viernes, 25 de febrero de 2022

 Benidorm antes de 1963 ¿el Paraíso Perdido?


Francisco Amillo Alegre


Al finalizar la Primera Guerra Mundial industriales alcoyanos, enriquecidos con el suministro a los beligerantes, empezaron a construir chalets en primera línea de la playa de Levante. A diferencia de lo que ocurría en Poniente aquí la costa era baja, muy llana y más accesible. Además era una playa de arena con suave pendiente que permitía el baño familiar sin peligro para los niños y con más comodidad que en las inmediatas playas de piedra de Altea, l’Albir o la Vila Joiosa.

A las ventajas de la playa se unieron los atractivos paisajísticos descritos de forma admirable por Gabriel Miró cuya alusión a los azules del cielo y el mar de Benidorm sería utilizada en las primeras promociones turísticas de la villa. “Pero Benidorm tenía intimidad. Se interna entre los azules del cielo y de las aguas. Mar y aire suyos, como creados privadamente para su goce. […] Benidorm sumergido entre azules perfectos mediterráneos. […] Azules nuevos, como recién cortados; azules calientes, azules de pureza. […] El mar resultaría quizá demasiado profundo de azul; sobraría superficie azul delante del pueblo, y como nada puede sobrar en la belleza, floreció la lis de un islote: una roca encarnada como un corazón, que recremase la lumbre. Pueblo claro y recogido. Dentro de los azules, paredes de aristas de espigas, contornos de nitidez de sal”. [1]

 

Hasta 1963 el aspecto de la playa de Levante era muy similar al de antes de la Guerra Civil con un hotel de lujo, el Bilbaíno, pero predominando los chalets unifamiliares. En esta imagen vemos además una innovación añadida por el Plan General de Ordenación Urbana de 1956: algunos bloques de apartamentos de cinco o seis plantas que alteraban muy poco el skyline tradicional.



La promoción de Benidorm como paradisíaco lugar de veraneo.

Tras el impulso que recibió la actividad turística durante la alcaldía de Vicente Llorca Alós (1925-1930), la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial supusieron un golpe muy duro para el turismo de Benidorm, sobre todo el internacional. Pero finalizado el período bélico el panorama cambió y el turismo internacional consiguió reanimarse. Las bellezas del entonces pequeño pueblo de unos 3.000 habitantes, volvieron a recuperar su atractivo. Para esta etapa tenemos el testimonio de Sylvia Plath que en 1956 pasó una parte de su luna de miel en Benidorm: "vi aquel mar azul centelleante, la limpia curva de sus playas, sus inmaculadas casas y calles, sentí instintivamente, igual que Ted, que ese era nuestro lugar" [2].

En esa época, después de los españoles, los turistas que más nos visitaron fueron los alemanes y en el Archivo Municipal se conservan fotografías y vídeos donados por algunos de ellos, como Albert Becker Zahnarzt, que son un fiel reflejo de aquel Benidorm. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial algunos alemanes se refugiaron en España porque temían represalias por su pasado nazi y una parte de ellos recaló en Benidorm y la comarca. Jaume Climent contaba la historia de Humberto Hahn Stropciski, uno de esos nazis que fue acogido por un judío que le dio alojamiento y comida y le ayudó a encontrar trabajo.

Publicidad en la Revista Oficial de les Festes Majors Patronals del año 1962 ofreciendo el servicio de intérprete de español-alemán.


Otro alemán en Benidorm fue el ilusionista Fredo Marvelli que se asentó en 1952. No huía de su pasado sino que como Sylvia Plath quedó cautivado por su paisaje. Viniendo desde Alicante vio a lo lejos, desde la carretera que circulaba junto a la playa de Poniente, el pueblo encaramado sobre Canfali y, como muchos otros, se quedó prendado de él y en él se estableció. Convirtió su afición a la fotografía en profesión lo que, amén de otras actividades, le llevó a editar postales que vendían las bellezas naturales de la villa: las dilatadas playas de arena, el pequeño pueblo de casitas blancas,  el puerto, Sierra Helada, el Puig Campana, el aspecto de oasis en Poniente, etc. En este último caso la magia de su cámara parece habernos trasladado a alguna paradisíaca isla del Pacífico pero estamos en la Cala de Benidorm. Supongo que lo que más atrae de estas postales es la belleza paisajística y paradisíaca que nos sugieren.

