VICENTE LLORCA ZARAGOZA un benidormense destacado en el mundo de la cultura (2ª parte).
Continua la segunda y última parte del texto autobiográfico de Vicente Llorca. Su testimonio sobre el funcionamiento de la administración en el franquismo resulta interesante.
"Al tener noticias que la plaza de Director de la Biblioteca del Ministerio de Trabajo iba a adjudicarse a nuestro Cuerpo y que la gratificación del cargo era la asignada a un Jefe de Sección, o sea las de unas 40.000 pesetas mensuales, más las horas extraordinarias que se llevaran a cabo, obligado por las circunstancias económicas al aumentar el número de hijos, junto a la nueva experiencia que se le ofrecía, determinaron que solicitase la mencionada plaza, siendo elegido para la misma en un concurso en el que participaron ilustres compañeros.
En diciembre de 1963, tomó posesión de la Biblioteca del Ministerio de Trabajo, en aquel entonces, en completa reorganización, ya que el Ministerio estaba siendo trasladado desde su antiguo local hasta el nuevo, emplazado en los Nuevos Ministerios, al lado de otros centros ministeriales.
Tanto el traslado de los fondos bibliográficos, como la instalación de los mismos, fue una auténtica proeza, ya que no se disponía de personal alguno, puesto que a la llegada de Llorca, el que había estaba constituido por dos señoras de bastante edad, algo latiniparlas, las que pese al abolengo del que presumían, no redactaban más que un par de fichas catalográficas diarias y atendían a algún funcionario del Ministerio. Esta triste situación venia reforzada por un curioso personaje, excelente persona, pero totalmente inepto para las tareas a desarrollar. Había sido Alcalde de un diminuto pueblo de la Provincia de Jaén y consiguió al cesar en la Alcaldía, venir a Madrid, con el aparente deseo de trabajar, pero sus verdaderas intenciones eran las de poderse dar a las juergas, las buenas juergas, con sus amigas gitanas, por lo que Llorca tuvo que encomendarle las funciones de Portero Mayor de la Biblioteca y las de sellar los fondos bibliográficos que ingresasen en el futuro.
A la vista de estas circunstancias, Llorca, lo primero que hizo fue solicitar urgentemente personal especializado para así poder lograr que funcionase el centro. Efectivamente se cumplieron, a medias, estos deseos, puesto que en etapas anteriores de la Administración Española, esta Biblioteca había servido para enchufar a determinadas personas que cobraban cantidades considerables en comparación con funcionarios que trabajaban. Ahora, en la nueva etapa, no había desastre nacional que no repercutiese en centros tales como Casas de Cultura, Bibliotecas, etc. Así pues, entre los funcionarios interinos que destinaron a la Biblioteca figuraban dos señoras que habían quedado viudas luego del accidente de aviación que sufrió el entonces Ministro de Trabajo, Romero Gorría, mientras que los dos pilotos murieran en el mismo.
Otra señora que también ingresó, fue la perjudicada personalmente en asunto familiar y que para compensarla, se la destinó también a la Biblioteca.
No obstante, afirma Llorca, que todas estas funcionarias que ingresaron en estas circunstancias, desempeñaron sus tareas a la perfección, luego del periodo de aprendizaje.
Otra de las preocupaciones era la de atender al constante ingreso de fondos, incluso publicaciones periódicas, con lo que Llorca comprobó la enorme diferencia entre los centros en los que había permanecido y el que ahora ocupaba, ya que las aportaciones económicas del Ministerio eran considerables, amén de las publicaciones oficiales que se recibían, tanto de organismos oficiales como las que ingresaban por intercambio u otros medios.
La Biblioteca del Ministerio de Trabajo poseía una colección de libros y obras muy considerable, ya que a las adquiridas directamente por el Ministerio se sumaban las procedentes del Instituto de Reformas Sociales, las adquiridas a la familia de Julián Juderías y otras más, las cuales a la par que eran solicitadas por diversos cargos del Ministerio, también lo eran por algunos investigadores, tanto nacionales como extranjeros. A los Catálogos que redactaron, tanto Llorca como su sucesora, vinieron a añadirse el que publicó J. Sempere Oliveras en 1.956, titulado “Información Bibliográfica. Obra de carácter social”, así como los 6 volúmenes de la “Bibliografía de Revistas. Artículos de cuestiones sociales, 1907-12”.
Al llegar Llorca al Ministerio, el Vicesecretario del mismo era un conocido catedrático de Economía, Sr. Velarde Fuertes que dio un fuerte impulso a la investigación, estableciendo un Gabinete de Estudios en el que figuraban algunos que luego fueron Ministros o cargos importantes en Gobiernos socialistas, prueba del carácter abierto y liberal que revelaba.
También existía otro Gabinete de Estudios en el que figuraba Llorca hasta su marcha a la Subinspección de Bibliotecas y en el que figuraban personas como Beviá, luego Delegado del Gobierno en Cataluña, Albero, Secretario del Colegio de Abogados de Madrid y políticos, poetas, etc.
Igualmente indicó a Vicente Llorca estableciese y organizase una sección de Guerra Civil que no tuviera carácter oficial y que adquiriera todas las publicaciones que se refirieran a la misma, así como a sus antecedentes y consecuencias, creación que luego fue imitada por otros centros, incluso algún Ministerio. Tuvo Llorca algún contratiempo en esta tarea, menos mal que había ordenado al encargado de este servicio, se adquirieran tres ejemplares de cada una de estas obras prohibidas, de las cuales un ejemplar quedaba siempre en la biblioteca no permitiéndose su préstamo, otro podría prestarse a los cargos y empleados del Ministerio que lo solicitaran y que por ser costumbre habitual, jamás lo devolvían y el tercer ejemplar estaba destinado a ser ofrecido a algún alto cargo que lo deseara, sin pasar por la librería, puesto que eran obras prohibidas. El corredor o agente para la compra de estas obras, aprovechó la ocasión que se ofrecía para solicitar a Ruedo Ibérico remitiese a la Biblioteca del Ministerio quince ejemplares de la conocida revista “Cuadernos de Ruedo Ibérico”, en lugar de los tres solicitados por la Biblioteca, lo cual obligó a la Policía al descubrir el paquete a visitar la Biblioteca a fin de averiguar la persona que intentaba hacer propaganda antifranquista, con lo que tuvo Llorca que deshacer el embrollo, solicitando a Ruedo Ibérico, enviase una nota o carta a la Policía española de que el famoso envío era de otra nación.
