lunes, 4 de agosto de 2014

Historia de Benidorm en los siglos XIX y XX según Vicente Llorca:  9 La educación en el Benidorm de principios del siglo XX,   El primer turismo y La política local.


Y para finalizar todas estas noticias sobre el Benidorm de aquellos tiempos, volvamos nuevamente al siglo actual, completando lo que ya dijimos en páginas anteriores. 

La principal fuente económica que dio impulso al pueblo a lo largo del siglo XIX, si no en cantidad, sí en los recursos superiores que proporcionaba, o sea, la marina, comenzó a experimentar un lento declive a comienzos de siglo, para ir acentuando su caída hacia la década de los años veinte. El número de capitanes, oficiales y marinería en general, que había satisfecho las necesidades de las empresas navieras, comenzó a decrecer, a la par que éstas. 
Puede afirmarse que no solo había una plétora de marinos de Benidorm en la mayor parte de loa barcos españoles, sino que no existía un solo puerto en el Mediterráneo español en el que no figurara un práctico oriundo de nuestro pueblo. 
El punto final de este declive lo marcó nuestra guerra civil, ya que los marinos que sobrevivieron a ella, no representaban más que los restos de épocas pasadas. 
A este declive profesional y económico vino a añadirse el impacto producido por una cierta emigración que se dirigió principalmente hacia Barcelona, Cádiz y otras ciudades portuarias, incluso hacia países extranjeros.

La falta de demanda del personal náutico, junto con la evolución experimentada por la sociedad española y otras nuevas circunstancias, motivaron en ese momento, un notable incremento en los estudios universitarios, encaminados hacia las llamadas profesiones liberales, dando Benidorm un importante núcleo de estas, del que sobresalieron las personalidades de los Doctores Pérez Llorca y Orts Llorca, cuya figura e importancia ocioso es describir, por ser sobradamente conocidas. 

Un recuerdo al que se vio forzada la gente y que ya era muy importante y tradicional en Benidorm, lo representaron las almadrabas de las costas andaluzas y africanas, que si no palió la penuria económica de la gente, ayudó en gran manera a sobrevivir.

Como consecuencia del cambio de necesidades y vida de la sociedad local, experimentose un incremento en el ámbito de la vida escolar, pasándose de las dos escuelas tradicionales a los grupos escolares en la etapa de la República. De los maestros de la Escuela tradicional de niños, sita en la calle del Molí, debe recordarse la figura de un gran profesional, Don Antonio, quien no solo atendía a las necesidades de la educación primaria, sino que también ayudaba a la preparación de los que deseaban cursar estudios náuticos o del Magisterio. 

Más tarde, hacia 1928, surgió una Academia para alumnos de Segunda Enseñanza, instalada primeramente, en uno de los pisos de la Farmacia Vives, y formada por personas que aunque no reunían las condiciones legales de la profesión, sin embargo tenían una gran vocación, a la que algunos como el Doctor Bayona o el Comandante Llinares, añadían excelentes conocimientos sobre la materia que explicaban. Esta academia, establecida sin afán de lucro, permaneció abierta hasta la guerra civil y dio un resultado extraordinario, ya que era uno de los pocos centros de la provincia que obtuvo excelentes resultados en las pruebas a que estuvieron sometidos sus alumnos en los organismos académicos provinciales, siendo muestra de ello el número de profesionales que iniciaron sus estudios en ella.

Contrapunto a la labor eficaz desarrollada por esta Academia lo representaba el escaso resultado obtenido por otro centro dedicado a la preparación de radiotelegrafistas, creado, dirigido y organizado por cierto Dómine Cabra, cuya actuación pedagógica parecía más bien destinada a la formación de cabos furrieles antes que a la de técnicos.




El primer turismo.

