Benidorm 1834: primera epidemia de cólera morbo.
En siglos anteriores la epidemia más temible en la Comunitat Valenciana fue la peste bubónica, causante de grandes mortandades desde sus inicios en la Edad Media (1348) hasta el siglo XVIII en que desapareció de Europa. Pero, la intensificación del comercio mundial en el siglo XIX hizo que aparecieran nuevas epidemias, destacando la fiebre amarilla y sobre todo el cólera. Esta última, procedente de Asia, infectó Europa a partir de 1831, año en el que se inició en Londres y que se difundió por otros países. En España se inició en 1833 y coincidió con la primera guerra carlista. La epidemia se reprodujo en 1854-1855, 1865 y 1885. Esta última fue la más grave y si te interesa saber cómo afectó a Benidorm puedes consultarlo aquí: VER.
Francisco Amillo Alegre
Fotografía de Benidorm
desde la playa de Poniente muy a principios del siglo XX con las barcas de
pesca varadas en la arena. Durante la epidemia de 1834 el pueblo debió ofrecer
una imagen muy similar.
Para conocer aspectos importantes de la epidemia de cólera de 1834 en Benidorm he utilizado el “Libro de Oficios...” de dicho año, conservado al Archivo Municipal [1]. Se trata de la recopilación de los oficios enviados a diferentes autoridades por el alcalde y la Junta Municipal de Sanidad. Desgraciadamente no consta el nombre de dicho alcalde, pero a través de sus escritos sabemos que era totalmente afecto a la reina Isabel II y a su madre la Regente en una época en la que se estaba desarrollando la guerra carlista. Había tomado posesión del cargo a principios de año sustituyendo a Antonio Mateu y Borja [2].
El Archivo Parroquial de Benidorm, al no haberse creado aún el Registro Civil, es otra fuente de información interesante ya que recogió las defunciones por cólera durante los dos meses que duró la epidemia.
También he consultado la Gaceta de Madrid (actual BOE) a
causa de los informes remitidos por el gobernador civil de la provincia en 1834
y 1835, que nos permiten situar el alcance y consecuencias de la epidemia en el
marco provincial. Destaca el informe del 15 de marzo de 1835 [3].
Medidas preventivas.
Antes de que se
viera afectado, Benidorm tuvo temprano conocimiento de las infecciones de
cólera en otras localidades de España y sobre todo de la provincia de Alicante.
A principios del mes de junio sabía que la epidemia había “invadido” Oriola mientras
el resto de la provincia se mantenía libre. Se conocían y temían sus efectos
dado que se calificaba de “terrible calamidad”
y se tomaron medidas de protección. Como pensaban que el peligro en aquellos
momentos podría venir sobre todo por mar, lo primero que hicieron fue impedir el
desembarco de personas y mercancías infectadas en el litoral comarcal.
El proceso empezó
cuando el gobernador civil de Alicante envió a Benidorm y otros municipios de
la provincia un oficio con fecha 28 de junio recordándoles que debían extremar
la vigilancia del litoral. De acuerdo con esas instrucciones, el día 30 el
alcalde escribió al Ayuntamiento de Finestrat comunicándole que el gobernador
civil había ordenado que los municipios se pusieron de acuerdo con los otros
del litoral o muy próximos a él para el mencionado control del mar de forma que:
“se destierre el temor de que pueda
propagarse el azote del cólera=morbo asiático evitando el desembarco
clandestino de personas o efectos de cualquier naturaleza”. Benidorm
solicitaba a Finestrat que continuara con la antigua costumbre de colaborar con
un vigilante en la Cala como ya se había hecho en otras circunstancias: “para precavernos de la terrible calamidad
que nos amenaza”.
El miedo a la nueva
epidemia era muy grande y el alcalde de Benidorm tomó muy en serio el tema de
la vigilancia. El 11 de julio informaba al gobernador civil que la milicia
urbana de dicha villa llevaba más de veinte días vigilando el mar conjuntamente
con los carabineros. Pero añadía que lo hacían: “sin más armamento que unas malas escopetas y unos cuantos fusiles que
se prestan unos a otros”.
La vigilancia del litoral
implicaba, además del aspecto sanitario, controlar desembarcos carlistas y,
especialmente, el de contrabandistas, lo cual explica la queja del alcalde por
la insuficiente cantidad y calidad del armamento.
El contrabando era muy importante en
Benidorm y la comarca desde el siglo anterior. Ni la Guerra de la Independencia
ni la Carlista lo habían detenido por lo cual, tras fracasar otras medidas, se
creó el Cuerpo de Carabineros en 1829. Hacia el 1830 se había instalado una
compañía en el litoral de la Marina Baixa para reprimirlo. Sabemos que, a pesar
de esto, el contrabando continuó muy activo. El alcalde de Benidorm informaba
que el 28 de agosto de 1834, con Altea y Villajoyosa infectadas por el cólera,
se aprehendieron tres fardos de tabaco de hoja de Virginia que se entregaron a
los carabineros. Ignoramos si este contrabando tuvo consecuencias sanitarias,
que es la cuestión que ahora interesa destacar. Sí sabemos que las hojas de
tabaco se rociaron con vinagre y se puso en cuarentena al miembro de la milicia urbana que había
estado en contacto con el tabaco. El 1 de septiembre la milicia se
incautó de otros tres bultos de tabaco que también entregaron a los carabineros.