Otro de los embrollos con los que tuvo que luchar Llorca en el Ministerio, fue ocasionado por una persona llamada González Armijo, quien fue destinado a la Biblioteca por el siguiente motivo. Este hombre que había sido empleado en Guinea en la época de Carrero Blanco, había facilitado al Vicesecretario Velarde Fuertes datos verídicos sobre la situación económica de la colonia, por lo que Armijo fue expulsado inmediatamente de Guinea, y Velarde quiso agradecerle el favor, destinándolo a esta Biblioteca. Pues bien, Armijo, persona muy osada e inmoral, pero muy inteligente, aprovechaba en el Ministerio todas las tardes, al salir Llorca de su despacho a las ocho, para convocar y reunir allí, a todos los negros independentistas que había en la capital para tramar la independencia de la colonia, con lo que la Policía al darse cuenta de las reuniones que se celebraban en el despacho del Director, le pidió cerrase con llave, con lo que no pudieron reunirse más aquellos negros. El peligroso Armijo regresó a Guinea, dispuesto a aliarse allí con los políticos de turno, aunque acabó de mala manera.
Salió del Ministerio de Trabajo en diciembre de 1966, y como resumen de su actividad, redactó Vicente Llorca un “Catálogo Sistemático C.D.U.” (985 pags.) publicado en 1968, abarcando la mayor parte de las obras existentes en la biblioteca, que alcanzaban al finalizar esta etapa, más de 25.000 obras.
Al margen de estas tareas, tuvo que pronunciar en la Escuela Oficial de Documentalistas y como Profesor de la misma, la conferencia-lección final del curso académico 1964-1965, sobre el tema “Ideas para una colaboración entre Bibliotecas españolas” el 19 de junio de 1965.
A finales de 1966, le nombró la Dirección General de Archivos y Bibliotecas, Sub-Inspector General de Bibliotecas, ya que a fines de 1966 se habían creado las dos Sub-Inspecciones Generales. Las funciones de estos dos organismos eran las de colaborar directamente con la Dirección General, cargo que ostentaba en aquella época un famoso Fiscal del Tribunal Supremo. Asistían semanalmente a las reuniones de una especie de Junta Técnica presidida por el Director General, en las que se debatía las creaciones de nuevas Casas de Cultura, normas para su creación y funcionamiento, ya que por entonces se hallaban muy en boga, las Casas de Cultura francesas creadas por Malraux, existiendo una gran diferencia con las españolas, ya que aquellas estaban dirigidas por intelectuales de la talla de Malraux y otros, mientras que las nuestras no habían sido enfocadas por personalidades de aquella talla. Otra de las funciones encomendadas a la deliberación en aquellas reuniones era las de establecer nuevos servicios bibliotecarios y otros asuntos relacionados con estos temas.
Vicente Llorca tuvo un compañero que desempeñaba tareas de Inspector y que era conocido como un cura algo berrendo, insoportable, enemistado con la mayoría de funcionarios, por lo que el Director General, aunque el dichoso Padre aún llevara sotana, no lo podía aguantar, por lo que cuando surgía algún conflicto enviaba a Llorca para solucionarlo. Uno de ellos estaba constituido por la actuación de un Director de una Biblioteca Pública Provincial el que sin pararse en barras y sin la previa consulta obligatoria en estos casos, estimando que los fondos bibliográficos que poseía su biblioteca eran anticuados y no servían para la lectura diaria, entregó todos ellos a la Biblioteca de la Universidad de Navarra, por lo que P. Blasco montó en cólera, temiendo el Director General que si lo enviaba a Pamplona para estudiar este asunto y ofrecer alguna solución, decidió fuese Llorca quien realizase esta tarea, quien marchó a la Biblioteca de aquella Universidad, registrando todas las obras remitidas, rescatando las que pudieran servir para la Biblioteca Nacional, por no poseerlas así como para otros Centros. Otra de las enojosas cuestiones con las que tuvo que luchar Llorca se refería al acondicionamiento de una conocida Casa de Cultura, ya que el presupuesto que había redactado el dichoso Padre para la adquisición del mobiliario era demasiado disparatado, con lo que tuvo Llorca que redactar otros mucho más equilibrados. Contrastaba este proceder del P. Blasco con el del Inspector General de Archivos, buen investigador y excelente persona, aunque muy timorato en cuestiones livianas.
Otra de las funciones asignadas al cargo de Subinspector de Bibliotecas era la de colaborar y participar en los Congresos, Reuniones Coloquios, etc., en los que se trataban asuntos o temas concernientes a las Bibliotecas. Así pues, Llorca tuvo que colaborar y algunas veces presidir las Sesiones del Congreso Nacional de Bibliotecas que tuvo lugar en Gerona en Setiembre de 1967. Allí, Llorca pudo visitar la casa del pintor Dalí, en Cadaqués, acompañando al Director General y a otras personalidades.
Igualmente participó como uno de los Delegados españoles en el Seminario Iberoamericano organizado por el Director General de la UNESCO para Bibliotecas, Carlos V. Penna y al que asistieron conocidos bibliotecarios latino-americanos, entre ellos, la conocida profesora argentina Josefa A. Sabor. El resumen de este Seminario viene descrito en el artículo que publicó Vicente Llorca en el vol. 32, (Julio-Agosto 1.968) del Boletín de la UNESCO para las Bibliotecas, titulado "Seminario Ibero-Americano sobre planeamiento de Servicios Bibliotecarios y Documentación”.