En el panorama local apuntaba ya un hecho del que Benidorm fue un precursor y que fue y es, la base de nuestra economía actual, el turismo. En los distintos estudios que se han realizado sobre este fenómeno, apenas se destaca la aportación que efectúa Benidorm, quizás porque nosotros mismos no hayamos llevado a cabo ningún trabajo serio bajo el punto de vista histórico, ya por la falta de conocimientos y tradición de la gente inmigrante, bien por el escaso interés y atención de las personas que podrían realizarlo. Por mi parte puedo afirmar que cuando el fenómeno turístico comenzó a despuntar en España, Benidorm, sólo, con sus propios medios, había logrado un gran avance. Solamente determinadas zonas, tales como Mallorca, la Costa Brava catalana o Málaga, comenzaban a explotar el turismo bajo el aspecto actual, con la ventaja sobre Benidorm de poseer recursos humanos, económicos y políticos y una proyección internacional de la que carecía nuestro pueblo. El resto era, o bien la clásica afluencia de veraneantes hacia lugares determinados elegidos por la aristocracia o la alta burguesía, como San Sebastián, Santander y otras ciudades, ya el veraneo que se desarrollaba en algunas ciudades costeras con su influencia sobre el entorno inmediato, o bien el remedo de veraneo que significaba el famoso "tren botijo", sucedáneo al alcance de las clases modestas de Madrid, que se dirigían hacia Alicante, pero que jamás llegaron a Benidorm. 



Hotel Marconi, creado en 1934

Como antes he dicho, Benidorm se desarrolló por sus propios medios, quizás influyendo en ello la visión de la gente que lo fomentó, al haber viajado por el mundo. Prueba de ello la constituye los promotores de los dos primeros hoteles que se instalaron en Benidorm, el Bilbaíno, creado por Pedro Cortés y el Marconi por Miguel Barceló. 

Mientras que el resto de los pueblos de la costa solo disponían de fondas para alojar a algunos viajantes de comercio o algún tratante, en Benidorm hacia finales de los años veinte y comienzos de los treinta había ya dos hoteles, creación que no se hubiese producido de no existir una demanda de gente que exigía cierto confort. Y no solamente existía afluencia de personas y familias procedentes de Alcoy, Valencia, Albacete y Madrid, sino que también abundaba la gente extranjera caracterizada por su bohemia, extravagancia u otras facetas pintorescas. 
Aún recuerdo el impacto que a la gente joven nos producía una pareja de bailarines de la Ópera de Viena, hacia el año 1932, que si disponían de recursos vivían en el Hotel Bilbaíno y cuando les faltaban lo hacían en la playa, aunque nunca prescindían al amanecer, de su afición favorita, danzaban pases de ballet clásico en la orilla del mar. 



A la izquierda el Hotel Bilbaíno, el primer hotel de Benidorm

Y todavía algunos recordarán a una famosa pareja que se alojaba en el chalet llamado de Arañó, formada por una mujer a la que nosotros llamábamos con el apelativo de la Princesa Macarroni, ya que según ella era una aristócrata italiana y un hombre con trazas de apache francés. Hacia las once de la noche, invitaban a algún buen aficionado al alcohol, con la obligación de ingerir antes de beber, una dosis de aceite con el fin, de lograr una prolongación de los efectos etílicos. El final de la jornada era un gran aquelarre, por lo que me atrevo a afirmar que el pintoresquismo y calidades de vida bohemia de toda esta gente eran mucho más interesantes y superior a la mayoría de los que luego nos han visitado.

Un precedente de lo que ha significado el conocimiento de Benidorm a través del turismo, lo representan los viajes o estancias en nuestro pueblo de personalidades con relieve o proyección nacional desde fines del siglo pasado. Citemos en primer lugar a Don Emilio Castelar, quien permaneció aquí durante algunas temporadas veraniegas, describiendo las virtudes humanas y paisajísticas de nuestre pueblo, al que designó con el apelativo de "país butaca". Todavía hay recuerdos de su estancia, entre ellos la Plaza que lleva su nombre y un dicho muy popular y extendido entre los locales hasta hace poco tiempo y que reza así: "Che, xiquet, tíra-li figues a Don Emilio", aludiendo al hecho o costumbre que tenía Castelar de visitar algunas tardes una heredad de un amigo suyo, Roberto Lanuza, quien acompañado de su sobrino, que luego sería una de las personas más conocidas y populares de Benidorm, Don José Roig, le instaba a recoger la fruta que deseaba su tío para el célebre político. 