Ayuda económica voluntaria para los
desfavorecidos en caso de epidemia.
En el mes de julio
se tomaba otra precaución impuesta por una Real Orden del día 11: recoger fondos, con carácter voluntario, para ayudar económicamente a los desfavorecidos si por desgracia Benidorm era
víctima de la epidemia. Poco después, el día 26, el Ayuntamiento de Benidorm informaba que había cumplido esa disposición y había un compromiso de
pagar 1.510 reales:
“[…] para atender al socorro de los Pueblos afligidos por el cólera morbo […]
reunió esta corporación a los sujetos más pudientes de esta villa y se
suscribieron y ofrecieron para en el caso de ser invadida esta población de la
epidemia reinante socorrer a los menesterosos de este fondo que por ahora
asciende a 1.510 reales”.
Pero más adelante
no todos cumplieron con el compromiso adquirido. El 1 de septiembre el alcalde
informaba al capitán requeridor de la costa que todas esas personas se habían
comprometido a pagar 100 reales y cuando se pidieron 50 para medicinas todos los pagaron excepto José
Llorca de Máximo. También se habían comprometido a entregar otra cantidad para
los salarios de los miembros de los cordones sanitarios y también se negó a
pagar aduciendo su fuero militar como teniente de alcalde de la torre de Les
Caletes. Ante los requerimientos de alcalde se negó, chillándole e insultándole. En el fondo de esta actitud estaba su simpatía por la causa carlista. Por esa
causa acudía a su superior, el capitán requeridor, para que obligase a su subordinado a asumir
sus compromisos. El tema se solucionó meses más tarde pagando lo que había
prometido tal como reconocía el alcalde en un oficio del 20 de noviembre:
“[…] habiendo terminado con la
entrega de los 100 reales que tenía ofrecidos para el socorro de los pobres
enfermos del cólera morbo aunque perturbó bastante las miras de esta Junta de
Sanidad en beneficio del pueblo”.
La necesidad de
estas ayudas de los más económicamente pudientes estaba clara. Además de los
gastos médicos estaba el problema del hambre. Cuando se declaraba la epidemia
en una localidad se procedía a crear un cordón sanitario, es decir que había
hombres armados que garantizaban el aislamiento del pueblo impidiendo que nadie
entrara o saliera del mismo. Eso implicaba que no se podía importar ni exportar
productos, las empresas (cordelería, cerámica, etc.) cerraban provocando paro
obrero, los alimentos se encarecían y los menos favorecidos económicamente
necesitaban ayuda para sobrevivir.
El cólera en la provincia de Alicante.
El cólera se había
introducido en nuestro país el año anterior coincidiendo con la Primera Guerra
Carlista (1833-1839). Los movimientos de tropas, se decía, contribuyeron a su
difusión. En el caso de la provincia de Alicante, según informe de la Junta de
Sanidad de la provincia publicado en la Gaceta de Madrid, la epidemia había
empezado en Oriola a principios de junio por dicha causa:
“[…] siendo voz pública que un batallón de la guarnición de Málaga que salió
con destino á otros puntos, fue uno de los conductores del germen epidémico.
Que la época en que se presentó en la expresada ciudad fue á primeros de Junio,
progresó y se extendió por toda la provincia hasta fines de diciembre, en que
terminó de todo punto, habiendo dejado muy pocos pueblos en este período sin
recorrer”.
Desde Oriola la epidemia se extendió hacia el norte,
llegó a la capital provincial a principios de agosto y continuó afectando como
mínimo a 83 pueblos. Añadía que había afectado más intensamente las clases
sociales más desfavorecidas: “es un hecho
bien averiguado ser mayor la mortandad a proporción que son menores los
recursos” [4].
El cólera en Altea
y la Vila Joiosa.
A principios de
agosto la villa de Altea estaba infectada. Lo sabemos por un oficio del día 6
remitido al corregidor de Alcoi por el alcalde de Benidorm. Informaba sobre la actuación
de la milicia urbana del pueblo que además de reforzar con 6 hombres la vigilancia
de los carabineros en el litoral “tiene
ahora que redoblar la fatiga estableciendo rondas para vigilar la observancia
del cordón sanitario puesto a la villa de Altea”.