Postal de Marvelli donde las palmeras  y el humedal de agua dulce de la Cala y podían ofrecer el aspecto de un paraíso tropical.


Pero no había sido el primero en retratar ese paraíso. El año anterior la película Alba de América había convertido la Cala en playa tropical del Caribe. Que se rodasen algunas escenas en Benidorm se debió a la recomendación de Julio Guillén Tato, entonces capitán de fragata y director del Museo Naval de Madrid que, como asesor naval de la película, diseñó y dirigió la reproducción de la carabela Santamaría. Conocía Benidorm desde de niño porque había pasado algunos veranos en él y más tarde, de adulto, compró una casa con ese mismo objeto. En España  Alba de América supuso una gran promoción turística para el pueblo y una muy agradecida fuente de ingresos para algunos de sus habitantes que participaron en el rodaje del film.


Dos fotografías de personajes de Benidorm que participaron en el rodaje del film Alba de América. En la segunda imagen vemos la réplica de la carabela Santamaría construida respetando hasta en los más mínimos detalles las naves de finales del siglo XV. Se hizo según diseño y supervisión personal de Julio Guillén Tato.


Volviendo a los alemanes, estos primeros residentes atrajeron a muchos compatriotas que encontraron aquí un lugar ideal para sus vacaciones estivales. Algunas alemanas contrajeron matrimonio con españoles y se quedaron para siempre.

Para estos turistas alemanes se creó una publicidad que definía a Benidorm como “Das Paradies der Spanischen Riviera” (El paraíso de la Riviera española”). Así lo anunciaban, por ejemplo, el hotel Europa y el Madrid. Fomentaban la imagen de un paraíso como el descrito por Gabriel Miró de arenas doradas con azules de cielo y mar. También de un paraíso arqueológico en el Tossal de Cala porque Humberto Hahn Stropciski compraba las piezas que sacaba del antiguo fortín romano un guardia civil del cuartel de la Cala y luego las revendía a otros compatriotas. Humberto Hahn decía llamarse así aunque en Benidorm pensaban que no era su verdadero nombre ya que había sido miembro de las SS. Se dedicaba a la venta de inmuebles y a la reventa del material arqueológico.

En aquellos años el casco urbano de Benidorm era muy pequeño y la zona turística era sobre todo la playa de Levante. La de Poniente era un lugar sin apenas edificios, predominando campos de olivos. Destacaban las palmeras que llegaban muy cerca del  mar ofreciendo la imagen de playa paradisíaca. El Plan General de Ordenación Urbana de 1956 reforzó este concepto ya que primaba una ciudad-jardín de chalets en solares de generosa extensión y baja densidad de ocupación. Era un Benidorm que en 1952 tenía siete hoteles y 4 pensiones, todos ellos con escasa capacidad ya que los más grandes podían albergar poco más de 50 personas. Así que las playas y locales de ocio eran tranquilos, con verbenas en la Plaza del Castillo los domingos y festivos.

Y así fue durante unos años, hasta 1963, cuando las modificaciones del PGOU permitieron la edificación en altura y la construcción de rascacielos que supusieron un cambio fundamental en la evolución turística de Benidorm. El primero, el edificio Frontalmar, tenía quince plantas y el segundo, el Coblanca 21 tenía 27 plantas y 91 metros de altura. Estos edificios empezaron a extenderse en las zonas previstas para la ciudad-jardín de chalets que desaparecieron para dar origen a la actual ciudad vertical capaz de acoger altas densidades de población. Fue un proceso gradual pero al iniciarse la década de 1970 ya era imparable.

Los nostálgicos del modelo anterior de ciudad turística, apoyado en sus bellezas paisajísticas como símbolo de un lugar paradisíaco, se sintieron descontentos y lo abandonaron. Entre ellos los turistas alemanes, que hasta 1963 habían sido los más numerosos y a partir de esa fecha empezaron a disminuir. Su lugar lo ocuparon los numerosos británicos que no buscaban bellezas naturales sino  la playa y el ocio, algo que la nueva ciudad de los rascacielos les ofrecía abundantemente y a precios asequibles.

Está claro que la promoción turística creó la imagen de un Benidorm paradisíaco, pero ¿era realmente un paraíso?