Luego de tantas peripecias y viajes, al cesar el Director General y nombrar a otro nuevo, deseaba volver nuevamente a mis tareas preferentes bibliotecarias, por lo que se le nombró Director de la Biblioteca de la recién creada Universidad Autónoma de Madrid, con la plena aceptación de mi nombramiento por el Rector, Don Luis Sánchez Agesta.
No quisiéramos olvidar la actuación de Vicente Llorca como Vocal del Tribunal calificador convocado por la Diputación de Alicante para juzgar los trabajos presentados al Premio Azorín de Teatro Infantil, y realizado en Junio de 1968, así como las conferencias pronunciadas en el Cursillo sobre catalogación y archivo de fondos documentales en el mes de Junio de 1968 y organizadas por el Estado Mayor del Ejército, comprobando la enorme cantidad de ellos sobre nuestra Guerra Civil. Estos actos fueron reseñados e la Revista de Historia Militar (Madrid ,1968).
Por último hay que citar así mismo, las visitas realizadas por Llorca con el fin de inspeccionar la Biblioteca Universitaria de Sevilla y comprobar su estado con el fin de averiguar si era necesario trasladar sus fondos a otro local. Y finalmente, reseñar que según Orden de la Dirección General de Archivos y Bibliotecas (7 de abril de 1967), fue nombrado Vocal del Tribunal calificador de las Oposiciones al Cuerpo Auxiliar de Archivos y Bibliotecas, cuyo resultado final estuvo lleno de imprevistos, a cuya solución Llorca tuvo una eficaz actuación, evitando que la resolución a de la misma no sufriera contratiempo alguno.
Antes de ser nombrado Director de la Biblioteca de la Universidad Autónoma de Madrid en Diciembre de 1968, Llorca tuvo que realizar ciertas tareas, tales como desarrollar doce lecciones sobre "Prácticas y visitas" en los Cursos y Conferencias de la Escuela de Documentalistas, a partir de mediados de Setiembre de 1968, tareas asignadas por la Dirección General de Archivos y Bibliotecas, así como participar en los Cursos sobre Encargados de Bibliotecas organizado por la Escuela de Administración Local, dependiente del Instituto de Estudios de Administración Local.
Igualmente actuó como Profesor en otro Curso organizado por el citado Instituto, titulado "II Curso de especialización sobre modernas técnicas de gestión de archivos y bibliotecas", celebrado en Valencia, en Mayo de 1978.
Una vez tomada posesión de la Dirección de la Biblioteca de la Universidad Autónoma, fue obligado a participar como conferenciante en el “Curso sobre la problemática de las Bibliotecas Universitarias" en la Escuela de Documentalistas de Madrid, para los opositores que hubiesen superado las pruebas selectivas para ingresar en el Cuerpo Facultativo de Archivos y Bibliotecas, celebradas en Julio de 1978.
Fachada de la Biblioteca de la Universidad Autónoma de Madrid. Vicente Llorca Zaragoza fue su primer director de 1968 a 1982. (Fuente: Wikipedia)
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La Facultad de Derecho quedó emplazada en un local propiedad del Ayuntamiento, que en un comienzo estaba destinado a ser el Centro de las Bibliotecas Populares de Madrid, aunque se destinó a la Facultad de Derecho. La ocupación del local que había allí, tuvo sus complicaciones, tanto para Llorca como para el Arquitecto del Ministerio de Educación, puesto que el presupuesto asignado por el Ministerio, para la construcción del edificio era de unos 20 millones de pesetas y que al no poder ser desalojado el antiguo edificio por el empleado del Ayuntamiento que lo ocupaba, no podían realizarse las obras, por lo que tanto Llorca como el Arquitecto, del Ministerio tuvieron que firmar en barbecho, que el edificio estaba ya construido, para que pudieran ser utilizados los 20 millones destinados y no se perdieran, al pasar a ejercicio cerrado.
Otra Facultad que también se establece a comienzos de los años 70 fue la de Medicina, que al comienzo tuvo que ser emplazada en un pequeño local, dependiente de la Clínica de la Paz, hasta que finalizaron las obras destinadas a esa Facultad, en un terreno sito junto a la famosa Clínica.
El edificio destinado a la nueva Universidad quedó construido a comienzos de los años 70 y en que quedaban insertos los locales asignados a la Biblioteca General, edificio que al no contar con los asesoramientos técnicos del Sr. Llorca, así como de otros profesionales bibliotecarios, era un puro desastre. Los arquitectos proyectistas, así como directores de la obra, tomaron las medidas en falso, asentadas en un terreno pantanoso, quedando un espacio completamente vacío entre las dos partes del edificio, por lo que al no reunir las condiciones mínimas para los servicios bibliotecarios, y al no contar la Universidad con locales destinados a otros servicios de la misma, tales como comedores para profesores y para alumnos, aulas para Música, Laboratorios, oficinas, etc., tuvieron que utilizarse la mayoría de las salas destinadas a Biblioteca, quedando para esta, las salas menos apropiadas. El Sr. Llorca quedó muy contrariado por estos defectos e incluso pensó en renunciar al cargo, ya que solo estaba destinado en comisión de servicio. Lo que le retenía allí, era la consideración que se le tenía y el aprecio por parte del Rector, así como de la mayoría de los Catedráticos.
El Rector, Don Luis Sánchez Agesta, era según la opinión de Llorca, una persona muy amable e inteligente, el que reunía en una sola persona, actitudes contradictorias, pues pese a ser de formación conservadora, tenía un carácter liberal muy abierto, con lo que en sus comienzos esta Universidad contrató a Profesores que habían sido expulsados de sus Cátedras por sus características progresistas.