Al día siguiente el alcalde de Benidorm escribía
al de Altea indicándole lo que había establecido la Junta Municipal de Sanidad
para la entrega de la correspondencia oficial, no sometida a restricciones. Se llevaría
hasta l'Alfàs de Polop, actual Alfàs del Pi, entonces una pedanía de Polop, a
la que perteneció hasta 1836 en que fue declarado municipio independiente. En l’Alfàs
el alcalde pedáneo se encargaría de que alguien la llevase hasta el límite con
Altea:
“Para que la correspondencia del Gobierno no reciba entorpecimiento ni
retardo alguno, mientras dure la circunstancia que aflige a esa villa [de
Altea] ha determinado esta Junta que el conductor del correo se dirija por el
Alfas de Polop y entregando al Alcalde Pedáneo de dicho caserío Miguel Nadal la
correspondencia de esa villa la dirija éste al punto más próximo a esa villa y
línea del cordón en donde, con la precaución sanitaria, se entregue al cartero
de Altea, o persona que usted comisione al efecto, volviendo las contestaciones
por el mismo conducto para que a la hora correspondiente se entreguen por esa alcaldía
del Alfas al conductor del correo. Debiendo dirigir esta misma tarde al
mencionado Alcalde del Alfas la llave de la valija por si no viene abierta.
Ayer a las 6 de la tarde se recibió un oficio de usted para la Junta Provincial
de Sanidad que se remitió al momento."
También le comunicaba que el municipio de
Benidorm estaba dispuesto a socorrer al de Altea con todo lo que pudiera
necesitar, salvaguardando siempre las medidas sanitarias de prevención.
Pero el pánico a
la infección originó un problema: el cartero se negó a llevar y traer la
correspondencia. Lo sabemos porque ese mismo día 7 de agosto el alcalde de
Benidorm escribía a la persona encargada del correo lamentando que hubiera
presentado su renuncia y le indicaba que durante la epidemia todo el mundo
debía contribuir al bien común. Finalizaba indicando que daría parte a las
autoridades de su acción.
“He visto con sentimiento […] que se niega a contribuir personalmente o
por sustitución al servicio sanitario del cual no creo exceptuada ninguna
persona ni corporación por privilegiada que sea, mayormente en las apenadas
circunstancias en que nos hallamos y la grande fatiga que soporta día y día el común
de vecinos y milicia urbana”.
La playa de Poniente
y Benidorm al fondo en una fotografía de L. Soler de fecha 17/07/1894.
Exceptuando la carretera que se ve a la izquierda, el resto del paisaje era
bastante similar al de 1834.
La Vila Joiosa también había sido invadida
por el cólera a principios de agosto. El día 11 el alcalde de Benidorm
contestaba a un oficio remitido por el alcalde de la Vila indicándole que no
podía acceder a su petición de cambiar la línea del cordón sanitario establecido
conjuntamente con el Ayuntamiento de Finestrat. No obstante permitiría que los
agricultores de la Vila propietarios de tierras en la Cala de Benidorm recogiesen sus cosechas sin entrar en el Murtal:
“[…]
paréceme no debo extender más la línea de
incomunicación […] pero haciéndome cargo de las razones que V. alega a favor de
los vecinos de esa Villa que tienen tierras en el término de esta, considerando
deber proporcionarse cuantos alivios sean compatibles con la salud pública a
los que tienen la desgracia de padecer la epidemia he dispuesto se permita a
los vecinos de esa Villa que tengan tierras a la parte de acá del cordón, sin
que lleguen a las partidas del Murtal, entrar a recoger los frutos”.
Pero ponía dos condiciones:
a) Los propietarios irían acompañados por
miembros de la milicia urbana del cordón sanitario que impedirían “el roce y comunicación con los de fuera de
la línea” y los gastos de esta vigilancia los pagarían los propietarios.
b) Dichos propietarios, como condición ineludible, tendrían que pagar la contribución de 1834 y los atrasos del año anterior.
Problemas con
Polop por causa del confinamiento.
Los cordones sanitarios causaban problemas y no todos estaban convencidos de su utilidad por lo que algunas personas intentaban burlarlos. Así sucedió cuando el alcalde de Benidorm lo impuso a l’Alfàs de Polop cortando el camino que comunicaba ambas poblaciones en la zona del Saltet, es decir en el límite justo entre ambas poblaciones.
Plano de
Juan Carbonell y Vicente Pérez Calbo, de 1824, representando la partida del
Saltet. En el recuadro: «Plan topográfico
que demuestra la localidad de la Acequia Mayor titulada de Polop: parte del
brasal del Albir y Terrenos limitrofes, siendo otro de ellos el que posehe Dn. Juan Bautista Perez, en el que esta
construyendo un Molino Arinero».
El 12 de agosto Ramón Such intentó entrar en Benidorm a pesar del cordón sanitario y al
impedírselo la milicia manifestó que:
“pronto se verán obligados los vecinos de
esta villa a subir al Alfaz con el sombrero en la mano y pedir perdón por haber
puesto el cordón sanitario: habiéndose dejado decir que cortarán el puente por
donde pasan las aguas del Riego Mayor de esta villa para privarla de ellas, y
obligar de este modo a quitar el cordón sanitario”.
Posteriormente llegó a ese punto una partida
de diez hombres armados que abrieron fuego contra los benidormenses del cordón,
que se retiraron hasta un lugar fuera del alcance de los fusiles. Pasó por allí
el estanquero de l’Alfàs y les indicó que los autores de los disparos eran miembros de la guardia urbana de Polop.
Al alcalde de Benidorm le preocupó mucho la
amenaza de cortar el suministro de la Séquia Mare y escribió al de Polop
indicándole que debía impedir esa amenaza porque peligraba la cosecha de maíz.