Emilio Castelar Ripoll (Cádiz 1832 - San Pedro del Pinatar 1899) fue un prestigioso político llegando ser presidente de la Primera República. También fue un importante periodista y escritor además de profesor de Historia en la Universidad de Madrid

La estancia de Castelar en nuestro pueblo, determinó que dos ahijadas suyas Doña Paca y Doña Emilia Morlán, decidiesen vivir aquí hasta los últimos años de su vida, en una casa sita en la Plaza de la Señoría y que en los años posteriores a la guerra, fue derribada. A ellas debemos muchos conocimientos de la vida política y social de la Primera República y de la Restauración, que a nosotros, niños aún, nos encantaban e incitaban, a la par, para el conocimiento de aquella época. 

Otro visitante conocido, Don Francisco de Paula Canalejas, pasó también largas temporadas, acompañado por sus hijas Doña Leonor y Doña Anita y prueba del amor que profesaban por estas tierras lo representa el que Doña Leonor hiciera donación de su magnífica casa para Escuelas Públicas y que luego de varias peripecias acabó siendo destinada a la construcción del nuevo Ayuntamiento. 






A la derecha, por encima de las palmeras, se aprecia a casa de Leonor Canalejas que donó a su muerte al Ayuntamiento de Benidorm para destinarla a escuela pública. Más tarde se convirtió en el edificio del Ayuntamiento, precursor del actual.

De los Ortuño, quienes más visitaron Benidorm, por ser la patria chica de algunos y de sus mayores, otros, fueron Don Gaspar y su sobrino Don Emilio. El primero trasladose varias veces desde Costa Rica, donde residía, para visitar su pueblo al que tenía tan gran afecto que le impulsó a donar casa para Ayuntamiento, como ya he mencionado.
Las elecciones para Diputados a Cortes celebradas en 1905, motivaron que el que luego fuera Presidente de la Segunda República, Don Niceto Alcalá Zamora, aspirante por el Partido Liberal a representar en dichas Cortes al Distrito de Villajoyosa, visitase esta zona, pernoctando en casa de mis abuelos. Fue tan grande el desánimo que le produjo el resultado adverso, debido a manejos caciquiles, que jamás luego, quiso recordar este hecho.

Otro visitante, pero de manera fugaz y efímera, fue Don Torcuato Luca de Tena, quien por entonces sentía cierta afición por las dotes interpretativas de una famosa actriz, la que por aquel tiempo actuaba, durante una temporada, en un viejo Teatro propiedad de la familia Ronda. Don Torcuato, pese al carácter reservado de su visita, fue reconocido inmediatamente por los contertulios que a primeras horas de la tarde, se hallaban en la terraza del Casino de Benidorm, emplazado en el Torreón. 

En cuanto a los últimos tiempos, quiero recordar la figura abierta y cordial del Cardenal Benlloch, quien fue invitado varias veces a comienzos de la década de los veinte, por la familia Payá. 

Éstos son los personajes que recuerdo, aunque es muy posible que otros muchos también visitaran nuestro pueblo.



La política local.

Para rescatar los comentarios y noticias que he venido dando sobre el Benidorm de las dos últimas centurias hasta los años vecinos de nuestra guerra civil, esbocemos unas breves pinceladas sobre la política local de esa época. 

Al igual que sucedía en la mayor parte de España, venían alternándose en nuestra villa los dos Partidos clásicos de la restauración, el conservador y el liberal. Parece que ambos partidos enfrentados ardorosamente más por razones personales que ideológicas, terminaron por pactar. 
Si mal no recuerdo, ya que nunca he investigado ese periodo de nuestro pueblo, la persona que ejercía el liderazgo del partido liberal en nuestra zona era Don Juan Thous, político de gran predicamento, pero al que algunos motejaban de poco escrupuloso y un tanto déspota. 

Contrincante suyo lo era Don Joaquín Torres Orduña, con casa solariega en Castell de Guadalest, hombre que disponía de muchos partidarios en los tres Distritos de La Marina, siendo su representante en Benidorm la familia de Don Francisco de Paula Orts, persona mucho más simpática y amable que los que representaban los intereses del Sr. Thous. 