Una de los hechos que más le impresionó a Llorca fue que al tener que acudir al Rectorado a causa de haberle citado Rector al coincidir la entrevista con el momento en que los estudiantes apedreaban tumultuosamente la Sala del Rectorado, Sánchez Agesta apenas se inmutó y al ver Llorca esta situación, le indicó la conveniencia de aplaza la entrevista para otros momentos más tranquilos, a lo que el Rectos se opuso.
Otra de las facetas positivas de la Universidad la constituía la Biblioteca de la Facultad de Medicina, con una organización muy moderna, a la que apoyaban la mayoría de los profesores, por haber sido o bien becarios o bien ayudantes de Cátedra en alguna Universidad norteamericana. El único contratiempo fue que la totalidad de estos Profesores invertían en la compra de libros y revistas, cantidades muy superiores a las que figuraban en los presupuestos de la Universidad destinados a esta Facultad, con lo que el déficit alcanzó la cifra de tres o cuatro millones en un solo año, a lo que no hubo más remedio que atajar por lo sano.
Al margen de estas tareas, pero a la vez que ellas, Vicente Llorca tuvo que asistir, como uno de los delegados del Grupo Español a las reuniones en los Congresos Internacionales de Bibliotecarios organizados por la IFLA (International Federation Library Association), celebrados en Moscú, Agosto-Setiembre 1970 ) y Liverpool (Agosto-Septiembre 1971).
En el celebrado en Moscú, Llorca tuvo muchos contratiempos que le permitieron conocer la vida económica, cultural y política de aquel país, mucho mejor que las noticias que facilitaba la propaganda de otros países. Uno de los hechos que le acontecieron fue el ocasionado por una enfermedad de su mujer, María de los Ángeles Casanueva, a quien le habían aconsejado no realizar el viaje, pero al insistir esta en efectuarlo, ocurrió que al llegar a Moscú, en el trayecto del aeropuerto a la ciudad, distante unos 30 kilómetros, entre el traqueteo del autocar y el mal estado de la carretera, causaron una pérdida de sangre importante, aumentada por la burocracia soviética que la retuvo más de un par de horas en la oficina de control del Hotel Rosiya, con que al llegar a la habitación, Llorca estaba muy preocupado por el cariz que tomaba este enojoso asunto. Llamó repetidas veces a la oficina de control del Hotel, pero esta no disponía de traductores en idiomas que no fuera el ruso. Con este dato ya Llorca se iba dando cuenta de que el Hotel, con 4.000 habitaciones y unos huéspedes que en su mayoría eran extranjeros, no daba señales sino de que la organización era muy defectuosa. Pasaron una noche en vela, preocupados por la sangría que no disminuía, por lo que a la mañana siguiente, Llorca tuvo que recurrir a la Guía que el servicio de Turismo Inturist, había dispuesto para cada uno de los Grupos. Al observar que la guía no realizaba gestión alguna, Llorca tuvo que dirigirse al Presidente de la IFLA, quien le atendió inmediatamente enviando a la habitación a un par de médicos quienes al comprobar la situación de la enferma, determinaron enviarla rápidamente al Hospital, cree que se llamaba Botkiuna, tal como iba vestida, y al llegar allí, Llorca estuvo esperando unos momentos hasta que llegara una camilla y en ella desapareció la mujer de Llorca, por lo que este cogió un taxi y marchó al hotel, con el fin de que la guía le facilitase datos de la enferma. Pasó Llorca una tarde muy intranquila, ya que la guía no supo o no quiso decir nada, por lo que a la mañana siguiente, al ir a dar comienzo el Congreso, Llorca estaba muy intranquilo, no atendiendo a los ruegos de los compañeros, pero al fin vio el cielo abierto al ser preguntados por un grupo, en el que figuraba un matrimonio argentino y un Oficial del Estado Mayor Ruso, quien al conocer que era español y la situación en que se encontraba, le dijo que había estado en Madrid, durante nuestra Guerra Civil y que en esa ciudad había dejado su corazón. Inmediatamente ordenó que la Inturist o quien fuese, le enviase un coche con una traductora francesa, ya que española no había y así fue como le llevaron rápidamente al Hospital, pudiendo ver a su mujer, quien le indicó que el día anterior había sido operada enseguida de un aborto, pero sin anestesia y sin antibióticos. La encontró muy animada y supe que la mayoría de los médicos eran mujeres, las que cobraban mensualmente unos 130 o 140 rublos, mientras que el Jefe, que era varón percibía, unos 200 rublos, que era la cantidad máxima que se podía percibir. A la semana salió del Hospital, gracias a la intervención del coronel Boris, quedándole muy agradecido, ya que al trasladarse el Congreso a Leningrado, hoy San Petersburgo y ya no contar con el apoyo económico y moral de las autoridades del Congreso, le hubiera planteado un serio conflicto, al no disponer, de una representación diplomática, ni de las del Congreso.
Una vez repuesto de este enojoso asunto, se dedicó a averiguar la vida de la sociedad, comprobando que la información que se tenía era la facilitada por los dos periódicos rusos más importantes, Pravda e Istveztia y el cubano Gramma, que llegaba con veinte días de retraso. Lo que me produjo una penosa impresión eran los conocimientos y formación que recibían los estudiantes universitarios, quienes daban una impresión muy pobre en posturas históricas y políticas, y una prueba de esta situación la pude comprobar en mi visita a la famosa Biblioteca Lenin, ya que al solicitar obras de autores españoles, sobre todo de los poetas españoles considerados progresistas, tales como Alberti, Cernuda, Blas de Otero y otros conocidos, no tenían nada absolutamente. Esta comprobación pudo reafirmarla Llorca en la visita efectuada a las librerías hasta el punto de que un amigo mío, conocedor del ruso, pidió en una de ellas, las obras de Dostoyevski y le dijeron que aún no las habían editado.