El cultivo de dicho cereal sustituía en parte al trigo que tenía una zona de
cultivo más restringida porque el terreno de Benidorm no era adecuado para él y
era frecuente importarlo por mar. El botánico Cavanilles indicaba a finales del
siglo anterior había quedado sorprendido por el gran tamaño que alcanzaba el
maíz en la zona de l’Alfàs de Benidorm [5]. Según el alcalde dicha cosecha
podría desaparecer:
“Dos mil cahices de maíz [6] están pendientes
del beneficio de este riego, y en tan crítica situación que se perderían
irremediablemente por la falta del agua en estas dos tandas indicadas,
llevándose para sí los afanes, sudores y esperanzas de los desgraciados
labradores, que privados de su producción agrícola no podrían subsistir ni
contribuir a las cargas del estado”.
Finalizaba diciendo que en cuanto se supo que
la enfermedad estaba en l’Alfàs, la corporación municipal tomó “bien a su pesar” el incomunicarse con
dicha población y recomendaba a la autoridad de Polop que hiciera lo mismo “para conservar la Sanidad de ese Pueblo, y
de este que tantas relaciones tienen entre sí”.
En vista que el cordón sanitario de l’Alfàs suponía dificultades para enviar el correo a Altea, el 13 de agosto el alcalde de Benidorm escribía al de dicha villa indicándole que instalase vigilancia en el Camino Real (Camino Viejo de Altea) por la parte del Albir para que allí lo recogiesen:
“Para que esta Justicia
[alcalde] pueda estar en comunicación pronta en cuantos asuntos puedan concernir
al mejor Servicio de la Reina Nuestra Señora e intereses de todo ese vecindario mientras
duran las circunstancias que separan estas dos villas del trafico y comunicación,
será muy conveniente establezca V. una guardia inmediata al apostadero situado
en el Camino [Real] de esta villa por la parte del Albir para que por medio de
un individuo reciba V. los pliegos del Real Servicio y los vecinos de esa villa
las cartas y demás noticias que puedan interesar.”
Ese mismo día el
alcalde y presidente de la Junta de Sanidad de Benidorm respondió a un oficio
del Alcalde Mayor de Polop. Lo calificaba de harto desafortunado ya que le
reprochaba la creación del cordón sanitario con l’Alfàs de Polop de manera
arbitraria y atropellada, inventándose una enfermedad inexistente. La Junta le
recordaba que era el organismo encargado de velar por las leyes sanitarias y la
salud dentro de su municipio y que tomó tal medida asesorada por el médico José
Pérez, vocal de dicha Junta. El facultativo
“había observado en el camino del Alfaz de Polop, un caso del cólera […]
y haber además ocurrido en el día anterior otro igual caso en Miguel Such, que
fue víctima de él, con otro que también murió días antes con todos los síntomas
del cólera”.
De eso ya les
había informado a él y al alcalde de la Nucia y también de dos muertes “cuasi repentinas” con idénticos
síntomas. A una de ellas el sacerdote le dio la absolución “desde la puerta de su casa” por miedo al
contagio. Añadía que la descripción que dicho facultativo hizo del estado de
los enfermos no era invención, sino realidad ya que informó de:
“haber presenciado a una enferma con vómitos y diarreas pertinaces,
hipo, calambres, sed devoradora, voz sepulcral, ojos hundidos al interior de
sus orbitas, frialdad marmórea, y sensación al tacto como de rama, síntomas
todos que según los profesores del arte de curar caracterizan al verdadero cólera”.
Concluía la Junta defendiendo
que su decisión: “no acredita más que un
buen celo de esta Junta por la conservación de la salud pública”.
A su vez la Junta de
Benidorm reprochaba al alcalde de Polop que, para evitar la impopularidad que
implicaba poner en aislamiento a los vecinos de l’Alfàs, que querían
convertirse en municipio independiente, había preferido no declarar la epidemia
y los estaba poniendo en peligro. La situación se agravaba porque había
autorizado que los alteanos con tierras en la pedanía de l’Alfàs pudiesen entrar
en ella para recoger su cosecha y había puesto el cordón sanitario con Altea dentro
de l’Alfàs con lo que muchos vecinos corrían serio peligro de infectarse.
La Junta de
Benidorm finalizaba diciendo que estaría dispuesta a quitar el cordón sanitario
si l’Alfàs estuviese libre de cólera como aseguraba el alcalde de Polop. Para
ello los médicos de los pueblos circundantes deberían examinar los casos
sospechosos y emitir un informe en ese sentido. Mientras tanto seguiría el
cordón: “y en el ínterin que esto se
verifique, parece muy conforme el que se incomunique esta villa con el referido
caserío [de l’Alfàs]”.
El alcalde de Polop aceptó dicha propuesta y
los pueblos de Callosa, Polop, la Nucia y Benidorm encargaron a sus respectivos
médicos ir a l’Alfàs de Polop e inspeccionar los casos sospechosos de cólera.
Así lo hicieron el día 16 Mariano Blanquer de Callosa,
Vicente Linares y Vicente Mayor de Polop, Antonio Llorens de la Nucia, y el
citado José Pérez de Benidorm.