Para los turistas europeos evidentemente sí. Venían de grandes ciudades industriales y el paisaje tradicional de Benidorm podía parecerles el paraíso que ellos habían perdido entre el humo de las fábricas y el asfalto de las calles. Un paraíso que tenía como imagen publicitaria la omnipresente palmera, símbolo de un clima suave y soleado que garantizaba unas felices vacaciones. 

También el clima se utilizó como elemento publicitario: “El sol pasa el invierno en Benidorm y la brisa el verano”. El lema  "Playas de Benidorm, Horizontes azules, Primavera constante, Un encanto veraniego" no era nuevo: se había acuñado ya en 1936 y se retomó en la década de 1950.

Esta promoción se completaba con hoteles modernos y no muy grandes, de carácter más familiar, sin masificación. Un ejemplo es el hotel Victoria que ofertaba piscina, una antigua balsa de riego reconvertida, cuando el pueblo aún no tenía agua potable.

Cartel publicitario editado por el Ayuntamiento de Benidorm haciendo alusión al excelente clima de la localidad. La fotografía que incluye muestra modernos edificios entre zonas verdes. El pastor y sus ovejas en Serra Gelada rememoraban el mito de la Arcadia feliz del mundo clásico.




El paraíso que vivían los residentes de Benidorm.

Ese Benidorm publicitado como la Arcadia feliz ¿lo era para sus habitantes? Los humedales de la Cala, que en las fotografías de Marvelli podían parecer un oasis tropical, tenían su contrapunto: en 1953 el comandante del puesto de la Guardia Civil de la Cala escribía al alcalde Pedro Zaragoza quejándose de que en los humedales próximos los mosquitos se reproducían de forma extraordinaria y además de ser una gran molestia podían transmitir paludismo. Esto nos muestra la otra cara del paraíso, la que veían sus habitantes.

Las aguas dulces estancadas podían favorecer el desarrollo de mosquitos transmisores del paludismo. Fotografía de Simeón conservada en el Archivo Pedro Zaragoza de la Universidad de Alicante.


Hasta el clima significaba cosas distintas: la escasez de lluvias, ideal para disfrutar de unas vacaciones estivales alegres y luminosas, tenía la contrapartida de crear dificultades a los agricultores. En 1952 Benidorm seguía siendo “labrador y marinero” tal como lo describió Gabriel Miró. Sus habitantes seguían viviendo de la dura agricultura de secano de almendros y olivos, y de la despiadada mar que cobraba, de tanto en tanto, tributo de vidas pescadoras. Afortunadamente para los agricultores en 1952 habían terminado los tres primeros tramos del Canal Bajo del Algar y sus aguas permitirían más tarde introducir la agricultura de cítricos, mucho más rentable. Para los pescadores la economía turística supuso el inicio de un lento declive hasta que finalmente casi desaparecieron, poniendo fin a una actividad secular. Como indicaba Julio Guillén Tato era más atractivo el trabajo de camarero que el de pescador.

La promoción turística de esos años sobre la bonanza del clima veraniego mostraba también otro aspecto negativo para los benidormenses: se trataba de un turismo estacional, que no garantizaba ingresos todo el año ni podía dar trabajo a todos los que lo necesitaban.

Aunque en Benidorm había un grupo de personas de vida acomodada y también algunos terratenientes muy ricos, predominaba la población con ingresos ajustados. Eso causó la emigración y el declive demográfico de la villa. En 1910 tenía  3.498 habitantes que fueron disminuyendo hasta llegar a los 2.726 en 1950, el año en el que Pedro Zaragoza accedió a la alcaldía en el mes de diciembre.

Para bastantes familias el alimento era un bien escaso. En los programas de las fiestas patronales se incluye a menudo el reparto de cestas con comida, ropa o dinero (1944, 1947, 1950 y 1954); en 1960 aún se repartieron cestas de comida, siendo la última vez que esta actividad se cita en los programas.

La documentación municipal de los primeros años de la alcaldía de Pedro Zaragoza nos muestra que aún seguían en vigor las hojas de racionamiento. Creadas durante los duros años de postguerra, en 1952 ya eran menos necesarias pero el Ayuntamiento las seguía repartiendo. Para adquirir productos se recortaban los cupones y el Ayuntamiento exigía a los comerciantes que se los entregaran mensualmente. También vemos que daba de baja en las hojas de racionamiento a las personas que marchaban de Benidorm porque deberían solicitarlas en su nuevo domicilio.

