista Thous, fueron muy alabados por la prensa y vitoreados por sus vecinos. Pero la mayoría de ellos fueron héroes anónimos olvidados muy pronto a pesar de haber cumplido su obligación en circunstancias difíciles. Hubo también casos de cobardía, con personas dominadas por el miedo que incumplieron sus responsabilidades y huyeron de los pueblos infectados. Su castigo fue su procesamiento y destitución: “Han sido declarados procesados y por lo tanto suspensos de sus cargos, varios concejales de los Ayuntamientos de Benidorm y Relleu" "por abandono, en perjuicio de la causa pública, en tiempo de epidemia” [25].

 La del verano de 1885 fue la última de las grandes pandemias del “cólera morbo asiático” del siglo XIX. A diferencia de las anteriores, España se enfrentó a ella conociendo sus causas y su forma de propagación, aunque en aquel momento, por desgracia, esos avances no fueron lo suficientemente aceptados. Sí lo fueron en años posteriores y también en las primeras décadas del siglo XX por lo que se tomaron precauciones al detectarse el cólera en algún país próximo. Así pasó en los años 1910, 1911 y 1912 cuando se detectaron brotes de cólera en otros países y regiones pero Benidorm se vio libre de ellos. Posteriormente la amplia difusión de los mecanismos de transmisión del cólera permitió tomar medidas preventivas que se completaron con la vacunación que finalmente fue aceptada y fue la más eficaz. El cólera dejó de ser el temido azote de siglos anteriores. Reapareció en el último tercio de ese siglo (años 1971 y 1979) pero pudo controlarse de forma muy efectiva y ya no suscitó el pánico de antaño. El país y su estado sanitario habían experimentado, afortunadamente, cambios muy significativos. Hoy día el cólera en Europa ha dejado de ser un problema aunque continúa siendo un terrible azote en países subdesarrollados.

  

 

NOTAS

 Las informaciones de la prensa se han tomado de las hemerotecas digitales del Ministerio de Cultura y de la Biblioteca Nacional.

[1] El Canfali 20/03/1883.

[2] Diario El Serpis, 25/07/1885.

[3] https://www.uv.es/imeval/IMV_hist/colera.html.

[4] Semanario Católico, 10/01/1885.

[5] Eusebi Chiner Vives, Diccionari de Benidorm, entrada còlera.

[6] Monge Juárez, M.: “El método Ferrán y la inmunización contra el cólera en una ciudad del Mediterráneo. Elche, agosto de 1891” en revista Cultura de los Cuidados, año 2020. En http://dx.doi.org/10.14198/cuid.2020.56.09.

[7] Periódico El Día 18/05/1885.

[8] Diario El Graduador 18/07/1885.

[9] El Graduador 03/09/1884.

[10] El Graduador 04/09/1884.

[11] El Graduador 11/07/1885.

[12] Diario El Constitucional 09/11/1884.

[13] Diario El Serpis 22/11/1884.

[14] El Semanario Católico 17/01/1885.

[15] Arxiu Municipal Benidorm, libro actas Junta de Sanidad, 5185/5. Siguiendo la normativa la Junta de Sanidad se constituyó con:

  • Alcalde: José Fuster Ivorra.
  • Médico titular: Eduardo Llorca Castells.
  • Cirujano: Pedro Galindo Such.
  • Veterinario: José Mauri Galiana.
  • Vecinos: Miguel Climent Bayona, José Pérez López, Miguel Ortuño Sanchiz (sic).
  • Suplentes:
  • Médico: Vicente Lanuza
  • Cirujano: Pedro Vives Vila
  • Vecinos: Juan Bautista Catalá; Jaime Martí Segarra; Francisco Orozco Ballester.

[16] El Constitucional 8/7/1885.

[17] El Serpis 23/07/1885.

[18] Diario El Guadalete de Jerez de la Frontera, 10/09/1885. Que este diario andaluz publique la carta nos muestra que el interés por Juan Bautista Thous trascendía a la comarca de la Marina Baixa.

[19] El Constitucional  05/08/1885.

[20] El Constitucional 03/09/1885.

[21] El Serpis 28/10/1885.

[22] El Guadalete 10/09/1885.

[23] La Correspondencia 05/08/1885.

[24] Acta de la junta de Sanidad del 26/09/1908.

[25] El Serpis 25/03/1886 y El Graduador 25/03/1886.