Al
día siguiente los cinco médicos se reunieron en el camino de l’Alfàs y
levantaron un acta indicando por unanimidad: “no haber hallado síntoma alguno que pudiese inducir la menor sospecha
del cólera y que el estado sanitario de dicho caserío es de satisfactorio”.
Por
tanto se levantó el aislamiento de l’Alfàs de Polop y se informó de todo a la
Junta Provincial de Sanidad. En la documentación no se indica pero es muy
normal preguntarse si en el diagnóstico de los médicos pesó más el evitar el
quebranto económico que significaría para el pueblo la rotura de la Séquia Mare
que las precauciones sanitarias.
Cólera y comercio marítimo.
Los
cordones sanitarios ocasionaban dificultades al comercio y por tanto escasez de
bienes y alimentos. Eso afectaba también a los barcos mercantes que traían
productos importados ya que no podían desembarcarlos en las localidades
infectadas. Por eso el 13 de agosto el alcalde de Benidorm comunicaba al de
Altea que le adjuntaba la patente de sanidad del barco Virgen de los Dolores cuyo patrón era
Ramón Devesa. La nave había pasado 9 días de cuarentena en Denia con lo que
estaba libre de cólera. Como Altea estaba infectada Ramón Devesa solicitaba
descargar su nave en Benidorm. Al alcalde le parecía conveniente, antes de
darle autorización, consultarlo con las autoridades alteanas y que éstas lo
aprobasen en ese caso y en otros similares: “que interesen al comercio y navegación, previas las formalidades de
visita de expertos [sanitarios] y demás que corresponda”.
Algo similar se le propuso el día 18 de agosto al
municipio de la Vila Joiosa por parte de la Junta de Sanidad de Benidorm. Le
indicaba que la Vila y Altea estaban incomunicadas por tierra y por mar a causa
del cólera y como ambas estaban muy próximas a Benidorm podrían descargar ahí “en cuarentena los frutos y pescados no
susceptibles de contagio”. Opinaba que seria positivo que mientras la Vila siguiera
en aislamiento su Junta de Sanidad permitiera descargar en Benidorm “los cargamentos que no procediendo de
parajes invadidos del Cólera tengan que desembarcarlos”, algo que
beneficiaría al comercio de ambas localidades.
El 25 de agosto las autoridades de
Benidorm remitieron un oficio “Al Sr.
Presidente de la Junta Superior de Sanidad de la Provincia” informándole
que el día anterior había fondeado en la bahía de Benidorm la goleta española
“La Cleopatra” cuyo capitán era José Orts. Había salido del puerto de Santa
Cruz de Tenerife el 24 de Julio, había tocado puerto dos días después en Gran
Canaria: “gozándose de salud cumplida en
dichas Islas, según la patente”. Transportaba un cargamento de atún con
destino a Tarragona y durante toda la travesía no hubo problemas de salud entre
la tripulación ni contacto con buque alguno. Al enterarse el capitán José Orts
que en Tarragona se padecía el cólera morbo
“ha suspendido el viaje a dicho Puerto y a cualquiera otro de los habilitados
de este Reyno por las circunstancias actuales [el cólera]”.
La Junta de Sanidad de Benidorm pedía
al gobernador civil le informase sobre la cuarentena que debía imponerse a
dicha nave.
Ese mismo día se enviaba otro oficio a la misma autoridad indicando que también estaba fondeado en la rada de Benidorm el laúd “La Fortuna” cuyo patrón era Antonio Llorca, de Benidorm (“de esta matrícula”), proveniente de Ceuta con cargamento de pescado salado. Había estado en cuarentena en el puerto de Alicante desde el día 19 hasta el 23 de agosto y salió de allí porque la Junta Municipal de Sanidad de dicha ciudad lo envió a Benidorm con la obligación de permanecer incomunicado. La autoridad de Benidorm preguntaba cuantos días más debía permanecer en la bahía en cuarentana.
Bandoleros en la sierra de Bèrnia.
El verano de 1834
estaba resultando muy duro. Las dificultades causadas por la guerra carlista y
los confinamientos de los pueblos infectados crearon problemas económicos que
propiciaron la aparición del bandolerismo. Así lo refería el alcalde de Benidorm
al gobernador civil el 8 de septiembre:
“Los malhechores que se abrigan en la Sierra de Bernia y hace pocos días
robaron en la misma a D. Ignacio Salvá vecino de Altea hallándose en su heredad
[…] y en los mismos días salieron en el
Collado de Bernia para robar”.
Indicaba que
tenían escondites en Polop, “tienen
también sus madrigueras en el término de Polop” y que en la noche del día 6
intentaron robar en una heredad de
Benidorm situada “a la línea divisoria
del de Polop”.