A finales de 1952 había un total de 2,928 tarjetas; en ese año se habían dado de alta 112 (por nacimiento y llegadas de otras localidades) y se habían dado de baja (por defunción y cambio de residencia) 164 tarjetas. El comerciante que más cupones de racionamiento había gestionado era Rafael Alemany Molina, ya que con 1.221 suponía casi la mitad de los de Benidorm. 

Hoja de racionamiento de Benidorm de los primeros años de la década de 1940. El comprador recortaba los cupones y los entregaba al comerciante para poder adquirir determinados tipos de alimentos. En 1952 ya no había escasez de café por lo que la venta de achicoria, que lo había sustituido en años anteriores, ya no era necesaria.


En 1952 el racionamiento de alimentos se había suavizado pero aún se controlaba las capturas de la pesca, los animales sacrificados en el matadero municipal y la carne vendida en las carnicerías, la producción de aceite en las almazaras y su venta en las tiendas. Lo mismo pasaba con la harina de los molinos maquileros y con el pan expendido en las panaderías. También se cita el azúcar, que tenía un tope de venta por adulto y otro por niño.

El café no tenía problemas de escasez pero se autorizaba a tostarlo con un 10 % de azúcar porque de esa manera se obtenía más cantidad. En Benidorm sobraba café y el  02/02/1952 el Ayuntamiento preguntaba al gobierno civil si el remanente de 6,4 kg de café que se arrastraba desde septiembre del año anterior se podía distribuir en centros benéficos.

En esta situación de alimentos escasos la aparición de epizootias en animales domésticos suponía dificultades. El 09/06/1952 el inspector municipal veterinario Leonardo Ruíz informaba al alcalde que había inspeccionado el ganado desembarcado de un camión en la Plaza de la Cruz “el cual se encuentra atacado de la enfermedad conocida con el nombre de fiebre aftosa o glosopeda, siendo el número de animales atacados el total de la expedición […] he puesto al corriente al encargado del ganado de las medidas y precauciones a observar” [3]. La enfermedad se extendió por el pueblo y el 25 de septiembre el inspector veterinario indicaba al alcalde: “he girado visitas a diversas cabrerizas situadas en este término municipal y la enfermedad que en esos ganados se ha presentado es la GLOSOPEDA, presentando carácter benigno y muy difusible, habiéndose registrado hasta el momento treinta y cinco invasiones”. Como consecuencia de este informe el Servicio Provincial de Ganadería de Ministerio de Agricultura escribía dos días después al alcalde: “Declarada oficialmente la existencia de FIEBRE AFTOSA  en ese término municipal […] ruego a V.S. preste su apoyo en la adopción de las medidas sanitarias conducentes a evitar la propagación de la citada enfermedad” [4].

Las gallinas constituían un interesante complemento a la alimentación de las familias campesinas pero ese año tuvieron mala suerte: el 13/09/1952 el veterinario municipal informaba al alcalde que por aviso de sus propietarios había “girado visita a diversos gallineros de este término municipal y la enfermedad que en ellos se ha presentado es la conocida con el nombre de PESTE AVIAR, presentando carácter muy difusible, puesto que se inició el día 5 del mes en curso, habiéndose registrado hasta el momento cuarenta y seis defunciones.

La actuación del Servicio Provincial de Ganadería fue rápida y dos días después indicaba al alcalde que estaba: “Declarada oficialmente la existencia de PESTE AVIAR en ese término municipal” y que debía apoyar las medidas propuestas por el veterinario municipal. La muerte de esas aves privaba a sus propietarios de un interesante recurso alimenticio.

La enfermedad no fue erradicada y el 21 de septiembre de 1954 el veterinario municipal informaba de la muerte de 230 gallinas por esa causa (AMB 4833/1).

Venta de pescado en el mercadillo de la calle Martínez Oriola que estaba sin asfaltar, como la mayoría de calles . Fotografía de Kate W. Stratton en el año 1960.


El ambiente de escasez de alimentos propició la aparición de la picaresca en algunos comerciantes. Los vecinos se quejaron de que estaban vendiendo leche rebajada con agua. El alcalde indicó al veterinario municipal: “En vista de las denuncias que se han presentado por venta de leche adulterada, esta alcaldía ha dispuesto que inmediatamente tome las medidas oportunas para ejercer un riguroso control sobre la leche, especialmente la que procede de otros términos municipales”. El Ayuntamiento compró un medidor de densidad con el que el veterinario recorrió los establecimientos en los que se vendía leche.