Al fallecimiento de Don Francisco de Paula, le sucedió en la dirección del Partido Conservador, su hijo Don Manuel Orts Cano, quien fue elegido Senador por Alicante en la Legislatura de 1918, siendo admitido por la Cámara Alta en la sesión del 6 de Abril de dicho año, cesando el 2 de Mayo del siguiente año 1919, al disolverse la parte electiva del Senado. Según consta en la documentación existente en esta Cámara, fue uno de los tres representantes de la provincia de Alicante, junto con el Marqués de Valero de Palma y Don Rafael Beltrán Ausó. Respondía su elección al párrafo 11 del artículo 22 de la Constitución que señalaba que podrían ser elegidos Senadores "... los que con dos años de antelación, posean una renta de veinte mil pesetas o paguen cuatro mil por contribuciones directas al Tesoro, siempre que además sean Títulos del Reino, hayan sido Diputados a Cortes, Diputados Provinciales o Alcaldes en capital de Provincia o en pueblos de más de veinte mil almas...". 
De acuerdo con la Ley Electoral para elección de Senadores de l877, fue elegido por la Junta para el nombramiento de Senadores, compuesta por la Diputación Provincial y los compromisarios de los Ayuntamientos, no figurando en el Diario de Sesiones de esa época, alguna intervención suya.

Renacido el Partido Liberal en Benidorm a comienzos del presente siglo, bajo la inspiración del famoso político Don José Canalejas, líder de una de las facciones en las que se hallaba dividido el Partido, sus partidarios lograron ocupar la Alcaldía en dos ocasiones, eligiendo para este cargo a Vicente Zaragoza Soria, quien con un conocido y experto abogado de Villajoyosa, Don Jaime Llorca, más conocido por Jaume el dels Parrals, atendieron la sugerencia de promover a Don Niceto Alcalá Zamora para la candidatura de Diputado a Cortes por el Distrito de Villajoyosa, en las elecciones de 1905, como anteriormente he mencionado.
Desaparecida esta tendencia al ser asesinado Canalejas, prosiguió más tarde su andadura, siendo designado cabeza local Vicente Zaragoza Fuster, junto con sus hermanos, más conocidos todos por el apelativo dels "Clavellins", quienes siguiendo la tradición "pactista", llegaron a un acuerdo con el partido local de Orduña. 
Los últimos tiempos del Partido Liberal, antes de proclamarse la segunda República, fueron encabezados por el Dr. Cosme Bayona, mientras que el Conservador careció de un líder destacado y único. 

Junto a los dos partidos tradicionales comenzaban a aparecer los primeros núcleos de ideología republicana o bien, los de carácter marxista o anarquizante, aunque sus actuaciones en un comienzo, fuesen puramente testimoniales. 

En cuanto a los republicanos, su actuación se desarrollaba junto a la de los partidos de clase, caracterizándose principalmente por su postura masónica y anticlerical, aunque esta actitud no fue privativa suya, pues la compartieron otros partidos, excepto los marxistas, por adoptar estos luego de las reuniones de la III Internacional en los años 1922 o 1923 una crítica feroz de esta asociación. 

Persona muy representativa del socialismo local fue el sastre Lledó, hombre de una pureza de ideas extraordinaria, especie de santón laico imitador de la conducta del fundador del Partido Socialista, Pablo Iglesias, aunque el verdadero líder con proyección local, no solamente en el Partido, sino también en la U.G.T., fue Juan Ripoll

Junto a estos figuraron otras personas de igual ideología, aunque no llegaron a formar una organización estable, hasta la llegada de la segunda República. 

Existían otros pequeños grupos de matiz ácrata, quienes se distinguían por su acusación anticlerical. En su ideología se apreciaban aspectos contradictorios, ya que junto a su clásico anticlericalismo y otras facetas revolucionarias del momento, unían posturas pangermanistas durante los días de la Primera Guerra Mundial. Este grupo ácrata estaba constituido por excelentes personas, de una gran ingenuidad, a la cabeza de los cuales se hallaba Miquel Rosera, hombre capaz de sacrificarse por los amigos, pero altanero y agresivo con los que le parecían estúpidamente "doctos". Una de las actuaciones de este pequeño grupo, en la que realizaban ostentación de su ideología, la constituía el hecho de que llegadas las procesiones de Semana Santa, sentados a la puerta de sin casa  y alrededor de una gran mesa devoraban grandes raciones de chuletas al paso de la procesión, como expresión evidente de su postura anticlerical. 

Omitimos nuestra descripción de los años de la Dictadura de Primo de Rivera y Segunda República, por ser conocida por muchos esta etapa.

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