Continuaba
explicando que la milicia de Benidorm se habría podido dedicaro “con el auxilio de los demás pueblos al exterminio de estos infames”,
pero la necesidad de mantener el cordón sanitario con Altea y la Vila Joiosa se
lo había impedido. Como en Altea estaba finalizando la epidemia ya podría tomar
medidas para “el exterminio de esa otra
plaga” que eran los malhechores que habían “osado pisar el término de esta villa”. Pero las posibilidades
económicas del municipio eran tan escasas que no podía pagar los sueldos de la
milicia ni comprar las municiones por lo que solicitaba ayuda al gobernador
civil: “para que tenga a bien facilitar
las que pueda al comandante de dicha Milicia […] en defensa de las personas y
bienes de estos vecinos.”
El cólera también
llega a Benidorm.
Durante los meses estivales Benidorm se vio
libre del cólera a pesar de que las vecinas Altea y Villajoyosa lo padecieron.
Sin embargo a punto de iniciarse el otoño, el 18 de septiembre, la epidemia se
manifestó violentamente con 7 defunciones según registró el párroco Agustín
Galiana en el Archivo Parroquial. El pánico a la epidemia se extendió por
Benidorm y muchos vecinos huyeron del pueblo. Era un caso habitual ya que cuando se declaraba
oficialmente la epidemia en una localidad se producía un gran miedo y todas las
personas que podían huir lo hacían para evitar el contagio y el confinamiento.
El 6 de octubre el alcalde comunicaba al corregidor
de Alcoy que “Los estragos que […] está causando el cólera en esta villa la han
dejado casi desierta”. El corregidor reclamaba el pago del tercer trimestre de un tributo y el
alcalde le indicaba que era imposible hacerlo en el plazo tan ajustado que
exigía “pero se efectuará tan luego como
desaparezca dicho mal y vayan regresando los contribuyentes”.
Ignoramos a donde marcharon los
benidormenses. En dicho informe el alcalde indicaba que era una localidad
eminentemente marinera y muchos de sus habitantes estaban fuera cuando estalló la epidemia porque habían ido a pescar a otras
localidades. El diccionario de Madoz añade otro dato: algunas familias pasaron el tiempo
de la epidemia en la isla de Benidorm en condiciones bastante precarias:
“[...] en 1834, cuando Benidorm y Villajoyosa estaban sufriendo el cólera-morbo,
se trasladaron algunas de sus familias al mencionado punto, para evadirse de
tan triste plaga, y vivieron en chozas formadas con las velas de los barcos
hasta que aquella cesó.”[7]
El 12 de octubre
el alcalde escribía un informe en el que no consta el destinatario. Parece que
se trataba del presidente de la Junta Provincial de Sanidad que era el
gobernador civil. El dramatismo de la situación se trasluce a pesar de la
frialdad de la prosa administrativa, destacando que de 4 al 11 de dicho mes
habían fallecido más de 100 benidormenses:
“Sigue en esta villa la enfermedad del cólera su curso ordinario sin
haber llegado todavía al período descendente. En los ocho días anteriores ha
[hecho] estragos esta terrible enfermedad arrebatando más de cien víctimas”.
Ante situación tan
desesperada la junta de sanidad de Benidorm intentó traer al médico Vicente
Orts:
“En medio de este desconsuelo la Junta de Sanidad de esta villa ha hecho
el último sacrificio que podía, mandando expresamente al veloz falucho el Rayo
para la ciudad de Málaga a fin de conducir a ésta al acreditado Profesor de
Medicina Dn. Vicente Orts, que según la voz pública ha tratado con el mayor
acierto la enfermedad del cólera en Vélez Málaga y sus contornos, haciendo
curaciones prodigiosas”.
Como la situación
económica de la villa era deficiente solicitaba a la Junta de Sanidad de la
provincia la ayuda necesaria “para sacar
a los vecinos de esta desgraciada villa del conflicto en que se halla”.
Posteriormente el
alcalde daba respuesta a un escrito del día anterior remitido por comandante de
Carabineros de Benidorm pidiéndole que la milicia urbana vigilase también de
noche para evitar el desembarco de alijos de contrabando. El alcalde se negaba
porque muchos miembros de la milicia estaban enfermos y además carecía de
fondos para pagar ese servicio extraordinario. Lamentablemente no consta la
fecha de dicho escrito, pero debió ser en la primera semana de octubre.
Indicaba el alcalde que al cólera se sumaba el paludismo (“calenturas intermitentes”), una enfermedad endémica de la zona. En
circunstancias normales causaba baja mortalidad aunque dejaba a los afectados
inútiles durante los días de fiebre pero al coincidir con el cólera resultaba
más grave.
“La enfermedad asiática que hace dos meses aflige a esta población con
la epidemia de calenturas intermitentes de que por desgracia se halla plagada
la misma, han reducido a todos sus habitantes al estado más deplorable de
salud, particularmente a los individuos de la milicia urbana que habiendo
practicado el servicio de los cordones sanitarios, de sus resultas no hay
siquiera uno de los pertenecientes que no padezca de aquellas o se halle
convaleciendo del cólera”.