El resultado fue que entre el 21 de julio y el 18 de agosto emitió 12 partes de infracción y algunos comerciantes acumularon dos. Se les puso una multa por adulterar la leche con agua y los reincidentes recibieron doble multa y la advertencia de que a la próxima infracción se les cerraría el comercio.

Uno de los sancionados por vender leche aguada ya había sido sancionado en el mes de febrero por la venta de alimentos en mal estado. En el Registro de Salida de Documentos de ese año se le indicaba: “no habiendo cumplido los requisitos exigidos por esta alcaldía para venta productos cárnicos se le da un plazo de 8 días a retirar todos los productos, pasados los cuales se le practicará inspección, decomisando todos los productos que hubiera” [5].

No fue el único carnicero poco escrupuloso: el 12/08/1952 el veterinario municipal informaba que el embutido fresco que vendía el tablajero de la plaza de la Constitución, estaba “completamente alterado en sus condiciones higiénicas. Como la ingestión de ese producto, supone un grave riesgo para la salud del consumidor, le ruego tome las medidas más oportunas para que el expendedor sea sancionado. Al mismo tiempo, he ordenado el decomiso de toda la existencia del producto” [6].

La documentación registra también picaresca en los hornos de pan: con fecha 11/07/1952 tres vecinos de Benidorm habían denunciado que vendían el pan con menos peso del establecido. Hechas las averiguaciones pertinentes tres panaderos sufrieron una multa de 250pts “por falta de peso en el pan” [7].

Al año siguiente, con fecha del 15 de abril, el alcalde dirigía un escrito a los vendedores de carne y pescado indicando: "todos los establecimientos que expendan al público carne o pescado estarán sujetos a las órdenes que a continuación se detallan, advirtiendo que los contraventores serán sancionados severamente [...] el cierre del establecimiento.

1º.- todos los tablajeros o vendedores de pescado deberán tener expuesta al público [...] una lista de precios [...]

2º.- Tanto la carne como el pescado han de reunir las condiciones de higiene, sanidad y presentación exigidas por la Inspección de Sanidad, siendo decomisados los géneros que no se ajusten a estas condiciones.

3º.- No podrá vender a precio superior al autorizado por esta Alcaldía". El escrito se envió a ocho establecimientos.



Sanidad, tuberculosis y paludismo en Benidorm.

En aquellos años aún no se había implantado el Sistema Nacional de Salud y los vecinos solían concertar con los médicos una “iguala”, una cantidad fija anual a cambio de recibir sus servicios. Los más pobres, si estaban registrados como tales en el Ayuntamiento, tenían derecho a la atención gratuita del médico municipal y a medicamentos gratuitos del farmacéutico municipal.

Con estos sistemas se mantenía unas condiciones de salud aceptables para la época aunque inaceptables hoy día, por ejemplo una elevada mortalidad infantil y el predominio de fallecimientos por enfermedades infecciosas que hoy día tienen fácil remedio. Entre ellas destacaban en 1952 la tuberculosis y el paludismo, dos enfermedades graves cuya erradicación se inició durante la Segunda República pero la Guerra Civil y la crisis de postguerra interrumpieron el proceso. Lo retomaron los médicos benidormenses Cosme Bayona Fuster y Miguel Martorell Lloret.

La mortalidad infantil era elevada dado el estado sanitario de la época. En esta fotografía de Quico vemos a unas niñas con traje de primera comunión llevando el ataúd blanco de un niño hasta la iglesia. 


La tuberculosis o tisis era una enfermedad infecciosa provocada por el Mycobacterium tuberculosis, que se contagiaba por inhalación. Causaba elevada mortalidad entre los jóvenes por lo que tenía gran impacto emocional. La facilidad de los marineros de Benidorm para traer estreptomicina de contrabando, antes de que llegara a otras ciudades de España, contribuyó a mitigar sus efectos. Aún así había personas que la padecían y el 8/11/1952 la Jefatura Provincial de Sanidad de Alicante enviaba al Ayuntamiento “orden de ingreso en el Sanatorio Antituberculoso de Torremanzanas, correspondiente a la enferma […] domiciliada en la partida Fluixá, de esa localidad” [8].