Trasladado el Congreso a Leningrado, se comprobaba enseguida que el talante de la población era muy distinto a Moscú, ya que no pesaba en ella el elemento oficial político. Había en la avenida principal de la ciudad, una serie de bailes o discotecas que no había en Moscú, en la que no había sino bailes de estilo oficial para diversión de los capitostes del régimen. La ciudad tenía un carácter muy francés o italiano y en ella brillaba el famoso Palacio de Invierno, que ahora se llamaba El Ermitage, uno de los Museos más famosos del mundo. Además, la guía era mucho más guapa y simpática que la de Moscú, y mucho más amable, contándonos y señalándonos los lugares y trincheras en las que habían estado las fuerzas españolas, durante la II Guerra Mundial. Una de las visitas que realizamos los bibliotecarios fue la visita efectuada al citado Ermitage, acompañados por guías especializadas y con traductores en idiomas de cada uno de los grupos respectivos. Mientras realizábamos esa visita, el resto de la expedición española formada por las familias de los bibliotecarios, más otro grupo que no eran bibliotecarios ni asimilados, viajaba por el centro de la ciudad visitando monumentos muy interesantes, cuando se acercó a mi mujer una persona que en correcto castellano le pidió si podía hablar con ella, a lo que respondió la mujer de Llorca que comiese con el grupo y así le podía atender Llorca, pero a resguardo del resto, ya que había algunos que no eran de fiar, creyendo que los españoles que se hallaban en los países de regímenes socialistas, todos eran unos mal nacidos. Vino a la comida el tal personaje y me aclaró que era español de origen gallego, pero que su familia se había desplazado a Argentina en la que vivían y que él, estudiaba medicina en Buenos Aires y que a la mitad de la licenciatura pidió una beca para estudiar en Europa, beca que se le concedió, pero al llegar a Praga ya no había plazas, por lo que sin pararse en barras, se trasladó a Leningrado, donde terminó la Licenciatura en Medicina, especializándose en Otolaringología. También se había casado allí y tenía un hijo, pero deseaba volver a España como fuese, pero que por el momento le era imposible al no tener pasaporte y estar expuesto a ser detenido y procesado por la falta cometida. Ante estos problemas, le indiqué si tenía posibilidad de asistir a algún congreso en países con los que no tuviera problemas legales y al decirme que el único país que podía visitar era Suecia, le entregué una tarjeta para que visitase al Embajador en Estocolmo, que a la sazón era un Borbón casado con una nieta de Franco, [Se refiere a Alfonso de Borbón y Dampierre (1936-1985) duque de Cádiz, casado con María del Carmen Martínez-Bordiú y Franco] quien le acogió muy amablemente y le dijo que iba a consultar con el Ministro de la Gobernación por averiguar si podía obtener el pasaporte y regresar a la Argentina y luego a España. Al volver el matrimonio Llorca a Madrid, la mujer realizó una visita a un amigo de la familia, muy conocido en Benidorm, Manuel Gordillo, que a la sazón era el Subsecretario del Ministerio. Una vez resuelta esta papeleta el interesado se trasladó a Argentina para visitar a su familia y luego vino a España con su mujer e hijo, estableciéndose en la capital, luego de varias peripecias tales como el obtener la especialidad de odontología y cambiar de mujer en varias ocasiones.
Al salir de Leningrado, constatamos la enorme diferencia entre esta ciudad y Moscú, diferencia aún mayor al poder visitar otras ciudades como Varsovia, de la que Llorca tenía un recuerdo muy agradable, por ser en ella donde pudo tomar un par de huevos fritos con una rodaja de jamón. Las otras ciudades visitadas en este periplo, fueron además de Moscú, Leningrado y Varsovia, otras tales como Praga, Budapest y alguna otra más.
Una vez regresado a Madrid, y seguir con la Dirección de la Biblioteca de la Universidad Autónoma, en la que habían surgido algunos contratiempos motivados por el cambio de Rector, persona muy afable y decidido emprendedor de los trabajo bibliotecarios, le sucedió otro, que aunque había pertenecido al Cuerpo Facultativo de Arqueólogos, no obstante, concebía la Biblioteca como un local en el que cupiesen todas las oficinas y organismos que no tuviesen alojamiento en el resto de la Universidad. Además tenía un carácter y postura totalmente ordenancista y lo único que le importaba era que no hubiese alteraciones en el campus universitario.
Coincidió esta etapa con el fervor revolucionario de la juventud universitaria, por lo que la mayoría de las revueltas finalizaban su recorrido en la Biblioteca, dando, órdenes a Vicente Llorca para que detuviese a la multitud y Llorca que era amigo y conocido de los cabecillas fingía que hablaba con ellos y paralizaba la situación, que acababa toda ella, en pura juerga.
Todo esto no impidió que Llorca pudiera asistir al siguiente Congreso de la IFLA, celebrado en Liverpool, durante los meses de Agosto y Setiembre de 1971. No hubo nada de particular en este Congreso respecto al anterior de Moscú, aunque muy bien recordaba Llorca el siguiente asunto: una de las bibliotecarias del Grupo Catalán oyó a otra del Ruso que tenía conocimiento de que un conocido bibliotecario español, residente en Rusia y empleado en la Biblioteca Lenin, había regresado a España y deseaba tener noticias de él. Al comunicármelo la compañera, me dirigí al Grupo Ruso solicitando quien era esa persona. Al comunicar Llorca a la rusa que ese bibliotecario español, lo había conocido en Madrid, y al conocer la situación en la que se encontraba, consiguió conocerlo y contratarlo para que llevase la dirección de la Biblioteca de la Facultad de Ciencias, con lo que mejoraría la situación en ese Centro. La rusa apenas me contestó, lo cual me extrañó muchísimo, dado que eran personas muy educadas pero al siguiente día, cuando en el aeropuerto de Liverpool nos dirigíamos a tomar avión, esa rusa se apartó del Grupo y disimulando lo que pudo me metió en la mano un papel y me rogó que lo entregase al bibliotecario español que Llorca había contratado. Al regresar a Madrid, enseguida fue a saludarle y entregarle el mencionado papel. Leído por el interesado, preguntó a Llorca si en el Grupo Ruso figuraba una persona cuyos caracteres eran iguales a las que Llorca había observado en uno de los del citado Grupo. Efectivamente, era el Comisario que siempre llevaba cuya cometido era que no contactase nadie con los de otro grupo extranjero. El bibliotecario español regresado a su tierra, era uno de los niños que cuando la Guerra Civil, fue enviado con otros niños y cuya infancia la describió perfectamente en un libro que editó en Madrid, cuyo título es "Mi infancia en Moscú" y su autor es José Fernández Sánchez, persona muy agradecida e inteligente, por lo que Llorca consiguió que tanto Pepe como su mujer, fuesen contratados por la Biblioteca Nacional para llevar a cabo las tareas y dirección de las publicaciones eslavas y ser muy eficaces. Además, es un gran traductor del ruso, lo que le ha permitido ser recompensado por un premio a la traducción.