El día 7 de noviembre el alcalde enviaba un oficio al
corregidor de Alcoy recordando que la Junta de Sanidad de Benidorm había pedido
ayuda económica para combatir el cólera y la respuesta había favorable. Por
tanto pedía que se le entregase dicha ayuda:
“[…] se servirá V.S.
entregar a Antonio Vives y Orts, portador del presente oficio, 370 reales que
han correspondido a esta villa por el donativo que la benéfica Reina-Gobernadora
se ha dignado hacer a todos los de esta provincia que han sido afligidos por el
cólera morbo.”
El
final de la epidemia en Benidorm.
El 15 de noviembre el alcalde remitía al párroco de Sant
Jaume una relación de las personas que habían fallecido en Benidorm desde el 17
de septiembre hasta dicho día “época en
que ha reinado en toda su extensión la enfermedad del cólera morbo”.
Indicaba que la relación no era completa “por
haber sido invadido con esta enfermedad el día 1 de octubre el secretario de
este Ayuntamiento” y también porque algunos vecinos no habían declarado la
enfermedad de sus familiares. En aquella época aún no se había creado el
Registro Civil y los fallecimientos se registraban en el libro de defunciones
de la parroquia.
A continuación el alcalde daba una información muy
esperada: según el doctor don Vicente Orts la epidemia del cólera había
finalizado y el Ayuntamiento tomaba la medida habitual en estos casos que era
ordenar que al día siguiente se comunicara al público y se celebrara un tedeum cantado
para “tributar gracias al Todopoderos por
tan grande beneficio […] con un repique general de campanas.” Los actos se
celebraron el 16 de noviembre, el mismo día que se inscribía en el Archivo Parroquial
el último fallecimiento por cólera.
El júbilo generalizado de Benidorm se muestra de manera mucho más expresiva en el oficio que se envió al gobernador civil al siguiente día 17 de noviembre:
“Esta Junta de Sanidad tiene la satisfacción de participar a V.S. que
habiendo desaparecido de esta villa por la Divina Providencia la enfermedad del
cólera morbo, que tantos estragos ha causado en ella, se halla dicha villa en
perfecto estado de Salud. Por tan singular beneficio se dieron en el día de ayer
las debidas gracias al Ser Supremo cantando un solemne Te Deum”.
Seguía resaltando “el mérito contraído por el acreditado profesor de Medicina Dn. Vicente
Orts” al que calificaba de intrépido y filantrópico y que “ojalá lo hubiera llamado más pronto y no
llorarían tantas familias”. Destacaba
"[…] su
acertado método curativo contra el cólera y singular caridad para todos los
enfermos […] el ningún temor que le
causa la epidemia reinante, la hábil destreza con que sabe combatirla […] y a
los pobres medicina gratis que se trajo de la ciudad de Málaga”.
Por todo ello rogaba al gobernador civil
que informase a las autoridades de todo lo expuesto por considerar que podría
ayudar a otras localidades afectadas.
En total durante
el tiempo que Benidorm tuvo la declaración de “invadido” se anotó en el libro
parroquial la defunción de 189 personas aunque es probable que hubiera más
casos ya que en sus inicios algunos debieron quedar diagnosticados de otros
males. Oficialmente el primer día de epidemia fue el 18 de septiembre con 7
defunciones registradas lo que significa que la infección ya estaba con
anterioridad. El día de mayor número de defunciones registradas fue el 14 de
octubre, con 16 entierros. El último entierro se produjo el día 16 de noviembre
con una única defunción.
La mortalidad afectó mucho más a las mujeres, 116 defunciones, que a los hombres, 73 defunciones. Eran ellas las que ordinariamente atendían a los enfermos, los aseaban y lavaban sus ropas con lo que la posibilidad de infectarse era mucho mayor por el contacto directo con los vómitos y diarreas que caracterizan esta enfermedad.
Consideraciones finales.
La Medicina de la
época desconocía el origen microbiano de todas las enfermedades y en particular
de ésta, causada por la bacteria Vibrio
cholerae: “son enteramente
desconocidas las causas que producen el desarrollo, intensidad, mortandad y
prolongación de esta epidemia”, explicaba La Junta de Sanidad provincial.
Se desconocía
también su transmisión y creían que era por vía respiratoria cuando en realidad
era a través del agua, alimentos y ropas infectadas. Por tanto los remedios que
tenían no eran eficaces. La bacteria provocaba abundantes diarreas y vómitos que
infectaban sobre todo a los familiares. Si se lavaba la ropa de los enfermos en
la Séquia Mare, utilizada también para beber, se difundía la enfermedad a otras
familias.
El remedio más utilizado en esta epidemia fue el tratamiento a base de una mezcla de varias plantas secadas y reducidas a polvo. Su ingrediente principal era la “Echium vulgare”, popularmente denominado viborera, que se había utilizado tradicionalmente como antídoto contra las picaduras de víboras por lo cual la mezcla que se administraba se denominaba “polvos viboreros”. Según la Junta Provincial de Sanidad era un remedio eficaz que lograba buenos resultados y se lamentaba porque:
“escaseaban en razón de que habiéndose experimentado los saludables efectos que producen, sabiendo aplicarlos con oportunidad, eran muchos los pedidos que de ellos-se hacían”.