El paludismo, tercianas o intermitentes era otra enfermedad infecciosa causada por el Plasmodium, un microorganismo trasmitido a través de la picadura del mosquito Anopheles. La abundancia de balsas de riego en la zona de Levante permitía que se reprodujeran con facilidad, fenómeno que se incrementaba cuando las lluvias creaban charcas. A principios del mes de noviembre de 1952 la Hermandad Sindical de Labradores y Ganaderos de Benidorm escribía al alcalde: “a consecuencia de las recientes lluvias caídas sobre este término municipal lo que produjo estancamiento del agua en varios parajes se da en la actualidad una plaga de mosquitos en toda la zona comprendida entre la Carretera del Rincón de Loix, carretar (sic, por carretera) de la Sierra (Helada) y partida Cabanes con el consiguiente peligro de propagación del paludismo” [9].

Los esfuerzos de los médicos Cosme Bayona y Miguel Martorell, que crearon un dispensario antipalúdico en el colegio de Hermanas la Doctrina Cristiana, y la actuación del Ayuntamiento  con campañas de fumigación y finalmente la urbanización del territorio hicieron que se erradicara pocos años después [10].

Otro ejemplo de la doble cara de aquel Benidorm paradisíaco lo encontramos en el suministro eléctrico. En verano la ausencia de lluvias permitía que el transporte de electricidad se realizase sin problemas y los turistas disfrutaban de unas buenas vacaciones. Pero con la llegada de las lluvias los problemas de aislamiento del tendido eléctrico generaban multitud de cortes que afectaban a los residentes.

La electrificación en Benidorm había comenzado a principios del siglo XX con un suministro desde molinos del barranco de Xirles y después con un generador diesel de la familia Ronda. Las quejas sobre cortes de luz fueron muy numerosas desde los primeros años y en 1952 las encontramos de nuevo. En este caso se dirigían hacia la empresa Riegos de Levante que había adquirido la eléctrica de los Ronda. El 11/11/1952 el Ayuntamiento escribía al Ingeniero Jefe de dicha empresa: “Debo poner en conocimiento de V.S. que el Ayuntamiento de mi Presidencia en sesión extraordinaria celebrada el día 4 del actual, ha acordado elevar una protesta contra el servicio de alumbrado irregular e insuficiente, por lo que considera incumplimiento de contrato por parte de la Compañía.

Los apagones se suceden, y precisamente en los momentos en que el perjuicio que acarrean es mayor, y lo que más llama la atención es que Alicante que está servido por la misma Compañía, no tiene esos apagones, lo que parece dar a entender que no son debidos a fuerza mayor sino a una mala organización o descuidos en la distribución del fluido.

Dichos apagones ya han perjudicado en gran escala durante la temporada de verano y siguen ocasionando molestias y perjuicios, ante al malhumor que reina en la población, el Ayuntamiento vería con gusto se tomaran medidas ordenadas por V.S. para atenuar en lo posible los inconvenientes que ocasionan sobre todo los Domingos, en que la luz y fuerza no suelen venir hasta las siete y media de la tarde, dejando inservibles las cafeteras express el único día que acude el público a los locales a hacer consumiciones y quitando a los numerosísimos radioescuchas la única distracción de oir programas, noticias y partidos de futbol.

No dudando ordenará lo necesario para poner remedio en lo que sea posible y esperando su contestación para exponer a la Corporación municipal las causas y las providencias para remediarlas, espero que en un próximo futuro se reduzcan los apagones a un mínimo y se pueda disponer los domingos de fuerza para los aparatos de radio, cafeteras y cinematógrafos”.

La respuesta de Riegos de Levante fue culpar a la meteorología: “las tormentas que se produjeron en la época que V.S. alude nos inutilizaron las protecciones de la línea que alimenta esa zona y un transformador para la regulación de la tensión […] En cuanto a los cortes de la corriente en domingos, son debidos a la […] necesidad de cambiar el aislamiento de la línea de Alicante a Villajoyosa para evitar averías en épocas de lluvias y temporales que suelen producirse en invierno”. Por fortuna para Benidorm la empresa Hidroeléctrica Española compró Riegos de Levante poco después y el suministro eléctrico se normalizó con lo que el despegue de la actual ciudad turística pudo disponer del suministro que necesitaba su constante crecimiento [11].

Postal de Marvelli. En el Carrer Major un carro para la venta ambulante de agua. La red de distribución de agua potable empezó a funcionar a partir de febrero de 1960. Hasta entonces la venta ambulante de agua había sido frecuente, sobre todo en los veranos de años con precipitaciones por debajo de lo normal. Aunque a veces la población sufrió escasez, a los turistas no les faltó agua.