Durante el año 1972, estuvo comisionado por el Departamento de Estado USA para visitar diversas Bibliotecas Universitarias americanas, no pudiendo realizar el viaje, ya que la madre de Vicente, Doña Catalina Zaragoza Llinares se hallaba muy delicada de salud, falleciendo en Julio de 1972. Dada la situación en la que se encontraba la biblioteca del Antiguo Senado, en aquel momento sita en el Instituto de Estudios Políticos, el Presidente de este Instituto encomendó a un grupo de bibliotecarios, dirigido por Vicente Llorca y en el que figuraban el Director del Servicio de Defensa del Patrimonio, Justo García Morales y Luis Mª Plaza, Jefe del Servicio de Intercambio de Publicaciones, un Informe o Dictamen técnico sobre el "Proyecto de Ordenación de la Biblioteca del Antiguo Senado" (Instituto de Estudios Políticos), en Junio de 1972. Este Proyecto fue muy bien acogido por el Presidente, y sirvió para la reorganización de la Biblioteca del Senado, en completa desorganización, luego de la que acometió el Sr. Fraga Iribarne en la época en la que había sido Presidente del Instituto e igualmente sirvió para crear un grupo de gente universitaria que acometiese la dicha reorganización en poco tiempo.
Durante los años 1970 y siguientes, Llorca desplegó mucha actividad en muy diversos campos. En el bibliotecario, tuvo que redactar un Informe-Documento en la Revista de la Universidad Autónoma, titulada "Cantoblanco”, en Mayo-Junio de 1975, sobre la Estructura y organización de la Biblioteca General de la Universidad Autónoma, dado que se habían creado, al margen de la General, muchas Bibliotecas de Facultad y otros organismos, atomizando y dispersando las tareas de controlar y centralizar los fondos y permitiendo la dispersión de los mismos y la desaparición de muchos de ellos, luego corroborado por otro Informe elevado al Rector, en febrero de 1978, sobre el estado y organización de la Biblioteca. En el aspecto periodístico, destaca el artículo aparecido en “El País” el 17 de Marzo de 1978, titulado" El nuevo reto a los bibliotecarios españoles" original de Llorca, junto a Hipólito Escolar, Director de la Biblioteca Nacional en aquella época y Vicente Sánchez.
En el aspecto político, Vicente Llorca tenía ya cierta experiencia por haber participado en 1973, en el Congreso Europeo de la Democracia-Cristiana, celebrado en Bonn, colaborando con líderes de ella tales como Gil-Robles y Joaquín Ruiz-Giménez y especialmente la Reunión sobre Educación convocada por el Equipo, y Celebrada en Roma, en Octubre de 1975, pocos días antes de morir Franco, siendo preguntado por los líderes italianos, Aldo Moro y por el Secretario General de la Democracia, sobre el papel que podía desempeñar el Ejercito a la muerte del Dictador.
Advenida la transición política en España, convocose un Ciclo de charlas-coloquio-organizadas por el Colegio de Doctores y Licenciados de Madrid, sobre el tema “Los Partidos Políticos y la Enseñanza ante las Elecciones” a celebrar en la Escuela Superior del Magisterio, actuando el día 18 de Mayo, Llorca como representante del Equipo Demócrata-Cristiano con el tema "La problemática de la enseñanza en todos los niveles”, compitiendo con el Partido Comunista y el del Trabajo en la misma sesión.
Durante el siguiente mes de Junio, tuvo lugar otra reunión de todos los Partidos Políticos, tratando de exponer sus posturas sobre la Enseñanza, en el Hotel Meliá Castilla, reunión a la que no quiso asistir Llorca, por las opiniones contrarias a su anterior intervención por parte de ciertos individuos recién incorporados a la Democracia-Cristiana pero no participes respecto a la nueva situación. Al final, un Directivo llamado Cortezo, le convenció, obteniendo un papel satisfactorio.
Asistió así mismo Llorca a los viajes culturales que organizaba la asociación llamada “Politeia”, por diversos países europeos, dirigidos por Catedráticos de las Universidades madrileñas, visitando museos, bibliotecas, teatros de ópera, y otros lugares de interés.
También colaboró Vicente Llorca en alguna Publicación de su pueblo natal, como las aparecidas en el Semanario “Canfali”, así como en un discurso pronunciado con motivo de la presentación de la Reina y Damas en las Fiestas Patronales celebradas en Octubre de 1979. Y por último, reseñar la conferencia que dio en el Instituto “Pere Mª Orts”, sobre “Algunos aspectos de la vida histórica de Benidorm, durante los siglos XIX y primer tercio del XX”, en Febrero de 1988, y de la que comentó en su obra “Benidorm, the truth” el historiador inglés Charles Wilson.