Posteriormente se
seguía creyendo en su eficacia y el diccionario de Madoz escribía en 1846:
“[…] los polvos conocidos en el país con el nombre de la viborera, los
cuales por su cualidad sudorífica, sirvieron de eficaz remedio durante el
cólera-morbo; remesándose en gran cantidad á todos los puntos de España
atacados de aquella enfermedad” [8].
Echium vulgare en floración. Según Wikipedia recibe muchos nombres y
uno de ellos es la de planta viborera porque se utilizó durante siglos para
curar las picaduras de víbora porque sus semillas tenían forma parecida a la
cabeza de dicho reptil. Hoy se sabe que es muy tóxica por lo que ya no se
ingiere.
El gobernador
civil de Alicante enviaba informes a la Junta de Sanidad Nacional que se
publicaban en la Gaceta de Madrid. Se referían principalmente a la capital
provincial y apenas se informaba sobre el resto de localidades. El 10 de
septiembre informaba:
“Con fecha 6 del corriente avisa su gobernador civil que […] se socorría
a la gente menesterosa con todo lo necesario para vencer el mal, así en los
domicilios como en los hospitales: que en la mayor parte de los pueblos
invadidos iba desapareciendo la enfermedad, excepto en Bocairente, Gandía,
Cocentaina, Beniopa y Villajoyosa”.
Era un informe optimista porque la epidemia duró en la provincia hasta diciembre. Probablemente lo redactó así para no incrementar el miedo que ya existía, y los informes posteriores continuaban esa línea. El 18 del mencionado mes indicaba que en la capital continuaba la epidemia aunque mejoraba en el resto de poblaciones afectadas: “[...] los demás de la provincia que habían sido invadidos iban quedando Iibres del mal que los afligía”. Sin embargo fue en ese momento cuando en Benidorm acababa de comenzar la infección.
El 4 de octubre, cuando la epidemia en Benidorm estaba alcanzando gran virulencia, informaba que “[…] en los demás pueblos de la provincia no ocurría cosa notable, y que en todos iba á menos la enfermedad”.
El 25 de octubre es la única vez que se cita a Benidorm como infectado: “Dice su gobernador civil, con fecha 21 del presente, que todavía sufrían el cólera los pueblos de Alcoy, Aspe, Benidorme, Gandía, Gijona, Monovar, Muchamiel y San Juan”.
El
día 28 informaba que en las poblaciones costeras se presentaban casos de
paludismo o tercianas que adquirían más gravedad en las poblaciones en las que todavía
había casos de cólera. A finales de diciembre la epidemia había desaparecido de
la provincia según dicha fuente de información.
La epidemia de
cólera de 1834 estimuló que se tomaran medidas para favorecer la higiene
pública, especialmente en cuanto a las infraestructuras sanitarias y el
abastecimiento de agua potable. Este último aspecto se intentó en Benidorm en
1844 cuando, por primera vez, el agua de Lliriets llegó a tres fuentes públicas
de Benidorm en condiciones de salubridad. El diccionario de Madoz indicaba que
estaban intentando:
“Para surtido de los vecinos tiene 3 fuentes dentro de la villa, y por
la escasez que muchas veces han sentido de tan necesario artículo, tratan de
conducir ciertas aguas que nacen en las heredades del Liriet, casi al Norte de
dicho pueblo y media legua de él aproximadamente” [9].
Desgraciadamente, este suministro duró poco de tiempo y la Séquia Mare continuó como principal fuente de suministro de agua potable. Pero tenía varios inconvenientes tal como señaló Orts Berdín: el cauce era abierto en la mayor parte del trayecto, se lavaba en ella las ropas de sanos y enfermos y existía la costumbre de arrojar a la acequia “objetos putrefactos” [10], un eufemismo para indicar la inveterada costumbre de hacer las necesidades fisiológicas en ella. Finalmente se cortaron estos abusos y se estableció el llenado de los aljibes en el mes de enero en el que se prohibía el riego, el lavado de ropa y cualquier otra actividad. Más información https://histobenidorm.blogspot.com/2016/03/cuando-benidorm-bebio-de-la-sequia-mare.html
NOTAS:
[1] AMB “Año1834
Libro de Oficios de esta Villa”, D1/4873/1.
[2] La ortografía castellana
del “Libro de Oficios” es muy diferente a la actual por lo que, para facilitar
su lectura, la he actualizado.
[3] Gaceta de
Madrid Nº74, 15/03/1835. Consultado en la edición electrónica.
[4] Ibidem
[5] VVAA: “Les
observacions de Cavanilles 200 anys
després”, Bancaixa 1977, pags 280-282.
[6] Un cahíz,
“cafís” en valenciano, equivalía a 12 “barcelles” de 17 litros y por tanto
2.000 cahíces equivalían a 34.000 litros de maíz. Un litro de maíz pesa 0,77
kg.
[7] MADOZ, P.:
“Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de
Ultramar”, Madrid 1846, 2ª edición, volumen 3, pág. 213.
[8] Ibídem, vol.
1, pág. 256.
[9] Ibídem, vol.
3, página 212
[10] ORTS BERDIN, PM.: “Apuntes históricos de Benidorm”, año 1892, pág. 227.