Y para finalizar esta visión del Benidorm de la década de 1950, algunas curiosidades que se reflejan en la documentación municipal de esos años.

Los salarios eran desiguales y bajos. Se indica que el jornal medio de un bracero era de 20 pts. pero había diferencias: el personal temporal que trabajaba en el Ayuntamiento cobraba 10 pts. mientras que los obreros que repararon el tendido eléctrico cobraron 30 pts.

El sueldo del mes de enero de 1954 de los funcionarios era el siguiente; el sueldo anual constaba de 14 pagas:

Vigilante nocturno Francisco Llorca Devesa          458,37 pts

Alguacil Luis Sánchez Martínez                              544,50 pts

Guardia Municipal José Mendoza Calbo (sic)         585,00 pts

Auxiliar administrativo Juan Rodríguez Serrano     583,37 pts

Auxiliar administrativo Juan Llorca Llorca              877,50 pts

Secretario Fernando Pastor Ruet                        1.604,24 pts

Las multas han sido una constante en la historia pero algunas del año 1952 es fácil que nos sorprendan: circular con una bicicleta que no llevaba actualizada la chapa de latón de la contribución, “alborotar” (chillar y cantar) en la vía pública. Indicadoras de unos tiempos sin agua potable ni saneamiento fueron las multas de 10 pts a una mujer “por ensuciarse en la playa”  y de 50 pts a un hombre por “ensuciarse en la esquina del cine Avenida a las once de la noche del día 14 [de julio]” [13].

Y siguen las sorpresas: a varios músicos, en días diferentes, 15 pts. de multa por no asistir a los ensayos de la banda de música. Hay también 10 niños multados con 5 pts. por no asistir a la escuela; y más sorprendente aún la fecha de cinco de esas multas: el 3 de julio con lo que queda claro que el curso escolar finalizaba más tarde que en la actualidad. También muestra la gran preocupación por mejorar el sistema educativo que caracterizó a Pedro Zaragoza que ese año ya había iniciado los trámites para construir un grupo escolar que recogiese a todos los niños de Benidorm que estaban dispersos en casas particulares habilitadas como escuelas.




La actividad turística vista por los habitantes de Benidorm en 1952.

Antes de la Guerra Civil Benidorm tenía dos hoteles, el Bilbaíno y el Marconi. A partir de 1940 el turismo empezó a recuperarse y en 1952 ya tenía siete hoteles. El mensaje de Pedro Zaragoza de redoblar los esfuerzos del pueblo para desarrollar la actividad turística encontró una gran acogida entre sus convecinos porque la experiencia de años anteriores lo avalaba.

El 20/06/1952 un grupo de vecinos de Benidorm escribieron al Ingeniero Jefe de Obras Públicas indicándole su total oposición a que se concediese permiso a un vecino para instalar un kiosco en la playa de Levante que se vería degradada por esa causa. Sus argumentos evidencian que tras año y medio del mandato de Pedro Zaragoza veían con claridad que el futuro de Benidorm estaba en el turismo y que era preciso mantener las playas en perfectas condiciones. Por eso tanto el Ayuntamiento como los vecinos habían invertido sumas importantes: “Nuestras playas son precisamente el único patrimonio que poseemos. Su posición y otras circunstancias vienen convirtiéndolas desde hace varios años, en la mayor afluencia de veraneantes y esto ha hecho abrigar a todos los que suscriben y al pueblo en general, la fundada esperanza de que lleguen a ser de primer orden. De aquí que no se hayan regateado esfuerzos para hacer innumerables obras en el pueblo que han sido costeadas por todos los vecinos, orientadas a colocarlo en correspondencia con el trato de favor que le dispensan sus numerosos visitantes.

La categoría de los chalets que se han construido cerca de la referida playa de Levante y la de los hoteles construidos y en construcción, junto con la urbanización que a los accesos al mismo se han dado, la limpieza de la playa, son totalmente incompatibles, con la construcción de barracones o casetas, o establecimientos situados en las mismas arenas de la playa […] que despojarían a esta hermosa playa de la clasificación de primer orden a que aspiramos y que ya en la actualidad posee. […]

De prosperar la demanda de concesión que se solicita, se irrogaría un perjuicio a todo un pueblo, que se está esforzando en formar un centro de turismo en las playas de Benidorm, que ya en la actualidad constituye su única fuente de ingresos.