Volviendo nuevamente a sus actividades puramente profesionales, debemos mencionar su nombramiento como Presidente del Tribunal Suplente de las Oposiciones al Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, Sección de Bibliotecas, convocadas en Julio de 1971, así como su designación como Vocal de la Junta Técnica de Bibliotecas en Marzo de 1978, con el fin de estudiar la formación y perfeccionamiento de las Bibliotecas, la creación de nuevos servicios y otras tareas afines. Publicación de un artículo sobre “La biblioteca del Senado”, aparecido en el Boletín de la Asociación Nacional de Archiveros, Bibliotecarios, Arqueólogos y Documentalistas, Año XXIX, num.3, Julio-Setiembre de 1979.
Aceptado por la Presidencia del Senado, como Director provisional de la Biblioteca, tuvo que compartir estas tareas con las de Director de la Biblioteca de la Universidad siendo posible estas dos funcionas, ya que el Director General de Archivos y Bibliotecas, nombró a otro Facultativo para ayudar a Llorca en la Universidad. En las Cortes siguió desempeñando las tareas de Dirección de las Bibliotecas de ambas Cámaras, tanto en el Congreso de Diputados, mi compañero Sr. Salabert, con Llorca en Senado, hasta que se convocasen las pertinentes oposiciones exigidas para ingresar en el reciente Cuerpo de Archiveros y Bibliotecarios de las Cortes Generales, a las que tanto Salabert como Llorca solamente tenían que presentar una Memoria, mientras que al resto de los opositores se les exigía conocer el programa completo. La Memoria que presentó Vicente Llorca versaba sobre “Los sistemas de Catalogación y Clasificación de las Bibliotecas Parlamentarias", en 29 de Setiembre de 1980, teniendo lugar la realización de estas pruebas el día 7 de Octubre de 1980, figurando en el Tribunal calificador, personas tan destacadas en el campo político o cultural, como el Presidente del Senado en aquel tiempo, Cecilio Valverde, y como Vocales, el primer Presidente de la Cámara, Antonio Fontán, Catedráticos como Sobrequés, Enciso, Eulalia Vintró, políticos como Torres Boursault y otros más.
Pero el artículo que más satisfacía a Llorca, fue el aparecido en el magnífico libro titulado “El Palacio del Senado”, publicado en Febrero de 1980, en el que junto a otros conocidas personalidades como Don Luis Sánchez Agesta, Don Enrique Lafuente Ferrari y Don Fernando Chueca Goitia, aparecía el titulado “La Biblioteca del Senado” de Llorca.
Igualmente tuvo que redactar un Informe sobre el Centro Europeo de Información y Documentación Parlamentarias creado en 1977, conjuntamente con la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa y Parlamento Europeo, emitido en el 21 de Enero 1980, a petición del Vicepresidente del Senado.
Igualmente colaboró en la publicación de una obra titulada “Relación de obras ingresadas en el Senado desde su apertura en 1978 hasta la publicación de este Catálogo”, así como otro Informe sobre el número de fondos y organización de los mismos en la Biblioteca, emitido el 15 de Marzo de 1982. Así mismo, participó en un reportaje televisivo sobre la Biblioteca, y en un artículo aparecido en el diario “Ya” de Madrid, el 8 de Febrero de 1981, original del periodista Marino Gómez Santos y titulado “Visita a la biblioteca del Senado”.
Al margen de la labor desarrollada en este centro, Llorca tuvo también que participar como Vocal del Tribunal que juzgó las Oposiciones para proveer plazas de Ayudante de Archivos, Bibliotecas y museos municipales, dependientes del Ayuntamiento de Madrid, y también un Informe, emitido el 26 de Octubre de 1982, a petición del Consejo Nacional de Educación y como Vocal asesor del mismo sobre, la creación de una Escuela Universitaria de Documentación, creación a la que me opuse.
Con el fin de conocer la organización y funcionamiento de una Biblioteca Parlamentaria, Vicente Llorca consiguió a través de la Embajada de España en París, el poder realizar una visita al Senado francés, con el deseo de saludar al Director de la Biblioteca, Mr. Jean Becarud y conocer lo que deseaba. Este señor, persona muy atildada e inteligente, le recibió con mucho afecto, visitando las dependencias de la misma, catálogos, formas de redactarlos y otras actividades, pero Vicente Llorca cometió un desliz al manifestarle que conocía algunas de sus obras, concretamente, la que había sido editada referente al ideario y organización del “Opus”, manifestación que no agradó mucho al Sr. Becarud.
Con anterioridad a esta visita, Vicente Llorca y su mujer, habían asistido en Florencia, invitados por el Catedrático y Académico Don Antonio Bonet, al Centenario de la Exposición sobre los Médici, con lo que pudieron contemplar a sus anchas, la Catedral, los Uffizi y demás monumentos, en resumen, la ciudad entera, que les dejó maravillados.
En Agosto de 1982, asistió como representante de las Bibliotecas del Congreso y el Senado, al Congreso de Bibliotecas Parlamentarias celebrado en Canadá y en sesiones llevadas a cabo en Montreal, Otawa y Quebec.
En la de Montreal y en una de las sesiones de descanso de los congresistas, topó casualmente con uno de los congresistas quien llevaba en la tarjeta que indicaba la nacionalidad y el cargo que ocupaba, la del apellido RipolI. Al observar que Llorca estaba conversando con las del Grupo Catalán, se dirigió a Llorca en castellano, preguntándole de qué zona de España era, a la que contestó éste que era de Benidorm, mientras que el que llevaba el de Ripoll indicó que era de Tárbena, pese a que el cargo que mostraba en su tarjeta era el de Director del Archivo del Canadá, con lo que se inició una confianza muy simpática y terminaron hablando de Pinet, suponiendo que este era el Alcalde de Tárbena.
Al margen de estos acontecimientos, Llorca tuvo la desgracia del fallecimiento de su hermana quien se hallaba en el verano de 1979 descansando en el Pirineo (Sallent de Gállego), y al sentirse sola en ese lugar, decidió regresar a Benidorm sin ninguna compañía que le ayudase y gracias a la ayuda que le prestó la familia Bayona, pudo llegar a Valencia, permaneciendo en el Hospital General de la Facultad de Medicina, hasta el día 18 de Julio de 1979, siendo traslada a Benidorm, para ser enterrada allí.