Queremos los vecinos de este pueblo, evitar a todo trance que en nuestras playas se construyan barracones, kioskos [sic], merenderos, bares y demás construcciones que les darían a las mismas un aspecto deplorable de aduar” [14].

Los hechos posteriores dieron la razón a estos vecinos. El desarrollo de la ciudad vertical transformó aquel pueblo paradisíaco para los visitantes pero incrementó de forma extraordinaria la calidad de vida y los recursos de los habitantes de Benidorm. El proceso fue gradual e ininterrumpido y los benidormenses se acostumbraron al crecimiento constante de su pueblo hasta que un día descubrieron que se había convertido en una ciudad en la que había mucha gente nueva que no conocían. Antes en el pueblo era fácil encontrarse con todos y charlar pero en ese momento sólo se veían en los entierros. Este argumento animó a un grupo de benidormenses a fundar la Taula del Bon Profit para poder reunirse una vez al mes.

Pepe Bayona señalaba otro elemento perdido al pasar de pueblo a ciudad, la calle como lugar de encuentro de los vecinos: “Las calles, aunque tenían la misma anchura que ahora en el casco antiguo, eran calles bien soleadas porque la altura de sus casas, todo lo más dos plantas y un porche, permitía que el sol entrara en ellas un buen número de horas al día. Aquellas calles tenían el encanto de ser tranquilas sin, prácticamente, circulación de vehículos y éstos quedaban más bien reducidos al carro de la basura y aquellos carros que suministraban el agua potable a las casas, con tres hileras de cántaros. Todo ello llevaba como consecuencia que la vía pública fuera, en cierta forma, como una dependencia más de los hogares, trasladando a ellas muchos trabajos y ocupaciones caseras, como podían ser confeccionar red” [15].

Calle Santo Domingo. Las dos personas están sobre el pavimento adoquinado de la entonces calle José Antonio, hoy Passeig de la Carretera. Detrás la calle sin asfaltar suponía polvo en verano y charcos en invierno.


Hoy día podemos lamentar la pérdida de aquel pueblo pero está claro que fueron los benidormenses de la época los que construyeron la ciudad turística que lo sustituyó. Estaban deseosos de progresar, de mejorar su calidad de vida y de ofrecer a sus hijos un mayor bienestar. Lo lograron aunque sintiendo nostalgia de su pasado que tenía aspectos positivos que añoraban ya que los humanos tendemos a olvidar los aspectos negativos del pasado y a idealizar los positivos: “Cualquier tiempo pasado fue mejor”…

Y junto a la visión nostálgica del pasado surgió la peyorativa del presente. El Benidorm vertical surgido a partir de 1963 tuvo detractores casi desde sus orígenes. Los sigue teniendo, pero ha demostrado durante los 59 años que lleva existiendo que es económicamente sostenible y que tiene futuro.

Playa de Levante, año 1950, postal de Fredo Marvelli. Las quejas sobre la masificación de Benidorm son anteriores a la ciudad vertical. En 1956 esta playa le pareció a Sylvia Plath excesivamente concurrida y bulliciosa. En 1928, con muchos menos visitantes Gabriel Miró había tenido una sensación similar: “Delante del baño abren sus residencias de verano […]  que han trastornado la fisonomía originaria de Benidorm […] La felicidad y la inocencia se han roto”.  



NOTAS.

[1] GABRIEL MIRÓ: “Años y Leguas”, año 1928, pág. 89-91

[2] SYLVIA PLATH: "Cartas a mi madre", volumen I.

[3] AMB Administración Secretaría, año 1952, signatura 4806/3.

[4] AMB 4806/3.

[5] AMB 4883/1, 18-2-1952

[6] AMB 4806/3.

[7] AMB 4806/3.

[8]  AMB 4806/3.

[9] AMB 4806/3.

10] BAYONA VIVES, José: “Benidormeries”, Ajuntament de Benidorm 1999, pags 133-135.

[11] AMB 4806/3.

[12] AMB “Intervención Municipal Cuenta General de presupuesto”, año 1954.

[13] AMB 4806/3.

[14] AMB, “Solicitudes al alcalde, 1951-1953”,  4806/2.

[15] BAYONA, ibid. pág. 85-86. 

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