Una de las últimas intervenciones de Llorca en las tareas profesionales fueron la organización y montaje de la Exposición de Libros, con motivo del IV Congreso de Ministros Europeos responsables de la Administración Local, celebrado en Junio de 1980 y su colaboración en la obra titulada “La Información Documental en el ámbito de una Administración Autónoma”, editado por el Instituto Vasco de Administración Pública en 1982. Su conferencia y artículo versó sobre “La Organización de Servicios documentales y bibliográficos para el Ejecutivo y el Legislativo en las Administraciones Central y Autonómica”.
Y su última intervención fue una Nota Informativa sobre la asistencia y desarrollo de la IV Reunión del Grupo de Trabajo de Bibliotecas Parlamentarias del Centro Europeo de Investigación y Documentación Parlamentaria, celebrado en "La Haya", durante el mes de Octubre de 1983, formando la Delegación Española, Sofía Gandarias por el Congreso y Vicente Llorca por el Senado.
El día 4 de Noviembre de 1983, se jubiló Vicente Llorca, con cuyo motivo surgieron una serie de contratiempos por parte de la Letrada de Cortes que tramitaba el expediente de jubilación, por lo que Llorca se vio forzado a recurrir a su amigo Álvaro Gil-Robles, Defensor del Pueblo, quien resolvió inmediatamente la situación.
En contraste con la actitud de la citada letrada, Vicente Llorca fue obsequiado con una Comida-Homenaje por parte de todos los funcionarios del Senado, encabezados por el Letrado Mayor Juan José Pérez Dobón, quienes le obsequiaron con el magnífico libro, editado por las Cortes, titulado “La Constitución Española”, con la firma de todos los asistentes.
Finalizada la etapa de su vida profesional, Vicente Llorca pudo reanudar su afición a la lectura de obras importantes, exceptuando los “best-sellers” por ser obras muy mediocres y acompañar a su mujer en las excursiones culturales organizadas por “Politeia”. Así pudo visitar muchos países europeos, destacando el realizado al Norte de Italia, con su visita a Venecia, la Borgoña francesa y otros más, entre ellos Marruecos, con sus ciudades más importantes, como Rabat, Fez, Marraqués y otras más.
Entre los contratiempos que tuvo, hay que mencionar la operación que sufrió, al ser operado en 1984 de una hernia discal, y de la que salió perfectamente y la que sobrevino a su mujer, al ser también intervenida por una operación al corazón, y la que también aconteció a su hijo Álvaro, Profesor de Ecología en la Facultad de Biología de la Universidad Autónoma, quien al tener que realizar una visita de estudio con un grupo de alumnos, fue embestido por un trailer remolcado por camión en el Burgo de Osma, permaneciendo en el Hospital de Soria hasta que falleció en dicho Hospital el 26 de Julio de 1988.
En cuanto a su otro hijo Ricardo, marchó el mismo año 1988 a New York, para proseguir sus estudios de música, llegando a ser Profesor de la conocida Escuela Julliard, dependiente del Lincoln Center.
Sus otros dos hijos, Vicente es profesor de Lingüística en un Instituto de Madrid, y el menor de todos, Pablo, realiza tareas de crítico de arte, organiza exposiciones y además es un Director de películas, premiado en algunos Festivales Internacionales."
Finaliza aquí el texto autobiográfico de Vicente Llorca Zaragoza.
Un hecho de interés que no menciona, y que a mí me parece relevante, es su participación en la edición que hizo Carlos Saez en 1994 de la Carta Puebla de Benidorm otorgada por Bernat de Sarriá. Según indica dicho autor, Vicente Llorca pudo realizar unas fotografías del pergamino de 1430 que era una copia del original de 1325:
“Debo estas noticias a don Vicente Llorca Zaragoza, amigo personal de mi padre, quien hacia 1946 tuvo acceso al pergamino y pudo redactar algunas notas y realizar dos copias fotográficas del mismo.
En los últimos años de la década de los 40 don Vicente Llorca entregó a mi padre una de las fotos de la carta junto con la descripción del pergamino y una copia manuscrita de su puño y letra de parte de la traducción del siglo XVIII citada.
Ya en 1946 don Vicente Llorca anunciaba la edición de la carta, probablemente por mi padre, que en años sucesivos tuvo intención de llevarla a cabo, según atestiguan los siguientes párrafos de las cartas que don Vicente le enviaba:
1951 (?), junio 15, Alcoy:
... Hace unos días te envié el libro titulado "Apuntes Históricos sobre Benidorm", el que supongo ya en tu poder. ¿Cuándo podrías publicar
el Fuero? ...
1951(?), noviembre 18, Alcoy:
... ¿No has publicado el Fuero de Benidorm? ...
1954(?), octubre 15, Benidorm
Ayer, a mi llegada a ésta, hablé con mi primo, alcalde de este pueblo, acerca de la publicación del "Fuero de Benidorm" y de la consignación que podría dar el Ayuntamiento para la mencionada publicación. ...'"
1955, septiembre 5, Benidorm
Perdona que te moleste nuevamente insistiendo en la publicación del FUERO DE BENIDORM. Te lo digo porque me lo han preguntado varias veces el alcalde y cura de aquí...
La anterior es la última alusión a la carta en la correspondencia de don Vicente Llorca. Huelga decir que, por las razones que fueran, mi padre nunca llegó a publicar el documento. De las mencionadas copias fotográficas una la conservo yo”
Muchos años más tarde Carlos Saez, de acuerdo con las fotografías que había enviado Vicente Llorca, pudo publicar la Carta Puebla de Bernat de Sarriá según el texto de 1340 que presentaba algunas variantes sobre el texto de 1520 utilizado en las dos ediciones anteriores.
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